Aleksandr Dugin, ideólogo de las teorías más tenebrosas que recorren Europa y Rusia, habla sobre geopolítica, conspiraciones y… de un encuentro hasta ahora desconocido con George Soros
Se estará preguntando quién es Aleksandr Dugin, por qué es el filósofo más peligroso del mundo y, sobre todo, por qué está a punto de disparar una granada anticarro en la imagen de arriba. Lamentamos no poder dar una respuesta a estas preguntas todavía, pero si el lector aguanta hasta el final de la entrevista podrá comprobar por qué no estamos exagerando.
Dugin, un oscuro pensador ruso de 57 años envuelto en barbas dostoievskianas, presume de ser un ideólogo geopolítico muy influyente en su país que defiende la vuelta de una Rusia imperial a través del eurasianismo. Además, es un reconocido autor entre las corrientes de pensamiento ultras occidentales y sirve de embajador informal para el Kremlin de Putin.
Su tesis principal es que las grandes ideologías (liberalismo, comunismo y fascismo) están superadas por una nueva que llama populismo integral esbozada en su ‘Cuarta teoría política’ (Ed: Fides) publicada originalmente en 2012. En mayo de 2018, cuando el Movimiento 5 Estrellas y la Liga alcanzaron un acuerdo de gobierno en Italia, algunos analistas que llevaban años clamando contra el fin del sistema liberal se giraron hacia Dugin: ¡tenía razón! Esto ya no iba de izquierda o de derecha, sino del pueblo contra las “élites globalistas”.
Un año después, el gobierno populista ha volado en mil pedazos. Los motivos son diversos, pero hay uno que involucra a nuestro protagonista, aunque sea de forma circunstancial: la supuesta financiación con dinero ruso de la Liga de Matteo Salvini. En esta entrevista telefónica de más de 80 minutos, Dugin habla de la actualidad italiana, de Cataluña, de Trump y Putin… y, cómo no, de Soros.
PREGUNTA. “El cerebro de Putin“, “el Rasputín de Putin”, “El enemigo número uno de Occidente”… ¿Qué hay de verdad en todos estos titulares? ¿Quién es Aleksandr Dugin?
RESPUESTA. Todo eso son caricaturas. Soy el enemigo de la hegemonía liberal occidental porque critico sus tesis. Yo defiendo la multipolaridad y el pluralismo de las civilizaciones. No sé si existe una verdad… pero seguro que no es la verdad del liberalismo. Hay muchas cosas en común entre mi filosofía y la política estratégica de Putin. Mis libros se conocen bastante en Rusia y los rusos están de acuerdo con mis ideas. No tratamos de defender solo la identidad rusa contra Occidente. No es posible. Eso es nacionalismo, una forma de ideología del capitalismo egoísta. Hay que defender todas las civilizaciones, a todos los pueblos, pequeños o grandes, para que puedan conservar su propia identidad. En ese sentido, sí que puedo ser peligroso para Occidente y sus élites globalistas.
P. ¿Cuál piensa que es el principal error del liberalismo occidental?
R. No he encontrado ningún valor del liberalismo interesante. ¡Todos sus principios son falsos! Son mentiras que se basan en el racismo intelectual y cultural porque desean imponer los valores de una parte de la humanidad a toda… sin ¡preguntar!
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Antes de seguir con la entrevista, hay que entender la complejidad de este personaje tenebroso y fascinante al mismo tiempo. El escritor francés Emmanuel Carrère, en su biografía sobre Limonov, describió así a Dugin: “Es […] fascista, solo que no es un joven torpe y enfermizo, sino un ogro. Es grande, barbudo, peludo, anda con los pasos ligeros de un bailarín y tiene una manera curiosa de equilibrarse sobre una pierna […]. Habla quince idiomas, lo ha leído todo, bebe alcohol a palo seco, tiene una risa franca y es una montaña de conocimiento y encanto”. ¿Sus maestros? Fascistas y comunistas por igual. “Lenin, Mussolini, Hitler, Leni Riefenstahl, Mayakovsky, Julius Evola, Jung, Mishima, Wagner, Lao Tzu, Che Guevara […] y Guy Debord”.
