El presidente Gustavo Petro tiene hoy la oportunidad de erigirse como un verdadero demócrata en la escena latinoamericana. Por su parte, el presidente de Chile, Gabriel Boric, comienza a consolidarse como el líder más ecuánime de la región.
Sin embargo, el golpe que la izquierda latinoamericana ha recibido debido a Nicolás Maduro es inmenso. Hoy hemos sido testigos de una nueva generación de ciudadanos con consciencia política que no se identifican con la izquierda simplemente por tradición, sino que actúan con una clara visión social.
Estas personas están exigiendo que Maduro renuncie y deje de utilizar su poder para engañar al pueblo, sin garantizar elecciones libres y justas. En contraste, el sector más extremista de la izquierda ha salido a apoyar a Maduro, ignorando el sufrimiento de los venezolanos que han tenido que abandonar su país en busca de oportunidades y libertad de expresión.
La exhibición del régimen de Maduro ha sido grotesca y alarmante. Es digno de celebración que ciudadanos de diversas corrientes políticas, especialmente aquellos que se consideran de izquierda, hayan alzado su voz contra la dictadura de Nicolás Maduro, defendiendo así los derechos humanos y la dignidad de los pueblos.
Hoy, esos nuevos líderes políticos son cada vez más visibles en las redes sociales, y su mensaje es claro: más allá de la ideología, lo fundamental es defender los derechos humanos. El presidente Petro tiene la oportunidad de alzar su voz y demostrar que es un verdadero demócrata, al igual que Boric. O, por el contrario, podría optar por el silencio y, con ello, aliarse con una dictadura simplemente porque representa una ideología que constituye su identidad.
La decisión del presidente Petro es crucial. Debe optar por ser ecuánime y exigir garantías para el proceso electoral venezolano o, en cambio, celebrar y encubrir un régimen que ha socavado la dignidad y los derechos de un pueblo que hoy clama por justicia en las urnas, anhelando que su voz sea realmente escuchada.
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