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Editorial: Errores del pasado y presente en la administración

Foto: Archivo

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El gobierno actual ha navegado por aguas turbulentas desde su inicio, enfrentando críticas y escándalos que han erosionado su credibilidad y minado la confianza del pueblo. Es innegable que un presidente debe ser el guardián vigilante de la integridad y la reputación de su administración, pero parece que esta responsabilidad ha sido descuidada en aras de otros intereses.

 

La falta de experiencia en el ejercicio del poder se ha hecho evidente, dejando al descubierto grietas profundas en la estructura gubernamental. ¿Se puede atribuir todo a la inexperiencia? Quizás no, pero sí ha contribuido en gran medida a la gestación de crisis que han sacudido los cimientos del país. Gobernar una nación no es una tarea sencilla, y la transición de liderar una ciudad a dirigir todo un país es un salto que requiere una preparación y una visión que parecen haber estado ausentes en este gobierno.

 

Las advertencias sobre la infiltración de intereses oscuros en instituciones clave como la UNGRD fueron ignoradas, y ahora nos encontramos enfrentando las consecuencias. La corrupción, esa maldición endémica que parece corroer los pilares de nuestra sociedad, ha encontrado un terreno fértil en la burocracia gubernamental. Los clamores de alerta cayeron en oídos sordos, y ahora nos lamentamos por las pérdidas y los daños colaterales.

 

La UNGRD, una entidad destinada a ser el bastión de la respuesta y la prevención de emergencias, ha sido víctima de la voracidad de una mafia insaciable que se aprovecha de los mecanismos de contratación laxos para su beneficio propio. La sombra de la corrupción se cierne sobre ella, socavando su capacidad para cumplir con su misión vital.

 

Pero este no es un problema exclusivo de la actual administración. Las sombras del pasado también se alargan sobre este desafortunado panorama. Administraciones anteriores han dejado su marca indeleble en la historia de la corrupción gubernamental, y el gobierno actual parece haber caído en la misma trampa, perpetuando un ciclo vicioso de impunidad y desconfianza.

 

El verdadero error de este gobierno radica en su incapacidad para conformar un equipo de trabajo sólido y comprometido, un “dream team” que encarne las aspiraciones y las luchas de los ciudadanos que lo eligieron. La falta de liderazgo, la ausencia de una visión clara y la negligencia en la selección de colaboradores han debilitado su capacidad para implementar las transformaciones tan necesarias en nuestro país.

 

La esperanza de un cambio genuino se desvanece a medida que los escándalos se acumulan y la confianza del pueblo se desvanece. Es hora de exigir responsabilidad y transparencia, de reclamar un gobierno que esté verdaderamente comprometido con el bienestar de todos los ciudadanos. El futuro de nuestra nación depende de ello.


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