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EL ALMA DE LOS INDIOS

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Por: Lucero Martínez Kasab (@lucerokmartinez).  Psicóloga. Magister en filosofía. 

 

La codicia de los mal llamados conquistadores de América Latina, realmente fueron unos saqueadores, debió recurrir a un truco moral para apaciguar su falsa conciencia religiosa ante la oportunidad de usar como animales a millones de seres humanos encontrados en ultramar. Decretaron que los humanos, a los que ellos llamaron indios, no tenían alma; por tal razón, podían usarlos como se usan las mulas para trabajo duro, parejo, sin descanso. Los forzaron a labrar la tierra y a cavar las minas que, junto con las enfermedades traídas por ellos, ocasionaron la muerte de millones de aborígenes y la pérdida de la dignidad como dueños de estas tierras quedando sometidos por los invasores. 

 

El concepto de, descubrimiento, usado por los europeos sobre otros humanos que vivían más allá de sus confines denotó desde el inicio de esa casualidad histórica una postura de superioridad; como si no hubiera sido suficiente para los habitantes de estas tierras existir para ellos mismos. Una posición contra la que aún lucha una parte de América Latina después de todas las guerras de independencia porque esa superioridad de los colonizadores vició a las clases sociales que se desprendieron de ellos; además de dejarnos el idioma y el cristianismo nos legaron una pugna mortal entre nosotros.

 

Las tribus indígenas que se esparcían por las cordilleras, valles, desiertos y playas al antojo y, que hoy están reducidas a resguardos para evitar su extinción han conservado después de más de quinientos años de dominación su libertad de pensamiento, su cultura; no obstante, siguen luchando por sus territorios ahora en manos de los descendientes invasores que en las ciudades sólo les dejan los andenes para que pidan limosnas; a ellos, los originarios.

 

La negación del alma, la que fray Bartolomé de las Casas defendió con vehemencia religiosa ante la Corona española rechazando el trato inhumano contra los indígenas, es una treta mental para justificar íntimamente el despojo que se hace de los derechos del otro que, iniciada en aquel entonces, sigue vigente en esta sociedad enmarañada. Gracias a este hombre bueno se salvaron culturas de miles de años que hoy nos enseñan otras maneras de vivir en armonía con la Tierra.

 

Pero, el ardid de negarle el alma al otro se fue extendiendo en América Latina de manera que ya no sólo era el indio el que no la tenía; llegado el caso tampoco la poseía el negro, la mujer, el homosexual, el hijo natural, el campesino hasta crearse una gran masa de excluidos que es usada como cosa por quienes se arrojan una supuesta superioridad humana. Así, Colombia, es un país fraccionado pidiendo reivindicaciones. 

 

Ante las elecciones trascendentales que tendrá nuestro país en el año 2022 de congreso y presidencia donde está la posibilidad de sacar del gobierno a un partido que ha regido de manera egoísta, autoritaria, fraudulenta y criminalmente se presenta una opción, El pacto histórico, liderado por Gustavo Petro, constituido por varios partidos progresistas unidos por el deseo de lograr el manejo legislativo en Colombia desde otra perspectiva de sociedad.   Sin embargo, dos centurias de negaciones del alma por la raza, la religión, el género, el origen y tantas otras condiciones hace difícil que las partes de este país que sufre se reconozcan sobre la base de la misma y común exclusión; cada fragmento colombiano tira para su lado buscando salvarse y, así, sólo conseguiremos ahogarnos todos.

 

Existen dos variables, cual de ellas más decisiva para escoger a los próximos congresistas. El fondo, que es el contenido político de cómo saldremos de esta desmoralización por tantas injusticias y, la forma, que es la manera práctica de presentar en el Tarjetón a los aspirantes al senado y cámara de representantes para que, finalmente, el elector, bolígrafo en mano, se decida y elija a quiénes llevar al legislativo. Para tal efecto se presentan dos alternativas, la lista abierta y la cerrada que no deberían llamarse así porque, la abierta, en un país tan masivamente perezoso a la hora puntual de votar, no vota, cerrando así la puerta a un cambio vital; y, la cerrada, que como un caballo de Troya introduciría de manera segura a un grupo de aspirantes –aunque hay la posibilidad de traidores- al Congreso le abriría a Colombia el camino para una trasformación. Difícil decisión la del Pacto histórico porque la lista abierta catalogada de democrática por unos, nos puede cerrar la opción de sacar al partido de gobierno del congreso y la cerrada catalogada de impositiva por otros, abriría la puerta a la mayoría para gobernar. 

 

Que otra Colombia sea posible dependerá que ambos, pueblo y representantes, sepamos que en las elecciones 2022 se iniciaría la transformación, no que esas elecciones serían de hecho la trasformación misma. No es posible, fácticamente, cumplir con los miles de anhelos sociales, políticos y económicos en una sola elección. Por ese motivo es vital que todos los sectores excluidos reconozcamos en la lucha de la mujer, de los indígenas, de los negros, de los jóvenes, de los pensionados, de los sindicalistas nuestra propia opresión y así, elijamos a los candidatos al senado o a la cámara que numéricamente vayan adelante para que se constituyan mayoría en el Congreso; lo que hará posible que los proyectos para los excluidos se concreten. ¿Qué haremos con un representante lgbti si no tiene mayoría que lo respalde o un docente, un pensionado, un joven?   

 

Es el momento donde más debe creer el pueblo en sí mismo, que es creer en las decisiones del Pacto histórico. Si la manipulación, las mentiras, las trampas le merecieron credibilidad a un líder negativo que ha sumido a Colombia en la barbarie, es el momento de creer en ese otro líder que ha hablado con la verdad, que no oculta sus defectos de personalidad, que ha defendido a los excluidos y oprimidos a través de toda su carrera política. El partido de gobierno, el uribismo, ha dejado millones de víctimas que no puede el Pacto histórico en su primera vez redimir. De manera racional cedamos el turno a las inclinaciones personales, demos paso al otro con la confianza de que ese otro nos representará, reconozcamos en el otro la propia exclusión y, seamos mayoría. 

 

En lo que les corresponde a los líderes del Pacto histórico es imprescindible que escuchen la voz del consenso proveniente de la gente; eso les daría legitimidad a sus decisiones porque el poder político está en el pueblo. Como también prestar atención a dos puntos fundamentales cuando de política se trata, elegir lo factible, lo que se puede concretar y, tener como principio rector la defensa de la vida, que Colombia no siga muriendo, lo que comienza con el aire para respirar, el agua para la sed, la tierra para comer, la comunidad para sobrevivir así, como los pueblos originarios lograron cruzar milenios juntos, unidos, todos con la misma alma.  

 

luceromartinezkasab@hotmail.com 

 


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