El siguiente artículo se ocupa de trabajar uno de los hechos de violencia que ha marcado con más vehemencia la historia de la República de Colombia, como lo fue, la toma del Palacio de Justicia. Antes de introducir los testimonios e historia de libros y fuentes como revistas y documentales –en los que se comprueba la anterior afirmación– quiero mencionar algunos otros sucesos históricos que de igual manera han quedado marcados en la memoria colectiva de la sociedad colombiana y que han dejado al país en el vilo de la incertidumbre y desesperanza, como de hecho, ocurrió en el Palacio de Justicia durante la toma del M-19.
Para ello he de mencionar primeramente la muerte de Jorge Eliecer Gaitán como hito histórico, porque detrás de esta se desarrollaron procesos que terminaron catapultando la izquierda colombiana hacia la organización de las guerrillas. Asimismo el diario El Espectador dio conocer en el año 2016 una carta elaborada por la hija de Gaitán en la que se hace explícito la relación de la muerte de su padre en lo que refiere la formación de las guerrillas en Colombia. Por otra parte, la muerte de Jaime Garzón, quiero traerla de igual manera a colación, ya que ejemplifica la forma repetida como una sociedad ha aniquilado a personajes que piensan diferente, pero más que eso, a líderes abanderados en torno a causas sociales y que han declarado un punto de vista distinto, el cual molesta y es visto como una amenaza para cierta élite del gobierno y del poder en Colombia. Es allí donde la extrema derecha y su alianza con el poder militar en el país han acallado personajes que han tenido la intención tanto de incidir en los procesos de transformación del país, como de minimizar los continuos abusos que desde las altas esferas del poder y el Estado a lo largo de la historia, se han perpetrado.
En el caso del “Palacio de Justicia”, existen diferentes versiones, que desde los actores han construido la manera de recordar el suceso, es decir; la memoria histórica que reposa en el imaginario social sobre lo sucedido el 6 de noviembre de 1985. Lo acontecido en Palacio involucra el desaparecimiento de 11 personas de la sociedad civil, trabajadores de la cafetería y que no murieron a manos del M-19; sino que fueron sacados de Palacio, llevados a la Casa del Florero por las fuerzas militares, interrogados y después de esto torturados y desaparecidos.
Si revisamos estos datos históricos, relatados tanto por la historia del establecimiento, como por la narrada por los actores subversivos involucrados, en este caso guerrilla y narcotráfico, podemos concluir que tanto al M-19 como las fuerzas militares, ambos, cometieron ataques contra la sociedad civil durante la toma del Palacio. Esta es la razón por la que el siniestro ocurrido en el Palacio de Justicia se le conoce también como el “Holocausto”. Por supuesto la opinión de muchos es que esto no hubiese ocurrido si el M-19 no hubiera perpetrado el ataque, y que lo ocurrido con el ejército fue una defensa sin control del Estado. Durante la toma de Palacio tanto el M-19 como el ejército acudieron al caos, el desorden y el holocausto para lograr su objetivo. Como en algún momento lo declaró el general Plazas Vega “en la guerra donde el desorden reina” y por supuesto es en ese desorden donde se tiene que saber actuar para salir victorioso.
A la retoma de Palacio se le conoce con el nombre de “la ratonera”, puesto que fue la oportunidad de agrupar el grupo insurgente en un lugar para darle un golpe certero y así eliminarlo por completo. De otro lado es clara la relación implícita del narcotráfico en este suceso, y tiene que ver con todo el proceso de extradición de narcotraficantes que se definía para entonces en los tribunales, donde reposaban actas y expedientes de extremo valor para dichos procesos. Todas estas son fichas que muestran el foco de múltiples de actores, intereses y elementos que convergen en el asalto del M-19.
Acerca de la toma de Palacio se han escrito libros, investigaciones y se han rodado películas, esto demuestra la importancia que el suceso tuvo para la historia de Colombia pero también para la producción de memoria histórica que se construyó en torno al siniestro. Más allá que detrás del hecho de Palacio se libraran guerras ideológicas o estuviera una guerrilla que tenía unos principios e intenciones claras de alcanzar de alguna forma el poder llevando a juicio al presidente Belisario Betancur, lo que nos deja la toma del palacio es un hito histórico donde convergen historias, versiones y mitos, es la dimensión que siguen alimentado las múltiples formas de evaluar la historia y representar este evento que sigue conteniendo un alto nivel de atención mediática, y mucho más ahora en el contexto de un país, donde un exintegrante del grupo revolucionario, tiene altas posibilidades de ser presidente.
