Por: LUCERO MARTÍNEZ KASAB. Psicóloga. Magíster en filosofía.
Escribe William Ospina una columna queriendo mostrar al gobierno del presidente Petro como inconexo y errático, pero a medida que voy leyendo su texto descubro que es el propio columnista quien se muestra incoherente a lo largo y ancho de sus opiniones.
Admiro a una persona que, con tal de cumplirle al pueblo su promesa ¨daré lo que me queda de existencia para entregarle libertad a Colombia¨ expresado desde la tarima blindada del cierre de su campaña presidencial en una Barranquilla anhelante de justicia social, se bate a muerte contra un monstruo de siete cabezas como lo es la oposición de la derecha en Colombia. Admiro a las personas que se conmueven hasta el llanto, que se derrumban de pura depresión en el exilio, que se levantan, se limpian las rodillas para arremeter contra las circunstancias que se interponen en su propósito de llevarle a la gente una mejor vida porque, sí es posible una mejor vida en Colombia, en el mundo y esa es la lucha de Gustavo Petro.
Tanto como rechazo que personas que se han dedicado a leer y escribir como William Ospina, que por su oficio han alcanzado una notoriedad, no sean capaces de proteger a gente indefensa y, a la tierra desamparada que los parió. Por el contrario, se vuelven cómplices de la barbarie de un sistema que en Colombia se organizósistemáticamente para asesinar las voces que claman justicia desde los harapientos muchachos de la Primera línea hasta los líderes de todas las capas sociales que van cayendo uno a uno, una a una como lo cuenta Salvatore Mancuso ante la Justicia Especial para la Paz –JEP-: que el campo fue humanidad y tierra arrasada por ellos, los paramilitares.
William Ospina, en su artículo exhibe confusión sobre los temas que toca relacionados con el presidente Petro y su gobierno. Le exige ¨ un esfuerzo responsable y sereno de reconstrucción nacional¨ para inmediatamente criticar que recién posesionado le haya dado beneficio de inventario a los enemigos y haya socializado las reformas. ¿No es eso la mayor muestra de civilidad que todo jefe de Estado debería extender una vez posesionado? Los adversarios, mezquinos con el pueblo colombiano, no quisieron participar de la alianza propuesta y, en el análisis del mencionado columnista, la responsabilidad es del Presidente.
Conceptúa, que para el Presidente una cosa es la paz, otra, la salud, la economía, la tierra, el trabajo, etc. Se nota que el columnista no ha leído el Plan Nacional de Desarrollo del Presidente ¨Colombia, potencia mundial de la vida¨ que tiene como base fundamental cinco transformaciones concatenadas: El derecho humano a la alimentación, Ordenamiento del territorio alrededor del agua, Seguridad humana, Economía productiva para la vida y lucha contra el cambio climático y Convergencia regional. Señor, columnista, las intenciones humanas para que se vuelvan prácticas necesitan de instituciones que las concreten así se trate de la venta de automóviles o de las reformas políticas de un país, las que deben hacerse a través de las diferentes instituciones del Estado; luego, no es que el presidente crea que cada campo está separado como él afirma; no, es que usted parece ignorar el manejo del Estado donde cada reforma debe tramitarse por una institución diferente.
Asombra que una persona tan cultivada escriba desde tantos prejuicios, simplezas y distorsiones. Dice que el Presidente está convocando de último al pueblo y, además con sobornos. Vea toda la campaña de Gustavo Petro en las redes. Lea la convocatoria al pueblo entero a través de 51 Diálogos regionales vinculantes donde 250.000 personas participaron con 89.000 propuestas para establecer la ruta del Plan Nacional de Desarrollo. Compare los pronunciamientos de Gustavo Petro desde su tierna juventud siempre del lado y para el pueblo. El presidente le está devolviendo al pueblo el dinero robado de Ecopetrol; por las empresas de servicios público; por los peajes; por los cajeros de los bancos; por las horas extras de trabajo no pagadas…, no alcanza este espacio para tantas numeraciones.
Sugiere que el Presidente debería estimular las vocaciones, reconocer los talentos, orientar el aprendizaje, recompensar el esfuerzo, etc., señor, por favor, lea diariamente el periódico donde usted escribe, El Espectador, es el primer diario de Colombia, su información y cubrimiento son muy buenos.
