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Editorial: Reflexiones tras la final de la Copa América

Foto: Cortesía

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La Selección Colombia cerró su participación en la Copa América con una actuación digna pero insuficiente para alzarse con el trofeo. Enfrentándose a la todopoderosa Argentina, campeona del mundo, el equipo nacional mostró valentía, entrega y momentos de brillantez que mantuvieron viva la esperanza de toda una nación. Sin embargo, la derrota en la final nos deja con un sabor agridulce y, sobre todo, con lecciones importantes de cara al futuro.

 

No es el momento de llorar por la derrota, ni de conformarse con el segundo lugar. Si bien es cierto que Colombia se plantó con firmeza ante una selección liderada por Messi, y que en el balance general jugadores como Jefferson Lerma, Dávinson Sánchez y Camilo Vargas destacaron por su entrega y desempeño, el equipo careció de la contundencia necesaria para superar a un rival de tal envergadura. Las figuras clave como James Rodríguez y Luis Díaz no lograron brillar en su máxima expresión en el momento crucial, y esa es una realidad que no podemos obviar.

 

En el análisis individual, Camilo Vargas se erigió como un héroe bajo los tres palos, con intervenciones que en cualquier otro contexto habrían sido celebradas como goles propios. Sin embargo, en la jugada decisiva, el destino no le sonrió. Santiago Arias, Dávinson Sánchez y Carlos Cuesta mostraron solidez defensiva, aunque no sin errores que resultaron fatales. En el medio campo, Lerma fue un baluarte de entrega y sacrificio, mientras que Ríos dejó destellos de calidad que ilusionan de cara al futuro.

 

Pero más allá de las actuaciones individuales, lo que necesita la Selección es recomponer el camino. No basta con ser segundos; es fundamental empezar a pensar en títulos y trabajar con esa mentalidad. El talento está presente, y la capacidad de competir al más alto nivel se ha demostrado, pero la clave estará en consolidar un equipo que pueda mantener un rendimiento constante y decisivo en los momentos críticos.

 

El técnico y su cuerpo de asistentes tienen ahora la tarea de evaluar lo sucedido, aprender de los errores y fortalecer las áreas que aún presentan debilidades. No se trata de hacer cambios radicales, sino de ajustar y optimizar el funcionamiento del equipo para que pueda desplegar su mejor versión en cada partido, especialmente en los decisivos.

 

Este no es un llamado populista ni una crítica destructiva. Es una invitación a mirar más allá del resultado inmediato y a construir un proyecto que nos permita aspirar legítimamente a títulos. La Copa América ha dejado claro que Colombia tiene potencial, pero ese potencial debe ser canalizado con inteligencia y trabajo constante.

 

La Selección Colombia debe levantar la cabeza, aprender de esta experiencia y seguir adelante con la vista puesta en los próximos desafíos. El objetivo no es solo competir, sino ganar, y para ello se requiere una visión clara, una planificación meticulosa y una determinación inquebrantable. Solo así podremos celebrar, en un futuro cercano, los títulos que tanto anhelamos y que este equipo tiene la capacidad de conquistar.


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