Editorial: Fractura en el Poder
En este momento, no hay nada más triste que presenciar cómo el periodismo alternativo, que debería ser un bastión de independencia y pensamiento crítico, se ha convertido en un ejercicio de sumisión y temor. La escena que se vivió ayer en el Consejo de Ministros es prueba de ello: un gobierno fracturado, sin hoja de ruta, celebrando que los vieron seis horas en televisión como si eso fuera un logro.
Lo más preocupante no es solo la evidente crisis gubernamental, sino la reacción de un sector de la prensa que, financiado con recursos del Estado, se empeña en encontrar formas para no llamar las cosas por su nombre. Un periodismo que le tiene miedo a Laura Sarabia no puede llamarse independiente. Un periodismo que prefiere disfrazar la realidad antes que cuestionarla es un periodismo mediocre.
El financiamiento estatal de medios alternativos no debería ser una mordaza ni un ancla que les impida discernir y criticar. Sin embargo, lo sucedido ayer demuestra lo contrario. En lugar de elevar la voz ante un gobierno que ha vapuleado a sus propios líderes por acomodarse a una camarilla, muchos optan por el silencio o la justificación.
Mientras Gustavo Petro defiende lo indefendible, mientras figuras como Armando Benedetti y Laura Sarabia toman el timón del barco, los espacios de poder se llenan con personas señaladas por corrupción, como bien lo ha denunciado la propia Francia Márquez. Frente a esta realidad, la respuesta de algunos medios alternativos es encontrar excusas, normalizar lo grotesco y subyugarse a los intereses de quienes manejan la pauta oficial.
Lado B no se presta para esos shows baratos ni para disculparlos. El periodismo que se respete no se arrodilla ante el poder ni endulza sus palabras por miedo a perder financiamiento. La independencia no se negocia, se ejerce. Y hoy, más que nunca, es urgente recordar que el periodismo debe estar al servicio de la verdad y no de quienes la distorsionan.