Es el escrito confiado al mar más antiguo del que se tiene constancia
A punto de zozobrar por una tormenta a su vuelta del primer viaje al Nuevo Mundo, el 14 de febrero de 1493 Cristóbal Colón escribió en un pergamino, «con la brevedad que pedía el tiempo, cómo dejaba descubiertas las tierras que había ofrecido, y en cuántos días, y por qué camino lo había conseguido». El propio Almirante lo contó en sus ‘Relaciones y Cartas’, una vez a salvo. A quien presentase su mensaje cerrado a los Reyes Católicos prometía mil ducados «para evitar que, si lo hallaban extranjeros, no se valiesen del aviso que incluía».
Después hizo que le llevaran un gran barril y tras envolver el pergamino en un encerado, lo metió «en una hogaza de cera» y lo metió dentro, cerrando bien el tonel «con sus arcos» antes de echarlo al mar desde la ‘Niña’. «Todos creyeron que era alguna devoción», anotó.
El profesor de literatura alemán Wolfgang Struck, que recoge el testimonio de Colón en su libro ‘Mensajes en una botella‘ (Ariel), cree que el hecho de que el descubridor de América describiera con tanto detalle los pasos que dio «sugiere que no era algo obvio». Según sus investigaciones, el barril de Colón es el único cuerpo flotante con un mensaje en su interior confiado a la suerte del mar anterior al siglo XVIII. Al menos, el único del que se tiene constancia, porque hay diversas leyendas y relatos como el del filósofo griego Teofrasto de Eresos, con pocos visos de ser ciertos. Y después del mensaje de Colón pasaron 300 años sin correos lanzados al agua, al menos en Europa.
El escrito del Almirante también muestra la dificultad de preservar del agua un manuscrito, aunque el pergamino de piel de animal resista mejor que el papel. Probablemente, todos los esfuerzos de Colón fueran en vano, como considera Struck. Sin embargo, siglos después de aquel viaje aún seguían apareciendo noticias del supuesto hallazgo del barril.
El profesor de la Universidad de Erfurt (Alemania) reseña la última, de 1851, leída en el periódico alemán ‘Die Gartenlaube’ en 1855. «Un tal «capitán D’Auberville de la bricbarca Chieftain of Boston» dijo haber encontrado en Gibraltar «un barrilete de cedro (…) recubierto de conchas incrustadas» en cuyo interior había «un coco impregnado de una sustancia parecida a la goma» y dentro de este, «una tira de pergamino con un texto antiguo e ilegible» que podría tratarse de un «breve informe del puño y letra de Cristóbal Colón».
Un experimento legendario
En ‘Mensajes en una botella’, Wolfgang Struck narra el proyecto científico del explorador Georg Neumayer en el siglo XIX para desentrañar los secretos de los océanos a través de correos embotellados lanzados al agua desde distintas partes del mundo. Neumayer recopiló una singular colección de más de 600 mensajes que en su día surcaron los océanos en el interior de botellas y que sirvieron para calcular las corrientes oceánicas. Pegados en las páginas de cuatro voluminosos álbumes, se conservan en la biblioteca de la Agencia Federal Alemana para el Transporte Marítimo e Hidrografía en Hamburgo. Para Struck, que salpica el relato de anécdotas, casos y referencias históricas y literarias, estos mensajes siguen fascinando «porque una carta en una botella al mar nunca ha sido solamente un objeto de estudio científico». Todas las personas que lanzaron, encontraron, remitieron o analizaron estos escritos dejaron un rastro en ellos.
En periódicos españoles, como ‘La Nación‘, ‘El Balear’ o ‘La revista salmantina’, dieron la noticia en febrero de 1852, citando a un diario americano, al cual le dejaban la responsabilidad de dicha información. Según éste, el capitán del buque ‘Chieftain’ se hallaba en Gibraltar el 26 de agosto de 1851 para reparar su navío, pasó el Estrecho y se detuvo en la costa africana en busca de «algunas curiosidades geológicas». Al regreso, la impetuosidad del viento exigió más lastre en la embarcación y uno de los marineros, al levantar una piedra para tal fin, comprobó con sorpresa que pesaba menos de lo esperado.
Había dado por casualidad con «una caja de cedro bastante envejecida» en cuyo interior halló «una nuez completa de coco, perfectamente cubierta de resina, y que contenía un pergamino en el que había una porción de caracteres góticos cuasi ininteligibles». Cuando llegaron a Gibraltar se lo enseñaron a un librero americano «y este ofreció por él 500 duros, que no quiso admitir el capitán».
El texto, según los diarios, decía: «Imposible me parece poder resistir por más tiempo a la deshecha tempestad que nos abruma. Nos hallamos entre España y las islas de Oriente. Si la carabela zozobra, que alguien pueda hallar este documento. A Fernando e Isabel. Fechado en 1493. Está firmado con mano firme y rápida, Cristóbal Colón».
Se desconoce el paradero de «esta reliquia preciosa» para la prensa española de la época que, como ninguno de los rumores anteriores, resistió un examen más minucioso, según Struck. «Hoy en día el barril sigue desaparecido y nadie ha reclamado los mil ducados de recompensa prometidos», escribe en ‘Mensajes en una botella’.