Señor Ospina, la principal labor de un líder ante su pueblo es empoderarlo de la idea de luchar por su libertad perdida a manos de un dominante que lo sojuzga. Son los desposeídos los que tienen que revelarse porque el saqueador nunca aceptará la injusticia de sus actos y, desde todo pueblo, según es costumbre de la humanidad, surge alguien en quien se junta un corazón ardoroso y una mente lúcida para ser punta de lanza de un cambio político. Millones de colombianos lo hemos elegido para ese propósito, para que encauce esa natural vocación de desobediencia del esclavo avivada por Pablo de Tarso en su Carta a los romanos.
Desconcierta saber que su sistema de alarmas se prende ante la queja de una exministra de que el Presidente no le dio una cita. ¿Por eso se alarma usted? ¿No se alarma por la contaminación de los ríos con el mercurio de la minería ilegal, por las entradas furtivas de la esposa del Fiscal a las oficinas de la Fiscalía, por las mentiras de la prensa de la oposición, por las verdades de Salvatore Mancuso que nos dejan en carne viva? Su alarma y su solidaridad con la exministra es una descarada frivolidad ante un Presidente que se ha encontrado con un país donde ha desaparecido lo público, los medios de comunicación se convirtieron en órganos de disuasión del paramilitarismo y uno de sus jefes, Salvatore Mancuso, está demostrando más capacidad de reparación que la élite política que usted apoya.
Aprovecho la ocasión para decirle que leí una de sus novelas donde aparecía una naturaleza que saltaba de sus páginas hasta mis sentidos y, que cuando supe su posición política, experimenté lo que en psicología se llama disonancia cognitiva, la incapacidad mental de reconciliar dos aspectos de una misma persona. ¿Cómo así que usted escribió una novela de tanta sensibilidad, pero se hizo cómplice de una clase política y social que atenta contra la utopía que mueve al pueblo y que destroza la naturaleza? Sin la utopía el pueblo se muere. La oligarquía lo sabe, por eso le dice a la gente pobre que no se puede vivir mejor, que se conformen con ser moto taxista, que se de por bien servida tomando acetaminofén para el dolor de un cáncer.
Los ilustrados cómplices de los procesos políticos dominadores son unos traidores de la literatura universal que les pasa por los ojos, pero, no por el corazón, evidentemente. ¿Cómo así que parte de sus argumentos en contra de Gustavo Petro es que usted lo ve ¨vanidoso¨, ¨supersticioso¨, ¨desesperado¨… y, no observa su talante incluyente en favor de las minorías en todo sentido que, contra un racismo desquiciado colombiano, escogió a una mujer de origen afro, Francia Márquez, como vicepresidenta; que se siente y se muestra feliz empoderando a los campesinos al entregarles tierras para que dejen de ser esclavos en las ciudades y, de paso, nos alimenten a todos con el cultivos de sus manos? Usted no le aprendió a Miguel de Cervantes ni a Dostoievski ni a García Márquez las categorías que hacen grande a una persona y, las otras que hay que disculpar en favor de la liberación de un país hundido por la codicia de su clase dirigente.
Usted encubrió con su elección a una persona como Rodolfo Hernández que se ufanaba de cobrar unos altos intereses a otro ser humano, lo que es esclavitud. ¿No se acordó del Mercader de Venecia de Shakespeare? ¿Cómo hizo usted para ser compinche de este candidato que expresó públicamente ¨me limpio el culo con esa ley¨…, después de haber leído usted en su confortable casa ¨ Me preguntaba qué hora sería; oía el silbar de los trenes que, más o menos en la lejanía, y señalando las distancias, como el canto de un pájaro en el bosque, me describía la extensión de los campos desiertos, por donde un viandante marcha de prisa hacía la estación cercana; y el caminito que recorre se va a grabar en su recuerdo por la excitación que le dan los lugares nuevos, los actos desusados, la charla reciente, los adioses de la despedida que le acompañan aún en el silencio de la noche, y la dulzura próxima del retorno¨, del sublime Marcel Proust, Dios de todos los escritores.
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