Aleksandr Dugin (Moscú, 1962) fue un ensayista marginal hasta finales de los años noventa que teorizaba sobre misticismos. Criado en una Unión Soviética que detestaba, abrazó el fascismo como forma de rebeldía. Fundó el Partido Nacional Bolchevique junto a Limonov. Fracasó estrepitosamente. Su suerte cambió en 1997, cuando saltó a la fama por la publicación ‘The Foundations of Geopolitics: Russia’s Geopolitical Future’, un ‘bestseller’ en el que presentaba los conceptos de su teoría geopolítica: el eurasianismo.
Recuperando el orgullo patrio tras el fin del ‘homo sovieticus’, Dugin se convirtió en uno de los teóricos favoritos de los militares y de algunos políticos. En 2008, él mismo fardó de que Putin se estaba convirtiendo “cada vez más en Dugin, implementando el programa que llevo construyendo toda mi vida”. Algunas revistas internacionales, como Foreign Affairs, han mantenido este mantra titulando una pieza en 2014 “El cerebro de Putin”.
Pero los analistas que conocen la trayectoria de Dugin rechazan que sea el Rasputín de nadie: “Dugin no es ni asesor ni filósofo de cabecera del presidente Putin”, explica a este periódico Nicolás de Pedro, Senior Fellow en el Institute for Statecraft de Londres y autor de un perfil de Dugin en Letras Libres. Sin embargo, Dugin es bastante influyente y activo en otros ámbitos: “Aunque su peso político en Rusia es ciertamente limitado, su influencia intelectual no es desdeñable. Sus digresiones esotéricas pueden generar mofa o incomprensión, pero su pensamiento geopolítico se ha difundido mucho, particularmente en algunos ámbitos militares”, destaca.
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P. Señor Dugin, pasemos al motivo principal de esta entrevista: Italia. Cuando el año pasado se formó la coalición entre Movimiento 5 Estrellas y la Liga, usted dijo que era “el inicio de la gran revolución populista que iba a cambiar el mundo”. Ahora, Salvini está hundido y el centro izquierda vuelve al gobierno. Parece que ha fracasado su tesis, ¿no?
R. Desde el principio estaba claro que era un paso demasiado radical. Fue un símbolo de algo que vendrá después, una visión del futuro inevitable. El hecho de la existencia misma de este gobierno era ya un gran suceso. ¡Es posible un gobierno de populistas de izquierdas y derechas! A pesar, por supuesto, de las presiones liberales, cuya estrategia es unificar la izquierda y derecha liberal para formar el centro donde se encuentra el poder verdadero. El populismo es la respuesta orgánica al liberalismo, no la respuesta ideológica. Es decir, el populismo es espontáneo. El gobierno Liga-M5S ha dejado claro que el dominio de las élites liberales se ha acabado. Como una especie de premonición.
P. Pero ahora el Partido Democrático está en el gobierno y Salvini fuera.
R. Sí, han vencido porque los liberales tienen todo el poder en Europa y en Estados Unidos. Pero cada vez reciben más golpes. Cada día son más débiles. El ejemplo italiano demuestra que podemos llegar a la unión de los populistas y trascender políticamente esta división entre la derecha y la izquierda populista, que es el instrumento del dominio liberal. Las élites liberales manipulan y gobiernan gracias a esta división. Los populistas siempre serán víctimas de alianzas con los liberales, como va a pasar en Italia. M5S va a perder con el PD. La única posibilidad de volver a la democracia orgánica y verdadera es el retorno al populismo integral.
P. Si aplicáramos su estrategia de la Cuarta teoría política en España, habría una unión entre Vox y Podemos, algo que a cualquier español le causaría una carcajada. En Cataluña sí se han unido la izquierda y la derecha.
R. Sí, que Vox y Podemos se unan es muy improbable. También es poco probable unir al Frente Nacional en Francia con Melénchon. Lo que ha pasado en Cataluña o en Italia es muy raro, pero son pequeños ejemplos que demuestran que hay una necesidad de unirse contra los liberales. La estrategia del centro liberal consiste en exagerar las divergencias históricas entre la derecha y la izquierda populista para evitar que se unan. Tenemos que trascender esas diferencias. ¿Por qué? Porque los liberales huyen de la identidad de los pueblos y de la justicia social.
