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Por: Jorge Enrique Robledo, exsenador de la República.

 

Tienen toda la razón los sindicatos de trabajadores de la caña de azúcar y la palma de aceite en su enfático rechazo al proyecto de resolución propuesto por los ministros de Minas y Hacienda, para reducirles el precio de compra al bioetanol y al biodiesel nacional, bienes que además se sabe reducen el carbono que emite Colombia. Y porque además lesiona la producción agrícola e industrial del país y aumenta el desempleo y la pobreza en los departamentos productores.

Para hacer peor la resolución, esta tiene origen en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), banco controlado por Estados Unidos, y coacción calculada para favorecer la importación a Colombia de etanol norteamericano, muy subsidiado por sus gobiernos. Jugadita que Gustavo Petro acató con la orden pública de proceder que le dio a su muy sumiso ministro Edwin Palma, de hacerles daño a los biocombustibles colombianos.

Resolución que además fue amadrinada hace unos días en Cali por la inefable Irene Vélez, ministra de Ambiente (e), al denigrar del cultivo de la caña de azúcar sin dar prueba en su contra –muy a la petrista–, y a quien, como a Petro, hay que creerle sin pruebas, por fe. Por su supuesta genialidad, tal y como también ocurre con sus disparates sobre el cambio climático y la transición energética. Si no hicieran tanto daño, hasta cómicos serían.

Veamos algunas realidades positivas de la caña y la palma, sin negar sus efectos ambientales, que los tienen, como todas las actividades de los seres humanos, lo que comentaré al finalizar este artículo.

Para empezar, mentiras aparte, es falso señalar que en Colombia solo hay productores mayores, porque también hay dos mil cañeros y seis mil palmicultores menores, más 90 mil asalariados con sus prestaciones de ley. Luego Petro también golpea a las gentes sencillas, a las regiones productoras de palma y de caña y a toda Colombia.

Y esas economías estimulan a los demás sectores. Por ejemplo, los problemas sociales del Valle y de Cali serían muy superiores sin la producción de caña, como sucedería en las zonas cafeteras y arroceras sin sus monocultivos de café y arroz.

Si el Valle del Cauca es muy fuerte en caña, ello obedece a que los demás cultivos fueron desplazados por las importaciones agrícolas impuestas por la apertura y los TLC. Procesos neoliberales a los que Petro, como lo he demostrado, jamás se ha opuesto y sí ha respaldado. No sorprende, entonces, que también le haga caso al BID, a favor de Estados Unidos y contra Colombia.

No es creíble que este grave error de Petro y Vélez sea solo ignorancia. Porque otra vez andan de alcahuetas, al tiempo que, para engañar, posan de ambientalistas, cuando este caso confirma que ni remotamente lo son.

Agreguemos que los seres humanos y los demás animales, por el simple hecho de respirar, emitimos carbono, emisiones que inevitablemente aumentan con la mayor población y con el crecimiento del empleo, la agricultura y la industria, el transporte y la construcción, entre otros, verdades que debemos entender para hacer una correcta transición energética, con cambios que no pueden incluir la barbarie antinacional de Petro contra el bioetanol y el biodiesel ni contra la demás producción agrícola e industrial, la cual, por atrasada, tenemos el deber de desarrollar.

 


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