Por: LUCERO MARTINEZ KASAB. Magíster en Filosofía.
Hay nombres que uno los escucha y los ama de una vez conectándose con ellos como si fueran seres vivos…, y sí, lo dijo Freud, la manera como nos relacionamos con el mundo es una sola, somos con las personas como somos con las cosas, establecemos los mismos lazos y, yo a América Latina la empecé a amar como a esa persona de quien siempre nos hablan nuestros seres queridos…, porque amar no es simplemente amar al otro, es amar lo que el otro ama.
Y como amé a Francisco Miranda, a Simón Bolívar, a José Martí, a Ernesto Che Guevara, a mi abuela, a mi padre todos amando a América Latina con entrañable pasión yo también fui queriéndola y deseando que fuéramos unidos como fue el sueño de todos ellos.
La primera vez que escuché hablar sobre América Latina fue a un primo hermano de mi padre que había regresado de Cuba. En medio de una pequeña reunión familiar entre whisky y picadas sentados en un recodo de la amplia terraza de nuestra casa contaba que había conocido al Che Guevara y, que le había impresionado la determinación de la mirada del líder revolucionario con su recurrente mención sobre ella. Quedé prendada de esas dos palabras. De la noche a la mañana y no recuerdo por qué vía aparecieron entre mis manos un libro sobre el Che Guevara, otro de Eduardo Galeano y una pequeña biografía de Francisco Miranda, el venezolano inteligente y hermoso a quien admiró y de quien se enamoró Catalina de Rusia impresionada por su cultura y su pasión por liberar a América Latina de los españoles.
El amor por mi continente aumentaba con las clases de historia y geografía con aquellos nombres sonoros de sus montañas como el mencionado por Bolívar en uno de sus más bellos escritos Mi delirio sobre el Chimborazo, un volcán ecuatoriano a miles de metros de altura sobre el nivel del mar cuyas cumbres con su exuberante naturaleza lo llevaron a crear ese texto de gran valor literario por su política romántica: ¨El fantasma desapareció. Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio…¨. Cuatro años antes, en 1818, quiso el Destino que otro romántico, el pintor alemán Caspar Friedrich pintara aquél cuadro El caminante sobre un mar de nubes como si se estuviera imaginando a Bolívar de espaldas contemplando las cumbres del Chimborazo. Y ese delirio creado por las mentes de Miranda y Bolívar resurge de cuando en cuando en almas compasivas como la del nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, por la unión de América Latina.
Escuchando su discurso de posesión uno podría inferir a qué se dedicará cuando entregue la presidencia en el 2026 teniendo en cuenta esa obstinación que se manda, la misma que le permitió hacerles el quite a todos los obstáculos en su carrera a la presidencia, que no cejará un instante en buscar la unión de América Latina que, seguramente, la iniciará en este su gobierno. Petro, un convencido como Karl Marx de que el individualismo nos llevará a la desaparición regañó a América Latina por no haber sido capaz de juntarse en un momento tan crítico como la pandemia para acordar la compra más barata de las vacunas y así favorecer a la gente; condenó la dispersión de los gobiernos además de retarlos de manera frontal a tener investigación científica conjuntamente.
Y lanzó como Bolívar una propuesta con el más racional de los delirios: ¨Le propongo a la humanidad cambiar deuda externa por gastos internos para salvar y recuperar nuestras selvas, bosques y humedales. Disminuyan la deuda externa y gastaremos el excedente en salvar la vida humana¨. Nuestra selva amazónica, uno de los pocos reductos que aún se pueden llamar naturales está siendo talada para uso de la ganadería y para hacer muebles de madera ante los ojos de todos nosotros, reducimos el oxígeno por un puñado de dólares; vivimos patas arriba.
La sociedad occidental desde hace más de quinientos años invirtió la realidad, disfrazó de racional la locura de producir dinero atentando contra la vida y se ha hecho la inocente. Por eso personas como Gustavo Petro que critican o cuestionan el supuesto desarrollo basado en el daño a la naturaleza son atacadas, porque una parte de la gente no quiere aceptar que la Tierra está en el límite de soportar más destrucción y, que son parte de ese perjuicio. En el fondo no soportan vivir sin concebirse como dominadores, pero ya no pueden seguir ocultando la verdad.
América Latina unida es un delirio alcanzable por aquellos líderes que se lo propongan, ya hemos aprendido que lo que humanamente no se consigue no se debe a un designio divino, sino a la perversidad de la gente y, esta se derrota con la bondad, ya lo dijo Jorge Luis Borges ¨la maldad es estupidez, la bondad es inteligencia¨. luceromartinezkasab@hotmail.com