Las fuentes nos han dejado saber que el M-19 se pensó la toma a Palacio como algo de lo que debería hablar el mundo entero. Ellos pretendían dar un golpe no solo militar, sino que tuviese un alcance simbólico y mediático de mucho valor, esa era la verdadera intención de tomarse el Palacio. Lo que sucedió en aquella confrontación es algo que sigue teniendo alta incidencia en la forma como la opinión pública, los medios de comunicación y el Estado refieren y le dan sentido a la historia y la legitimidad de la lucha del grupo revolucionario M-19 en Colombia.
El hecho de que el M-19 se le conociera como una “Guerrilla Urbana” de corte nacionalista, mostraba que tenían un enfoque diferente al de las (Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia) y el (Ejército de Liberación Nacional) planteándose así una dicotomía frente a los otros dos grupos rebeldes, sustentada en un campo, estructura y formas de acción diferentes en la configuración de su proyecto revolucionario. La cita a continuación es de un artículo de Revista Semana publicado por Yesid Arteta Dávila, su título es, “Jaime Bateman Cayón y el M-19. 30 años”
“Bateman y su combo volvieron al M-19 una guerrilla urbana, Hasta entonces las FARC, el ELN, y el EPL, era unas guerrillas rurales con un campo de acción periférico. Lejos de las muchedumbres y de las fábricas. Cuando hubo acciones de propaganda armada y operativos guerrilleros en Bogotá, Medellín o Cali, el Estado sintió que le estaban tocando los cojones, y esta puede ser una de las razones para que reaccionaran tan violentamente cruel, como escribiría un tal Cortázar, y se llevaran por delante a los que no tenían velas en ese entierro “.
Para poder entender qué tipo de actores hacen parte de la toma del Palacio, es importante retomar la lectura que hacen Barón y Rodríguez, quienes citan en su texto el documento de “El Caso del Palacio de Justicia” (1993), allí se plantea que hay tres tipos de militarismo enfrentándose en el suceso; uno es el de los militares, el número dos el de los guerrilleros, y en tercera posición, el de la sociedad civil. Por otro lado surge la hipótesis en distintas investigaciones de la ruptura entre la cúpula militar del Ejército y la Presidencia de la República. Esto debido a que ninguna de las vidas de los magistrados fue respetada. De ahí que se elabore la pregunta sobre la desobediencia del ejército referente a un acuerdo entre Belisario Betancur y los militares. Existe por otro lado la hipótesis de que existió un repentino “Golpe de Estado” ejecutado por las fuerzas militares durante el siniestro.
Las fuentes de este suceso han servido de inspiración hasta para hacer novelas, un ejemplo de ello es la Mona. Se sabe que el suceso del Palacio de Justicia involucró de alguna manera al país entero, la sociedad civil fue fuertemente afectada, los participantes guerrilleros de la toma en su mayoría fueron aniquilados, los magistrados y funcionarios en su mayoría también perdieron la vida, y las fuerzas militares salieron robustecidas y dignificando el nombre de las instituciones y el país. Sin embargo, en un momento donde existía tanto dolor y tantos muertos hubo espacio para hacer de la retoma un festín y declarar el gran golpe que las fuerzas militares habían dado a la guerrilla. La gran paradoja es que el M-19 no pensó que los militares se iban a atrever a irrumpir con todo su arsenal para retomar Palacio.
De otra parte existe otro hecho simbólico que nos permite dimensionar la importancia que tenía para el M-19 la toma del Palacio de Justicia. Según palabras de Jaime Castro, Ministro de Gobierno en 1985 del Gobierno de Betancur, el M-19 quería el poder y pedían llevar a Juicio al presidente Betancur a través de la toma del Palacio de Justicia, ya que después de la tregua no habían sido respetados los acuerdos que se habían firmado en Medellín entre el Gobierno y el M-19. Este testimonio fue dado por un comandante del M-19 mientras mantenía comunicaciones con los militares al comienzo de la toma del Palacio de Justicia. Por otro lado, Lázaro, guerrillero del M-19 entrevistado en un documental elaborado por el por el grupo revolucionario sobre la toma de Palacio, hace explícito el objetivo que tenía el M-19 de llevar a juicio al presidente Betancur en la plaza de Bolívar, donde asimismo esperaban que llegaran los magistrados que tras el fallido proceso de los acuerdos de paz se comprometerían a realizar el juicio.
