Cambio climático y transición energética

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Por: Jorge Enrique Robledo

El título de este artículo es el de mi más reciente libro, que tiene como subtítulo “crítica al falso ambientalismo de Gustavo Petro”. Texto en el que, en 170 páginas, refuto sus incontables disparates y el gran daño que le está haciendo a Colombia y a los colombianos, en especial a los jóvenes.

El libro se redactó para que pueda ser comprendido por quienes no son conocedores del tema, pero sí quieren comprenderlo mejor para no ser víctimas de las frecuentes falacias de Petro, que hasta lo llevaron al ridículo de proponer sustituir las exportaciones colombianas de petróleo por las de aguacates o por turistas extranjeros a Colombia, cuando lo obvio, y ocurre en el resto del mundo, es que son negocios que puede sumarse sin ningún problema.

En su afán de engañar, Petro siempre ha ocultado que Colombia solo produce el 0,5 por ciento del total de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) del mundo, con el 60 por ciento de esos gases producto de la deforestación y las emisiones de metano, y apenas el 0,2 por ciento del total global del carbono. No hay que dudarlo: este país es tan subdesarrollado, que ni CO2 produce.

Colombia entonces no tiene ninguna posibilidad de resolver sola el problema del cambio climático global y ningún presidente de otro país petrolero acompaña a Petro en su charlatanería, quien además oculta que mientras un gringo promedio emite 13,98 toneladas de GEI al año, un colombiano aporta siete veces menos.

Petro también sugiere la mentira del cercano fin de los GEI. Falso porque la U.S. EIA calculó que, para el 2050, el consumo mundial combustibles fósiles pasará, en miles de millones de BTU, de 517 a 601, en tanto las energías renovables –solar, eólica y otras– aumentarán de 115 a 219. Con lo que se confirma que la “transición energética” global no debe interpretarse como que unas energías reemplacen a otras, sino que las nuevas las complementen a las anteriores, que es lo que ha ocurrido en la historia de la humanidad.

Entre las dificultades para esos cambios son determinantes las limitaciones científicas y de costos. Por ejemplo, hoy por hoy, no hay tecnología para reemplazar el petróleo en la producción de cemento, acero, plástico y fertilizantes. Y hay un gran cuello de botella en el almacenamiento de la electricidad. Por ejemplo, en los grandes aviones, la gasolina pesa entre el 20 y el 30 por ciento, en tanto las baterías con electricidad para reemplazarla pesarían 35 veces más, haciéndolas inviables, según calculó Bill Gates.

De lo más equivocado de Petro es su odio irracional a los combustibles fósiles, sin los cuales no se habría superado el subdesarollo feudal. También yerra al otorgarles a las energías alternativas capacidades de sustitución energética que no tienen y al cargarle a Ecopetrol grandes inversiones en ellas, nos obstante sus elevadas deudas bancarias y sus grandes obligaciones en petróleo y gas. Cuando lo obvio es que las inversiones en esas energías las asuman otros entes del Estado o las empresas privadas.

En el último capítulo del libro cito y refuto veinte afirmaciones de Petro que constituyen hasta cómicos disparates ambientales, que dejan al desnudo hasta donde ha sido capaz de llegar en su descaro de falsificar la realidad.

 


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