El exnarcotraficante, en su libro Vida y muerte del cartel de Medellín, también contó cómo fue la reunión con Tirofijo, fundador y máximo cabecilla de las Farc
Carlos Lehder es uno de los pocos fundadores del cartel de Medellín que sigue con vida. El exnarcotraficante, capturado en 1987, quedó en libertad, luego de purgar 33 años en una cárcel en Estados Unidos, en 2020, y fue repatriado a Alemania, cuya nacionalidad también tiene, pues su padre era ciudadano alemán. En 2024, Lehder rompió el silencio con la publicación de Vida y muerte del cartel de Medellín.
En libro cuenta sus inicios en el hampa, su ascenso como narcotraficante, su caída y los pormenores de la historia de la estructura criminal y terrorista que controló el tráfico internacional de cocaína desde mediados de los años setenta hasta 1993, cuando cayó Pablo Escobar, su socio. También da detalles de algunos de los momentos más dramáticos de la historia reciente de Colombia, como la toma del Palacio de Justicia en 1985, así como los acercamientos que tuvieron con las extintas Farc y la reunión con su cabecilla y fundador, Manuel Marulanda, alias Tirofijo.
Según Lehder, ni él ni Escobar ni el cartel de Medellín financiaron la toma del Palacio de Justicia que hizo la guerrilla del M-19, el 6 de noviembre de 1985. Versión que contradice, según advierte el editor de libro —del que Semana publicó algunos apartados el 13 de enero de 2024—, al informe de la Comisión de la Verdad, que ordenó la Corte Suprema de Justicia sobre el holocausto.
Para el exnarcotraficante, los vínculos del cartel con el M-19 para tomarse el Palacio de Justicia son “especulaciones”, pues dijo que a su juicio esa operación de la guerrilla no requería mayor financiación, pues los guerrilleros no eran mercenarios con un sueldo fijo. También dice que ni él ni Escobar sabían, antes de que se sucediera el asalto al palacio, de las intenciones del M-19.
“Lo que sí puedo asegurar sobre las numerosas especulaciones que involucran a Pablo Escobar —y, obviamente, al cartel de Medellín— en la financiación de la toma es que son versiones falsas. Ni Pablo Escobar ni yo supimos nunca con anterioridad sobre los planes del M-19 de tomarse por asalto el Palacio de Justicia. Es más, a mi juicio, esa clase de operación guerrillera de asalto y toma del objetivo no requiere mayores costos en dinero porque los guerrilleros armados no cobran sueldo ni son mercenarios bajo contrato”, se lee en el libro de Lehder.
Sin embargo, el editor del libro, en una nota, advierte que, en el informe final de la Comisión de la Verdad sobre el asalto a la sede de las altas cortes, se determinó que sí hubo una relación “estrecha” entre el cartel y la guerrilla, especialmente entre Iván Ospina Marino, cofundador y cabecilla del M-19, y Pablo Escobar:
“En el año 2010 se publicó el informe final de la Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia encomendado por la Corte Suprema de Justicia de Colombia. En dicho documento se habla de la estrecha relación que hubo entre el cartel de Medellín y el M-19, principalmente entre Iván Ospina Marino y Pablo Escobar Gaviria”
Versiones que se contradicen
Esta versión, que es la oficial, la han confirmado algunos exguerrilleros del M-19. Incluso el hermano de Escobar, Roberto Escobar Gaviria, alias El osito, que según lo citan en Semana en una publicación de 2004, contaba que luego del secuestro de una de las hermanas de los Ochoa —también fundadores del cartel de Medellín—, la relación entre los narcotraficantes y la guerrilla se estrechó, llegando a un acuerdo de no agresión.
Además de estas versiones, en Mi confesión, el extinto comandante y fundador de las Autodefensas Unidas de Colombia, Carlos Castaño Gil, aseguró que a mediados de 1985 fue testigo de una reunión entre Carlos Pizarro, comandante del M-19, y Escobar, en la Hacienda Nápoles, en la que hablaron del asalto al Palacio de Justicia, y que, junto a su hermano, Fidel Castaño, suministraron armas cortas, fusiles y dinamita al comando guerrillero que efectuó la toma:
“El comandante guerrillero no llevaba su famoso sombrero blanco, sino una gorra. Tras unas gafas oscuras ocultaba su mirada”, cuenta Castaño para añadir que Pizarro pidió “un millón de dólares para el M-19 por eliminar al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, y un millón de dólares adicionales por destruir todos los archivos”
Acercamientos con las Farc y la reunión con Manuel Marulanda
Lehder, que confesó todo su libro de memorias, también contó cómo fue la reunión que tuvo con el fundador y máximo comandante de las extintas Farc, Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, y con Jacobo Arenas, ideólogo de la guerrilla:
“Nuestro helicóptero iba ascendiendo la cordillera Oriental, donde está ubicado el páramo de Sumapaz, cargando a Pajarito, a mí y a dos guerrilleros que nos guiaban. En uno de esos farallones se había establecido desde hacía varios años el secretariado de las Farc. Su sede era el recordado campamento conocido como Casa Verde, centro de comando del legendario jefe guerrillero Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, y sus compañeros del secretariado. Estaba situado en una cumbre empinada, que solo recibía el sol a mediodía, pues permanecía rodeada de nubes o neblina. Aunque su ubicación era vox populi, aquel era un mundo de abismos impenetrables, accesible solamente con invitación previa, y ahí permanecían los máximos comandantes de la organización subversiva”
Además, cuenta que el encuentro fue cordial, pero, luego de titubear, fue al grano: plantearles una negociación financiera para que la guerrilla entrara de lleno al negocio del narcotráfico
“Me recibieron cordialmente, y yo, titubeando al principio, logré finalmente concentrarme en lo que me tenía ahí; les manifesté que sería breve y que solo venía a plantearles una negociación financiera. Aceptaron mi intención y me escucharon. En diez minutos terminé mi propuesta y después entablamos una conversación por cerca de media hora. Terminó la audiencia y acordamos que al otro día volveríamos a reunirnos para cerrar la negociación antes de abordar mi helicóptero y retornar a las fincas del río Manacacías”
Al día siguiente, según el relato de Lehder, la guerrilla aceptó el trato y permitiría que los hombres del cartel de Medellín entraran a los dominios de las Farc en Vichada, para construir pistas de aterrizaje; les permitirían el libre tránsito con “todas las armas necesarias”, pero que debía informarles de la presencia de la fuerza pública; y acordaron el pago de una cuota por las ganancias que obtuviera el cartel en Vichada:
“Hacia las nueve de la mañana, me llamaron nuevamente para informarme de la decisión que habían tomado: Marulanda me aceptaba en sus dominios del Vichada. De ahora en adelante, yo debía estar en contacto regular con el comandante del frente 16. En las tierras que yo obtuviera, podía construir pistas de aterrizaje y operarlas. Mis hombres y yo podíamos portar todas las armas necesarias, así como todos los radios de comunicaciones que quisiéramos, pero debería informar a dicho frente sobre cualquier presencia policial o militar en las cercanías. Con respecto al narcotráfico, debería pagarles a las Farc, con dinero en efectivo, el 10 por ciento de todas mis ganancias en el Vichada —el mismo porcentaje que pagaban todos los cultivadores de plantas de coca y los dueños de laboratorios—. Acepté los términos como justos y beneficiosos para todos. Cerramos el acuerdo dándonos la mano. Agradecido, me despedí y fui escoltado hasta el helicóptero”.