Hanna, la japonesa que transformó su gratitud en una jornada de limpieza en el mar de Santa Marta

Por: Guillermo Morán Robledo. (@GuillermoMoran1 en X)
Tras dos años en la ciudad, la voluntaria se despidió liderando una iniciativa ambiental en la playa Genemaka y promoviendo la protección de los ecosistemas marinos.
Santa Marta. En el año 2022, durante un partido de la Copa Mundial de la FIFA en Catar, una imagen se volvió viral en todo el mundo. Un grupo de hinchas japoneses fue captado limpiando y recogiendo la basura al finalizar el encuentro en el que su selección venció a Alemania por dos goles a uno.
Aunque el marcador fue histórico, lo que realmente impactó fue el mensaje que dejaron los aficionados nipones sobre la importancia de dejar cada lugar igual, o mejor de como lo encontramos.
Fiel a esa cultura oriental de respeto y agradecimiento, es la historia de Hanna, una joven japonesa que llegó hace dos años a Santa Marta a través de un programa de voluntariado para realizar una pasantía en la facultad de Ingeniería pesquera en la Universidad del Magdalena, donde se dedicó al análisis de indicadores ecológicos y al estudio de los recursos marinos aprovechados por las comunidades pesqueras artesanales del departamento.
Durante la jornada, Hanna y el grupo de voluntarios que atendió su llamado lograron retirar cerca de 300 kilos de basura del mar y la playa de Genemaka, en Taganga.
Hoy, cuando Hanna está a punto de regresar a su país, no quiso despedirse sin dejarle algo a la ciudad. Por eso, el pasado 11 de octubre, lideró junto a 62 voluntarios una jornada de limpieza en la playa Genemaka, en Taganga, el tradicional poblado de pescadores ubicado a quince minutos al norte de Santa Marta.
La actividad fue todo un éxito. Entre el mar y la playa, se lograron sacar cerca de 300 kilogramos de basura, en una acción que no solo limpió a Genemaka, sino que también sembró conciencia entre los pobladores y bañistas, sobre la importancia de preservar los ecosistemas marinos.
Cuando se le pregunta qué la motivó a realizar la jornada ambiental, Hanna cuenta que lo hizo movida por su amor al mar y por el profundo agradecimiento que siente hacia Santa Marta, una ciudad que —dice— le dio mucho más de lo que imaginaba. Al principio no esperaba una gran asistencia, pero contrario a sus expectativas, la respuesta fue masiva. Decenas de samarios, turistas nacionales e incluso un voluntario brasileño atendieron su llamado, demostrando que el ejemplo, la gratitud y el respeto por el entorno son valores que trascienden idiomas y fronteras.
La japonesa licenciada en agricultura y con maestría en ciencia medioambiental, es consciente que su actividad, aunque significativa, no basta para resolver un problema con raíces encarnadas. Hanna está convencida que la educación ambiental y la cultura del ejemplo, son herramientas esenciales para generar un cambio real y duradero en la manera de como las personas se relacionan con su entorno.
“Debemos enseñar a los niños, pero también a los adultos. Los más pequeños copian lo que hacen los mayores, entonces pienso que ahí está la clave para tener una ciudad y unas playas más limpias” afirmó Hanna en un español bastante fluido.
La japonesa lamenta que, pese a la inmensa belleza del mar de Santa Marta, muchos aún no lo cuidan como debería ser. “Santa Marta tiene un mar muy lindo —dice—, pero si no lo cuidamos, un día todos lo lamentaremos”.
Lo que dice Hanna no es exagerado ni fatalista. Santa Marta produce en promedio 526 toneladas de basura al día, una cifra que la ubica por encima del promedio nacional en generación per cápita de desperdicios y que se dispara en las temporadas turísticas altas.
La realidad demuestra que la infraestructura de recolección de basuras en Santa Marta no ha crecido al ritmo que exige una ciudad que, al finalizar el año, espera haber recibido entre 700.000 y 850.000 visitantes, según proyecciones realizadas en enero por la Asociación Hotelera Colombiana (Asotelca).
Las campañas de reciclaje y educación ambiental promovidas por las distintas administraciones, aunque bien intencionadas, resultan insuficientes frente a la evidente falta de cultura ciudadana y conciencia ecológica, una combinación que mantiene a la ciudad fundada por Rodrigo de Bastidas en 1525 ante una latente crisis de basuras.
Con la tranquilidad del deber cumplido, pero con la preocupación de saber que falta mucho por hacer, Hanna se despide con el anhelo de regresar a esta ciudad que le dejó, para siempre, la arena y el mar grabados en su piel.
“Santa Marta me encantó y espero volver algún día… “Matane” またね!