Editorial: Fracaso

Foto: Archivo
El gobierno del cambio no necesitó que el uribismo lo sacara del poder mediante un golpe de Estado ni que los medios hegemónicos continuaran maltratando su reputación. Gustavo Petro armó su corrillo de mando junto a dos personajes altamente cuestionados, implicados en múltiples escándalos de corrupción y señalados de conocer la verdad sobre lo ocurrido en las elecciones que lo llevaron al poder.
En la historia reciente de Colombia nunca se había visto un gobierno tan dividido, desordenado y con tan poca astucia y estrategia para manejar sus comunicaciones.
Petro terminó entregando su proyecto al poner en el Ministerio del Interior a un hombre extremadamente cuestionado como Armando Benedetti. Esta decisión ha generado eco entre ciudadanos, periodistas, intelectuales y activistas, quienes han manifestado una profunda desilusión.
A un año y medio de terminar su gobierno, Gustavo Petro ha convertido su gabinete en una colcha de retazos, con nombramientos de figuras ambientales y étnicas como una estrategia para desviar la atención de un gobierno que bien podría describirse como un caballo de Troya, destruido desde adentro por personas que manejan información delicada y que, a punta de chantajes, han construido su poder.
Perdió la izquierda, el progresismo y los ciudadanos que creyeron en Petro. La única realidad es que la palabra que mejor describe los constantes sismos en la cúpula del poder y la pérdida de confianza en Petro es: fracaso.