La corrupción y el supertibio de Gustavo Petro

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Por: Jorge Enrique Robledo, exsenador de la República.

 

Pésimo nos va a los colombianos con la corrupción en el gobierno de Gustavo Petro, cáncer que demostraré en este artículo y corrupción que se agravó mucho en Colombia con el Frente Nacional (1958), que impuso como derecho de los gobernantes y los políticos enriquecerse con los recursos públicos, plata destinada también a comprarse electores con clientelismo o en efectivo.

De ahí que Colombia esté muy mal calificada en corrupción, según Transparencia Internacional, que la define como “el abuso del poder en beneficio privado”, sea que se viole la ley o que la ley autorice las corruptelas.

El primer escándalo por corrupción del gobierno de Gustavo Petro lo generó su hijo, Nicolás, hoy procesado por seis cargos diferentes. Y el último es la acusación del Consejo Nacional Electoral a Petro y Ricardo Roa por violar la Ley 996 de 2005.

De las mayores corruptelas se han dado en la UNGRD, con petristas y no petristas amigos del gobierno. Y con un exministro de Hacienda acusado de comprarles sus votos a unos congresistas, pagándoles con hacerles inversiones en sus regiones.

La corrupción en el Fomag –contra la plata de la salud del magisterio– está montada sobre un sistema de contratación sin licitaciones, seleccionando a dedo, mecanismo que adoran los petristas favorecidos.

Muy bien le ha ido al magnate Euclides Torres, que tanto respaldó al candidato Petro. Porque sus contratos oficiales van en 250 mil millones de pesos y un socio suyo es superintendente de transporte. Y es un gran negocio de Euclides instalar paneles solares, que tanto le gustan a Petro.

De Benedetti basta con recordar sus problemas legales y lo que él mismo ha confesado, además de su gran cercanía –endulzada con harta plata– con Euclides Torres.

Siguen sonando las denuncias contra Ricardo Roa, presidente de Ecopetrol, sobre su muy costoso apartamento y sus cruces con los petroleros Serafino Giácono y William Vélez, al igual que por un contrato de Ecopetrol en Nueva York, el cual, sin explicaciones –ni a la junta directiva–, se encareció de 875 mil dólares a 5,8 millones.

Continúa protegida por el gobierno Juliana Guerrero, que intentó posesionarse viceministra con títulos universitarios falsos, que viajó ilegalmente en helicópteros de la policía y que representa a Petro en el Consejo Superior de una universidad pública.

Petro mantiene en su cargo a César Palomino, director de la Agencia Jurídica del Estado, aunque le adjudicó un contrato por 2,2 millones de dólares a la trasnacional HHH, que lo ganó apoyada en una empresa fantasma y engañando en sus posiciones.

Muy sospechoso es el negociante español Xavier Vendrell, a quien Petro nacionalizó colombiano en solo tres semanas y recibió un aporte para su campaña presidencial de 500 millones de pesos, de un colombiano preso por contrabando en Portugal.

Petro tiene un embajador que no se ha posesionado, pero al que el gobierno ya le pagó 34 mil dólares.

Tras 41 meses de gobierno, Petro no ha convertido en norma legal ninguna de sus promesas electorales anticorrupción.

Y Gustavo Bolívar dijo que Petro ganó la presidencia porque le vendió el alma al diablo, figura que significa que ganó con el apoyo de muchos de los peores políticos y ha gobernado con bastantes de ellos.

 


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