La izquierda populista debe responder una sencilla pregunta: ¿quién es su principal enemigo? ¿Los identitarios que defienden al pueblo o el capitalista que es el enemigo mortal de los trabajadores? La violencia capitalista construye su jerarquía basada en el poder del dinero. Y la misma pregunta para los populistas de derechas. A quién odian más, ¿a los trabajadores o a los capitalistas que destruyen la identidad del hombre y de la familia? La modernidad trae la pérdida del sentido de lo sagrado y lo místico. Esta mezcla de ideas se materializa en grandes pensadores como Constanzo Preve o Diego Fusaro, que comparten que esta jerarquía de los enemigos es esencial. El enemigo número uno son los capitalistas liberales.
P. Y en esa jerarquía, ¿Donald Trump para usted es un enemigo de la humanidad o un aliado?
R. Su desafío al sistema global es muy positivo, aunque su liberalismo sea malo. Trump no ha podido llevar a cabo su estrategia. Para mí es más importante que, pese a toda la propaganda y demonización de los globalistas, existan los votantes de Trump. Él representa el apoyo a la multipolaridad, la derecha más aislacionista. Trump pronuncia palabras agresivas, pero es pacífico en la práctica. No ha empezado ninguna guerra. Obama comenzó nuevas guerras imperialistas. Por supuesto que Trump no es ideal. Pero es importante que al menos propulse el populismo de derechas porque es un apoyo a nuestra visión. Las élites liberales ya no pueden gobernar el mundo como antes y Trump es uno de los grandes cambios ideológicos que lo demuestran.
P. ¿Cómo valora la política exterior de Putin?
R. Putin se halla en una posición intermediaria entre el realismo político moderno y el eurasianismo. El realista es quien pone la soberanía del estado por encima de cualquier valor, no tiene nada que ver con el globalismo. Por otro lado, existe un eurasianismo que entronca con la teoría del mundo multipolar y que he desarrollado yo mismo. El eurasianismo también influye bastante sobre la política de Putin, aunque a veces es pragmático. Putin no se comporta nunca como un globalista convencido. Putin es más cercano a Trump. Creo que Putin es medio Trump, medio Dugin.
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A diferencia de otros pensadores, Dugin destaca por ser un intelectual de acción. Combina sus teorías geopolíticas farragosas con hechos agresivos. En una entrevista en agosto de 2008, Dugin afirmó que Georgia estaba perpetrando un genocidio en Osetia del Sur y que Rusia debía responder con la fuerza. En una protesta dos días después a las puertas del ministro de Defensa, varios activistas del Movimiento Euroasiático (que él había fundado) gritaban: “¡Tanques a Tbilisi! ¡Gloria a Rusia! ¡Gloria al imperio!”. Dugin se fue a Osetia del Sur antes de que estallara la guerra y se fotografió con un una granada anticarro.
En 2014 Dugin volvió a la carga, defendiendo abiertamente el genocidio contra los ucranianos. Tras la Revolución del Euromaidán, escribió en las redes: “Deberíamos limpiar Ucrania de estos idiotas. El genocidio de estos cretinos es inevitable y obligatorio… No puedo creer que sean ucranianos. Los ucranianos son gente eslava maravillosa. Y esto es una raza de bastardos que ha salido de las alcantarillas”. Ese mismo año, fue expulsado de su puesto de profesor en Moscú tras decir: “matar, matar y matar a los responsables de las atrocidades en Ucrania”.
Pero Dugin no es un verso suelto y, aunque critique a Putin de vez en cuando, Rusia aprovecha su larga lista de contactos ultras por todo el mundo: “El Kremlin muestra una tendencia creciente a delegar algunas políticas o intervenciones de forma informal y no institucional. El valor añadido de Dugin a ojos del Kremlin es su capacidad para consolidar redes de Kazajstán a Argentina, pasando por Turquía, Grecia, Alemania, Italia, Hungría o España”, explica De Pedro, poniendo como ejemplo la infiltración de activistas próximos a Dugin en la década anterior a la guerra de Ucrania.
