Por: LUCERO MARTÍNEZ KASAB. Magister en filosofía
Con esa inclinación hereditaria a que resuenen las palabras dentro de mi corazón, un día escuché en medio de mis dibujos a escondidas en las clases del colegio, unas de la profesora que me hicieron levantar la cabeza y poner atención a lo que decía; fue una frase llena de encanto que no olvidé jamás: ¨Hammurabi, rey de Babilonia, nació en Ur de Caldea entre los ríos Tigris y Éufrates…¨
Para mí fueron palabras de siglos cargadas de tantos significantes que las amé una por una y a todas unidas como si ellas fueran mis antepasados y recorrieran mi sangre haciendo eco cinco mil años después. Y como para terminar de hechizarme ella finalizó la frase diciendo ¨…, cerca de Bagdad…¨; ahí si quedé por fuera del salón mi imaginación surcó los espacios hasta el medio Oriente buscando los cuentos de hadas de Las mil y una noches repitiendo en mi mente Bagdad, Bagdad, Bagdad en verdad existe, eso me hizo muy feliz.
Y yo que adoraba la clase de geografía porque me hablaba de lo que iba conociendo con mi padre los páramos, las cordilleras, la llanura, las bahías escuchar esos nombres extraños de los ríos Tigris y Éufrates me sedujo tanto que imaginé que eran como dos largos dinosaurios hechos agua en medio del desierto. Y esa ciudad Ur, en Caldea…, ¿cómo una ciudad podía llamarse Ur? Así de cortica, así de primitiva, así de bíblica; Ur, acompañada de otra sonora impregnada de siglos, Caldea; Ur de Caldea, me pareció hermosísima. Sin embargo, fue el nombre de él, del rey y el de su ciudad mítica los que amé en ese instante: Hammurabi, rey de Babilonia.
Babilonia, fue una importante ciudad del 2300 a.c., centro de comercio y arte de la antigua Mesopotamia, lo que hoy es Irak, la que fue destruida por los bárbaros norteamericanos con su invasión en el 2003. Y…, el rey Hammurabi, ¿por qué tan importante para sus súbditos y aun para nosotros? Porque de él es el primer código de justicia que se conserva en la historia de la humanidad.
Una frase ejemplifica su sabiduría que provino de los dioses: ¨He hecho justicia con el pobre, con el huérfano, con la viuda y con el extranjero…¨ Así de antigua es la defensa que un tercero debe hacer de los indefensos. Por eso es tan monstruoso cuando los Estados de hoy en día carcomidos por la corrupción, la delincuencia y el neoliberalismo destruyen a sus pueblos, porque están traicionando una evolución ética que ha llevado miles de siglos en decantarse buscando preservar la integridad del desvalido.
Colombia ha elegido como presidente a Gustavo Petro, el primero en la historia de la república de una ideología basada en la concepción del Estado como la gran institución mediadora entre las personas; apostando a que haya beneficios equitativos para todos más allá de las capacidades económicas de cada individuo. Su plan de gobierno se centra en la justicia social bajo el nombre de Colombia, potencia de vida; el presidente electo comprendió que este país está repleto de desvalidos que necesitan de esa justicia.
Llegó con Francia Márquez de vicepresidenta, con su nombre que denota la colonización europea, carne y huesos discriminados, violentados y sufridos, una mujer nacida en una zona olvidada del departamento del Cauca exuberante en su vegetación que la hizo sensible desde niña para que la defendiera de la depredación del mal llamado progreso; una naturaleza indefensa buscando ayuda en un ser humano en iguales condiciones, pero Francia creció y desde hace años cumple con la defensa de la naturaleza y tendrá a su cargo el ministerio de la Igualdad.
La ideología de izquierda llega de la mano de esta pareja al poder político de Colombia después de que la derecha la dejara tras doscientos años con millones de muertos, ríos de lágrimas, soledades inmensas por eso el pueblo colombiano saltó de alegría entre chillidos de mujeres y varones que corrían enloquecidos buscando la puerta de la calle para poder dar rienda suelta a la histeria de vivir como nunca hasta hoy, el triunfo de un presidente con afecto por los pobres.
Tres grandes ejes tiene el Plan de gobierno de Gustavo Petro: la consolidación de la paz que Iván Duque despedazó, la justicia social y la justicia ambiental. Su paso durante su juventud por un grupo rebelde al gobierno le hizo vivir los rigores de la clandestinidad incluyendo la tortura y constatar el daño que las luchas armadas le hacen a un país, una de las razones, tal vez, junto con su vida como congresista, para defender de manera tan convencida la paz entre los grupos insurgentes y el gobierno. Y, economista como es, sabe sin ninguna duda, que la estabilidad política de un país es requisito indispensable para su desarrollo económico; por eso la implementación debida del proceso de paz es su primera preocupación. Como segundo frente toma la justicia social recogiendo el clamor de la multitud pobre por el mejoramiento de la capacidad económica para alimentarse bien, sostener la salud, adquirir educación y vivienda digna y, tercero, la justicia ambiental -área donde realizó una especialización-, que es una inquietud que comparten los grandes líderes mundiales por el evidente daño global del clima.
Este Plan de gobierno sigue una lógica relacionada con el sostenimiento de la vida, preocupación central de Gustavo Petro que une el sostén de la vida política, que es la paz; el sostén de la vida del pueblo, que es la justicia social y, el sostén de la vida del Planeta; un razonamiento de profundo sentido ético porque implica el respeto por el ser humano y por la Naturaleza.
Seguí los discursos de Petro a todo lo largo de su campaña, me fue atrayendo su ética con el pobre, el huérfano, la viuda y el extranjero…, Hammurabi, rey de Babilonia, cinco mil años después tu idea de justicia ha llegado a Colombia a través de una mujer y un hombre sencillos, del pueblo, que pretenden transformar nuestra historia, ilumínalos con tu sabiduría que fue como el sol de Ur de Caldea. luceromartinezkasab@hotmail.com
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