Los muertos por la Segunda Guerra Mundial se cuentan por millones, esa es también la cifra de las historias detrás de ese genocidio cuyas cenizas seguirán esparciéndose por la memoria de la humanidad hasta el fin de los días. De entre esas historias sobresale la de un hombre que detectó el peligro político en momentos difíciles – precisarlo, requería realmente de un gran talento, una formación cultural muy densa porque era enfrentar un fenómeno humano sobre el cual no existía mucha literatura- cuando ya se encontraba en el momento de mayor fecundidad de su pensamiento el mismo peligro que él había avizorado gracias a su agudeza intelectual, a su gran intuición, a su capacidad crítica y a la de sus amigos lo llevó al suicidio cuando estaba en la frontera de la libertad; se llamaba Walter, de apellido, Benjamín, Walter Benjamin, un filósofo alemán acosado por un peligro que se llamaría nazismo.
De familia acomodada, debido a un mal matrimonio –la peor ruina de los seres sensibles-, a una indecisión para irse a otro país por solicitud de su más grande amigo y a la incultura fría de los académicos que no entendieron su obra impidiéndole acceder a una cátedra universitaria como profesor, terminó sus días recibiendo dinero de algunos amigos sin mucha disposición de ayudarlo y escribiendo en un periódico su brillante postura ante el concepto de historia. Y, la historia, la modernidad, el capitalismo, el nazismo incipiente, su origen judío, su formación filosófica, su sensibilidad lo van eligiendo para que sea él quien renueve el concepto de historia, la apreciación estética, la crítica literaria y nos diera la voz de alarma ante el tiempo del peligro.
Dentro de sus tesis más interesantes hay dos referidas a nuestra época en este siglo XXI: el del estado de excepción y el de entregarse como instrumento de la clase dominante. El primero lo enuncia así “la tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción es en verdad la regla” y, el segundo, “en cada época es preciso hacer nuevamente el intento de arrancar la tradición de manos del conformismo que está a punto de someterla (…) tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si este vence”.
Luis Arizmendi, un reconocido pensador contemporáneo mexicano analizando y comentando la obra de Walter Benjamin en referencia con el nazismo que persiguió al filósofo alemán, hace énfasis en que estos son tiempos de peligro político encontrando similitudes muy inquietantes en relación con la barbarie irreductible a la Segunda Guerra Mundial, los estados de excepción “que intenta hacer ley la violación de todas las leyes”. La violación de todas las dignidades humanas que hace a los sujetos seres oprimidos es un anuncio de Walter Benjamin para este futuro organizado alrededor del capitalismo –no es sólo un fenómeno del nazismo-, porque, el capitalismo, necesitará del estado de excepción para poder esclavizar aún más a la gente.
Nos dice Arizmendi con respecto al nazismo que los críticos del mito del progreso entre ellos Benjamin, Holheimer, Adorno, Marcuse, Bloch de la Escuela de Frankfurt –todos se exiliaron, menos Benjamin, que no alcanzó- también denunciaron que “si la civilización podía ser convertida en un cementerio también era porque los dominados modernos tomaban posición por la barbarie, nunca, tan claramente, una nación completa ha sido responsable de un genocidio como la Alemania nazi; todos sabían lo que estaba pasando”.
Ante la barbarie la no posición no existe. Si se opta por un camino se desechan otros. La no posición es el sujeto dominado cómplice porque en el tiempo del peligro se está obligado a asumir la responsabilidad histórica. Hacer o no hacer define el porvenir como la entrega sumisa de París ante la invasión nazi de mayo de 1940. Walter Benjamín estuvo convencido de que la esclavitud moderna es imposible sin complicidad. En la búsqueda de su modus vivendi el dominado se integra a la explotación. El absolutismo no acabó en Alemania en 1945. Si algo nos avisa Walter Benjamin es que la sociedad moderna se tornará cada vez más despótica porque, para vivir en medio de la competencia del capitalismo, habrá presión de unos sobre otros desde los amplios espectros políticos y económicos.
La multitud colombiana que no se ha pronunciado ante la represión de este gobierno contra nuestra juventud indefensa y, que en su fuero interno se siente una débil víctima atrapada es, por el contrario, una dominada cómplice de toda esta barbarie. El totalitarismo es una subjetividad que se puede dar en cualquier parte, nos dice el profético Walter Benjamin, un hombre que aspiraba a que cuatro lunas iluminaran la noche. luceromartinezkasab@hotmail.com