En el documental sobre el “Palacio de Justicia” el general López Vega menciona que “la naturaleza de la guerra es el desorden” y es en ese desorden del espacio donde se define la guerra. Parece existir una relación entre el desorden de la guerra y la naturaleza y formación estructural de un Estado ausente o lejano como el que propone Riekenberg en su libro “Staatsferne Gewalt” o en español “Violencia de Estado lejano” de su libro (Eine Geschichte Lateinamerikas (1500-1930). Atado a esto, si se añade que la periferia está dotada de elementos de producción de dinero como la cocaína y las drogas para mantener a todo tipo de guerrilla con una fuente grandísima de adquisición de ingresos, nos encontramos con un país que por su desconexión, desorden y capacidad de subversión, se torna en un escenario donde el control es imposible de asumir por parte del Estado. Es ahí donde radica que el Estado también se independiza y se fragmenta, entendiendo esto en el sentido de un estado derechista que siempre ha protegido la propiedad privada y los intereses de la misma, el cual se ve obligado a extenderse, fragmentarse y por supuesto en ese contexto emergen los grupos paramilitares.
De ahí empezamos a dibujar las alianzas subversivas que se tejen no sólo entre actores por fuera del Estado, sino actores que hacen parte del mismo Estado. El M-19 fue relacionado con el narcotráfico y Pablo Escobar, se habla de una suma de dos millones de dólares que le entregaron al M-19 para perpetuar el ataque a Palacio20 . Por otro lado tenemos una dinámica de dobles fijaciones que permiten entender un narcotráfico el cual se le ha relacionado más con la derecha, y naturalmente como actor central en la formación del paramilitarismo. Esto nos permitiría hablar en Colombia de dos cosas, una geografía de la guerra determinada por el acceso económico del territorio y una transición de favores donde el impulso del desorden, la desestabilización y la revolución es buscado, para cumplir objetivos, los cuales no siempre deben ser los mismos en las alianzas, pero que sus búsquedas y acciones pueden a través del golpe, generar resultados de conveniencia para los dos bandos. Hablemos en esta forma de un “multi-conflicto”. Esto es lo que Pizarro llama “la negociación colectiva a través de la turbación de lo público”.
Uno de los testimonios más importantes que han quedado después del ataque al Palacio fue el de “la Mona”; una guerrillera que escapó con vida y después fue exiliada por el M-19. La historia de Clara Elena Enciso combina todos los elementos de una trágica novela. Así mismo nos permite leer el suceso desde los ojos de los perpetradores, permitiendo así entender como fue la planeación y la ejecución del plan de la toma del Palacio de Justicia. “La Mona” escapó cuando la sacaron de Palacio porque iba escondida como una rehén y había sido enviada por los guerrilleros. A su salida se desmayó ya que a su lado venía Irma Franco, otra guerrillera la cual de un momento a otro desapareció. Se sabe que pudo escapar porque las manos no le olían a pólvora, signo que permitía identificar a las guerrilleras. Ella estaba encargada de la comunicación por “Walkie Talkie” en la toma. A “La Mona” la montaron en una ambulancia, durante el recorrido ella era consciente de que si llegaba al hospital la capturarían, así que le pidió al soldado a cargo y a los enfermeros que la dejaran en su casa en el barrio Bavaria. Después de dudarlo, el soldado accedió y fue así que ella pudo sobrevivir para relatar su historia.
De otro lado, Guillermo Helvencio Ruiz, quien fuera una de los fundadores del M-19, junto a su novia Carmenza Cardona, conocida como “la chiqui” y quien había sido dada de baja en el Pacífico, fue quien le dijo a “la Mona” antes de salir camuflada, que saliera para que le contara la historia al mundo. Uno de los documentos más importantes que encontró el ejército en la casa que allanaron donde se preparó el ataque, fue una foto donde aparece “La Mona” al lado de otra guerrillera, exhibiéndose para lo que naturalmente más adelante sería una foto que le daría la vuelta al mundo. Pruebas como esta permiten entender la relevancia de la toma del Palacio para aquellos militantes del M-19 que participaron del siniestro. De hecho la toma era pensada y reúne todos los elementos para comprobar que emotivos estudiantes como Clara Elena, la cual venía de una familia humilde y había trabajado toda su vida para ganarse la vida, dejarían todo lo que tenían para abanderarse por la causa revolucionaria.