“Las razones del Kremlin para operar de esta manera son diversas. Estos actores actúan, en ocasiones, como multiplicadores de fuerza y, casi siempre, ofrecen al Kremlin una opción de ‘denegación verosímil’ (lo que en inglés se conoce como ‘plausible deniability’). Es decir, el Kremlin puede aprovechar lo que ofrece Dugin y otros y, si es necesario, negar cualquier responsabilidad hacia fuera (injerencias) o hacia dentro (bajas en las filas de los contratistas rusos, por ejemplo)”.
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P. ¿Qué opina de las manifestaciones en Rusia contra Putin? Macron le recordó a Putin que, a diferencia de Rusia, los chalecos amarillos que se quejan se pueden presentar a las elecciones.
R. Las protestas en Rusia se exageran mucho por la prensa de Occidente. Sí hay protestas, pero son liberales. La verdadera razón de las protestas es… el liberalismo del gobierno. Es una paradoja. Putin a veces es demasiado liberal y comete muchos errores. Su gobierno no es eurasianista. Como todos los liberales, es antipueblo y su motivación principal no es su bienestar. Al mismo tiempo, los liberales manipulan estas protestas. Pero no creo que esto represente un verdadero peligro.
P. ¿No vamos a ver una revolución en Rusia en los próximos años?
R. No, desde luego que no. Eso está fuera de cualquier posibilidad.
P. ¿Cree que Putin está consiguiendo la finlandización (Finlandia fue neutral durante la Guerra Fría) de Europa contra Estados Unidos?
R. Putin siempre ha querido tener a Europa como un polo independiente de Estados Unidos y de Rusia. Putin, en cierto modo, es europeísta. Su posición es mi posición: soy europeísta, amo los valores de la cultura europea, el arte, la filosofía… pero quiero la Europa tradicional. La Europa eterna. Putin está radicalmente en contra del atlantismo de Estados Unidos. No queremos destruir Europa, queremos reconstruirla.
P. ¿Y el acercamiento de Rusia a Europa es un éxito de Macron o de Putin?
R. La invitación de Macron y Trump a Rusia para que vuelva al G7 es el símbolo de la victoria de Putin. Occidente por fin acepta una Rusia soberana. Que el resto de líderes del G7 rechacen la vuelta de Rusia significa que Occidente está dividido. Y todo esto es el gran éxito de Putin. Muestra que la hegemonía occidental, tal y como Macron ha reconocido, se ha acabado.
P. Usted escribió un libro sobre conspiraciones que no está traducido al español. ¿De qué trataba?
R. Ese libro no estudiaba la existencia de las conspiraciones reales o imaginarias, sino la conciencia de la gente que cree en las conspiraciones. En un mundo cada vez más complejo, surgen teorías simplistas que ayudan a entenderlo. Es habitual ver que la extrema izquierda o la extrema derecha impulsan teorías de la conspiración, pero también empieza a ser muy común entre los liberales. Ven en todas partes las conjuras de Putin, los complots y la mano negra del Kremlin en las elecciones en Estados Unidos, los chalecos amarillos en Francia, los acontecimientos en Cataluña… Todo es una gran conspiración en el universo liberal. Es una simplificación ideológicamente motivada por los procesos más complejos que la conciencia habitual no puede o… ¡no quiere! interpretar bien.
P. Hablando de conspiraciones, usted dirige muchos de sus ataques contra un hombre: George Soros, el líder del “globalismo”. Si usted tuviera delante a Soros, ¿qué le preguntaría?
R. Conozco a Soros personalmente…
P. ¿En serio?
R. A principios de los años 90, Soros vino a Moscú para presentar el libro de Karl Popper ‘La sociedad abierta y sus enemigos’. Yo asistí a la conferencia. Hubo bronca porque yo dije algunas cosas: la primera, que la idea liberal de la identidad individual del hombre es totalmente opuesta a la antropología rusa. La segunda, que todas sus ideas son falsas. Al menos para los rusos. Y, por último, que su fundación sería prohibida tarde o temprano. A Soros le hizo gracia esto último… y es divertido, porque hace unos años Rusia prohibió la Fundación Soros y Putin prometió hace poco que arrestaría a Soros. Después me ha invitado alguna vez a su universidad en Budapest para hablar.
