La Candelaria se encuentra en el centro oriente de la ciudad.

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La localidad más pequeña de la capital siempre ha sido un imán para los turistas. Su historia, su rica y variada gastronomía y su noche bohemia y cultural, son un atractivo para quienes buscan nuevas experiencias en el corazón de Bogotá.

 

Bogotá. La Candelaria no solo se camina, también se respira y se vive al transitar por sus calles llenas de magia.

Para Harold, un turista nacional que viene de la tierra de la cumbia cienaguera y del lugar de nacimiento de Guillermo de Jesús Buitrago, (El mismo del Ron de Vinola y Víspera de año nuevo) esta visita al icónico sector de Bogotá, es un momento para la emoción y la introspección.

Es su primera vez en Bogotá, y su primera vez viajando en avión. Según comenta, lo más lejos que había viajado era a un pueblo del departamento del Cesar a un poco más de cinco horas en bus de su casa.

“El parche está bacano pero pa´ tirarte plena, me imaginaba el Chorro de Quevedo más grande, la chicha más dulce y la ciudad más fría”, le expresa Harold a su anfitriona, una  bogotana de no más de 25 años que lo observa con cara de asombro.

La Candelaria, espacio geográfico en el que están lugares como la Plaza de Bolívar, el teatro Colón, y la biblioteca Luis Ángel Arango, es la localidad más pequeña de Bogotá. Según datos del Departamento de Planeación Distrital, su extensión es de 183.89 hectáreas.

En este sitio y mientras el visitante costeño pasa por una de sus calles, un tipo con barba y guitarra acústica que canta algo de “Los Abuelos de la Nada”, lo mira y le pide de manera amable una contribución a favor de su arte. Unas monedas y un billete de $5.000, es lo que recibe por su particular interpretación.

Harold, al igual que muchos visitantes nacionales y extranjeros llegó con expectativas y se fue con vivencias de La Candelaria.

Y es que La Candelaria es eso, un teatro y escenario a cielo abierto, en el que cada esquina tiene su propio relato, y en el que cada muro con grafitis cuenta una historia diferente. El colorido de sus fachadas coloniales, las puertas de madera maciza que crujen como si quisieran hablar, y las ventanas de hierro forjado que esconden siglos de secretos bogotanos, construyen un escenario único en la capital.

Según cifras de la Asociación Colombiana de Agencias de Viajes y Turismo (ANATO), el año pasado Bogotá recibió 1’088.451 turistas del exterior; es decir, unos 27.000 más que en 2013. De este número, según la Alcaldía Mayor de Bogotá, por lo menos el 80% visitan La Candelaria.

La Candelaria no es solo el centro histórico de la ciudad, es también una puerta abierta al alma de la capital. Es arte callejero, es aroma de café y de cerveza, es poesía, pero ante todo, es una historia viva que no se acaba de contar.


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