En medio del actual panorama político en Colombia, emerge una figura que parece desafiar las normas establecidas y trascender los límites tradicionales de poder. Laura Sarabia, cuyo nombre resuena con cada vez más fuerza en los círculos de influencia, ha comenzado a generar controversia al ser percibida por muchos como una figura que supera incluso a las propias instituciones del país.
Resulta irónico que el Presidente Gustavo Petro haya mencionado en alocuciones pasadas el peligro que entraña cuando las instituciones dejan de ser meros representantes de la legitimidad para convertirse en reflejos de pensamientos e ideologías individuales, e incluso cuando las personas adquieren mayor relevancia que las propias instituciones.
Esta paradójica situación se ve reflejada en este Gobierno, donde la figura de Sarabia ha crecido tanto que tanto a muchos usuarios de Twitter como a funcionarios les da miedo criticarla, por temor a ser etiquetados como críticos de su figura. Este temor revela que se trata de alguien que detenta tanto poder que, tal como menciona el Presidente, las instituciones terminan personificándose, perdiendo así la relación entre institución, Estado y ciudadanía. En este contexto, en el Gobierno del Cambio, Laura Sarabia se ha vuelto la institución misma, eclipsando y opacando a la institución que pretende representar. Por tanto, merece una crítica sabia y respetuosa por parte del petrismo.
Este fenómeno plantea profundas interrogantes sobre el equilibrio de poder, la legitimidad del liderazgo y el papel de las instituciones en una sociedad democrática. La creciente influencia de Laura Sarabia pone en tela de juicio la relación entre los individuos y las estructuras de poder, generando tensiones y cuestionamientos sobre el adecuado funcionamiento de las instituciones en el contexto político colombiano actual.
Por: Equipo @LadoBCol