El Zebra es un pionero del rap colombiano, quien intenta seguir adelante con su carrera musical pese a su pasado atado a la indigencia y las drogas. Hoy en día trata de revivir esas épocas junto a sus compañeros de La Etnia, grupo con el que empezó.
Por: Camilo Lorduy.
Desde la otra esquina del parque se ve llegar a El Zebra, tiene puestos unos pantalones sucios, un tapabocas de tela gris y una camisa desgastada que sirvió en algún momento para promocionar una marca de agua embotellada. Lo acompañan dos amigos que tienen mientras camina tambaleando torpemente. Miguel Onofre, más conocido como El Zebra, es un intérprete bogotano de hip hop, exintegrante del grupo La Etnnia, conformado a principios de los años ochenta en el barrio las cruces.
A las dos de la tarde, cerca de 15 personas hacían freestyle y esperaban la llegada de más gente. Ellos nunca esperaban que llegara El Zebra, chiflando y saludando con gestos a todo el mundo, caminando con pasos torpes y una gran sonrisa que mostraba sus dientes, casi completos. Nadie pensó que ese sería uno de los raperos pioneros del rap en Colombia.
Su trayectoria en el rap fue corta pero contundente, pues el grupo La Etnnia se ganó un importante espacio en la escena emergente del rap colombiano de ese entonces. En la actualidad, sus canciones se conservan como clásicos entre la comunidad hiphopera; tienen el respeto de la escena por su autenticidad y su pasión al momento de narrar sus escritos en los que retrataban lo que se vivía a diario en los barrios bajos de Bogotá.
Lleva consigo una lata de cerveza, que aparentemente no es la primera; pero a nadie parece importarle. Lo que pasa es que, al igual que carga su cerveza y se aferra ella, El Zebra, como nos contó esa tarde, también carga con su pasado, inundado de malas decisiones.
El Zebra dejó La Etnnia debido a su problema con las drogas, en especial con el bazuco. Desde ese entonces pasaron 13 años de su vida en los que se despertaría y acostaría a la deriva, acompañado solamente de una cobija, su pipa y sus fósforos. Tuvo sus regresos esporádicos a la música, pero siempre recaía en el mismo círculo de errores. Hoy en día, ya ha podido superar esa gran adicción y está en proceso de lanzar de nuevo su carrera musical. Sin embargo, su físico es aún un reflejo de los efectos ocasionados por esta etapa de su vida.
Los raperos como El Zebra, al ser intérpretes de sus poemas, resaltan el lograr conectar esa expresividad con el público y esto es tal vez lo único que no perdió: su habilidad para declamar. A pesar de su pronunciación decaída y elongada, rastro que dejaron las drogas, desaparece cuando rapea o habla sobre la música.
Hablar con El Zebra es igual de entretenedor que confuso, pues su constante movimiento y ademanes de ansiedad, hacen parecer que estuviera danzando. Esto llama la atención cuando empieza a divagar, habla sobre el daño que causa la violencia, de sus primeros pasos en la música, de su superación, de su primera novia y de varios otros temas que va entrelazando en la conversación hasta que pierde su foco y termina haciendo cualquier broma que hace estallar de la risa a todos. Hasta cuando no sabe lo que está diciendo, sabe cómo cautivar a la gente.
Su baja estatura, su ropa malgastada y su alopecia extendida hasta una corona brillante dónde conservaba un modesto bulto de pelo, hacen que parezca mucho mayor. Pero ebrio y dando tumbos entre personas rapeando y grupos a los que a pesar de la pandemia, iba a pedir que le pasaran el porro, hacen ver que El Zebra sigue siendo un niño, apasionado por el arte y el ocio. Tal vez sea por esto que no haya dejado de recitar tan bien, porque, como un niño, se olvida de todo al centrarse en lo que siente, se ausenta del momento para expresar con llanto todo lo que lo abraza y lo ahoga.
A las seis de la tarde ya habían empezado las batallas y El Zebra estaba sentado con la boca abierta y los ojos desprendidos de un objeto fijo, en este momento sus amigos lo llevan por sus hombros y se van por la misma esquina por donde vinieron. Esas dos personas se van con un gran talento, desperdiciado por mucho tiempo, pero vivaz como siempre, su esencia sigue ahí, y mientras siga, siempre habrá una oportunidad para ponerla por encima de su voluntad destructiva. Esto es un ejemplo de superación, lenta pero con buen rumbo, pues el rapero ya está grabando sus últimos versos para su próximo disco. Sigue con sus ganas de transmitir su realidad y mientras esté su voluntad de hacer arte, su obra es de admirar pues, como dice él mismo en su canción Noicanicula, “nadie lo narra mejor que Zebra” .
*Hoy en día en Zebra está recuperado y cantando en giras por todo el país.