Para los integrantes del M-19 en ese momento se trataba de poner en jaque al Estado y llevar a juicio a Belisario Betancur. Revista Semana corrobora en su artículo, “La Mona: la guerrillera que escapó” que el ataque estaba pensado para llevarse a cabo durante meses, después de esto, los guerrilleros volarían al Cauca en helicópteros. Así mismo pensaban salvaguardarse en barrios de la ciudad de Cali como Agua Blanca y Siloé donde estaban ya regularmente establecidos. El último dato fuerte que arroja este artículo de revista semana refiere que antes de atacar Palacio los revolucionarios pensaron en tomarse el Congreso, pero esto no tenía mucho sentido debido a los distintos horarios que manejaban congresistas y además porque era una oportunidad para que los militares acabaran con la guerrilla y los congresistas al mismo tiempo.
De otro lado, el hecho de que el M-19 ya hubiera amenazado al Estado, y la no muy contundente reacción del estado ante la amenaza, es una de las pistas para seguir comprendiendo, lo que naturalmente se sabe: que de lado y lado, militares y M-19 tenían militantes infiltrados los cuales ventilaban las informaciones de los dos bandos. En ese sentido y con el alma y corazón arraigados a su espíritu guerrillero, según lo ocurrido en el Palacio de Justicia, el M-19 cayó en una posible trampa que el Estado Colombiano les había tendido. Esta guerrilla era sostenida bajo valores diferentes a las otras, su primera identidad era la de estudiantes de clase media en orden de ascenso y de corte intelectual, distintos de los revolucionaros campesinos de las FARC, o del el ELN de corte sindicalista.
Desde otra perspectiva histórica, este hecho nos permite entender; que la toma de Palacio sirvió para robustecer a las fuerzas militares. En este contexto hablamos de una clara guerra donde existe un vencido y un triunfador. Por otro lado todos los intereses que se movieron alrededor del siniestro, nos hacen entender; que lo que se puede interpretar como un acto simbólico al tomarse el Estado judicial colombiano, fue de hecho la posibilidad de agrupar distintos intereses de fracciones y grupos como los narcotraficantes e igualmente de grupos militares, quienes pretendían mediante la destrucción de archivos y procesos judiciales, salvaguardarse de futuras sanciones judiciales.
Unas de mis fuentes, Ana María Bidegain de Urán, autora del libro “Para reescribir el siglo XX”, tomo llamado; “El caso del Palacio de Justicia, una herida que sigue sangrando, una mirada desde las víctimas”, expone ciertos apartes que es pertinente traer a colación y que permiten sustituir la mirada externa para sumergirse en el impacto de la víctima desde su sentir en relación al atentado. “Porque fue un ataque al corazón del Estado de derecho, a la administración de Justicia. En un Estado de derecho moderno y democrático, la división de poderes y la dignidad y el respeto igual a todos los poderes, es central. Sin embargo todavía parece que esto no hubiera sido introducido en el imaginario nacional. Por eso, la tragedia continúa y no se respeta ni la división de poderes, ni a la administración de justicia, por lo cual es posible que la tragedia se repita”. (Bidegain p.96)
Existe otro elemento pertinente para leer el momento histórico y político que se vivía durante el gobierno Turbay. Por un lado se impusieron medidas extremas contra cualquier propaganda y personajes que impulsaran la rebelión. Los militares tuvieron el derecho mediante el artículo 28 de la constitución para detener libremente a sospechosos. Para el régimen Turbay Camacho se declaró el Estado de Seguridad, hecho que creo una crisis, ya que los militares podían interrogar judicialmente a quien ellos quisieran. De otro lado, cualquier persona que se mostraba divergente, para los militares podía ser una amenaza, hecho que proporcionaba la radicalización del ambiente nacional. Tanto es así, que un artículo de Revista Semana sobre los 30 años de la muerte de Jaime Bateman, Barranquillero y fundador del M-19, se corrobora que para la época ser un estudiante, profesor o artista daba motivos para que se le relacionara con un guerrillero. Fue por eso que García Márquez se exilió en México debido al ambiente que se vivía para ese momento en el país.
Finalmente, vale la pena subrayar; que el llamado “Holocausto” fue el escenario perfecto para enaltecer el júbilo militar, robustecido y dignificado ante el pueblo y el gobierno Colombiano. Esta es una de las hipótesis claves del documento en relación a la lectura del siniestro. De esta forma se plantea el vigorizar y resurgir de las fuerzas militares, que estaban debilitadas y se sentían en una especie de constricción, ante los ataques de aquel ratón, llamado “M-19”, que tan fuertes agravios les había causado.
Samuel Kaputt