P. ¿Y qué dijo Soros?
R. Que en Rusia las revoluciones y las reformas empiezan con los liberales al frente y acaban con gente como este señor Dugin.
P. ¿Por qué cree que todas las ideas de Soros son falsas?
R. Porque las civilizaciones que no opinan como ellos están juzgadas como… ¡los enemigos de la sociedad abierta! Es una actitud de racismo ideológico. Los enemigos son siempre víctimas de un apartheid. Yo era disidente anticomunista porque odiaba el totalitarismo. Quiero que quede claro: yo soy el enemigo de la sociedad abierta, soy el enemigo del liberalismo, odio el liberalismo y lucho contra él. Esto parece suficiente para que me persigan. Yo estoy bajo sanciones americanas…
P. ¿No puede viajar a Estados Unidos?
R. No, no. Son sanciones puestas contra mí solo por mis opiniones. ¡Por mis ideas! Soy el único entre todos los rusos del mundo que está sancionado por sus ideas. Aunque parezca una contradicción del liberalismo, es su verdadera naturaleza.
P. Hace unos días, varios medios (Buzzfeed, Bellingcat y The Insider) publicaron una investigación en la que aseguraban que usted estaba relacionado con la supuesta financiación ilegal de la Liga de Matteo Salvini con dinero del petróleo ruso. ¿Qué tiene que decir?
R. Son acusaciones sin ninguna prueba. No hay hechos.
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En julio, BuzzFeed publicó en exclusiva un audio grabado en un hotel de Moscú en 2018 en el que un asesor de Salvini, Gianluca Savoini, discutía con varios rusos un plan para desviar millones de dólares provenientes del petróleo ruso a la Liga. Esta grabación desestabilizó la coalición entre Liga y M5S. Fue un terremoto para Italia. Nadie sabía quiénes eran los rusos de la grabación, hasta que hace unos días, a través de una investigación conjunta de varios medios, descubrieron la identidad de dos de ellos. Y uno era Andrey Yuryevich Kharchenko, al que Dugin tutorizó su tesis doctoral. ¿El tema? 137 páginas sobre las cualidades destructivas de la globalización, los ‘smartphones’ y los ‘selfies’.
Según la investigación periodística, Kharchenko es trabajador del grupo de extrema derecha de Dugin, el Movimiento Euroasiático, y se ha dedicado a viajar durante los últimos años junto a Dugin. En esos viajes se incluye “una visita en 2016 a Crimea para acoger a una delegación turca con un asesor del presidente Erdogan. También viajó ese mismo mes con Dugin a Ankara, usando un pasaporte que se entrega típicamente a empleados del gobierno o del estado”.
Aunque Dugin no acudió a la reunión donde se grabaron esos audios incriminatorios, un día antes se le fotografió en Moscú junto a Savoini y, con alta probabilidad, con Kharchenko (el hombre que está de espaldas), uno de los hombres que al día siguiente negociaría cómo transferirían el dinero ruso.
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P. ¿Y las fotos? Simplemente usted se reunió con ellos, ¿no? Como amigos. ¿Es Kharchenko el hombre que está de espaldas en esta fotografía?
R. No me interesa este tema. Tengo amigos en la Liga y conozco personalmente a Salvini. Estoy de acuerdo en desarrollar relaciones entre la Liga de Salvini y el Kremlin, pero de ningún modo estoy implicado en aspectos económicos. Ideológicamente, políticamente, culturalmente… Estoy a favor del apoyo de la Liga y del gobierno con Cinco Estrellas, al igual que estoy a favor del populismo europeo. Estoy bajo grandes presiones. Tengo amigos que son políticos europeos, pero ninguno es un criminal ni un dictador. Yo no quiero prohibir el liberalismo, no quiero prohibir nada, no quiero destruir o aniquilar Europa.
P. Pero sí que prohibiría la Fundación Soros.
R. Prohibiría la Fundación Soros por su acción totalitaria. Es una secta criminal. Esta fundación ha apoyado económicamente las acciones criminales y ha participado en las revueltas subversivas en Rusia. Yo no soy el único que piensa que la ideología de Soros es un totalitarismo ideológico. Hay que luchar contra el liberalismo porque quiere imponer valores a la fuerza.