Por: Lucero Martínez Kasab. Magíster en filosofía
Hace unos años un poco reacia a entrar en las redes sociales porque pertenezco a generaciones anteriores a la aparición de la Internet, me tocó hacerlo para difundir un proyecto relacionado con el arte dramático para niños, jóvenes y en general para los seres humanos cuando de vencer la timidez, mejorar la autoestima o dar cauce a la expresión artística se trata. En una de esas redes descubrí un mundo fascinante enfocado en el campo político, dejando atrás la frivolidad de otras dedicadas a la egolatría.
Al entrar a la red como si se abriera el telón de un teatro apareció una batalla campal de la Edad Media llenándome de admiración. Era una ciudad amurallada con su ejército defendiéndose del pillaje de feroces hombres que la tenían sitiada lanzándoles flechas, teas prendidas y catapultas con inmensas piedras con tal de destruir la fortaleza. De pronto, algo llamó mi atención: uno de los soldados que defendía la ciudad cayó desde lo alto a los pies de los asaltantes, temí lo peor, lo van a destrozar, me anticipé, sin embargo, una joven de entre los bandidos salió a socorrerlo y detrás de ella un hombre fuerte que la ayudó a arrastrar al soldado para llevarlo a un sitio donde atenderlo.
¿Cómo es posible eso?, pensé y, al mirar en lo profundo de la escena pude observar la ciudad por dentro, la realidad era otra: hombres esclavizados, mujeres violadas, infantes desnutridos y abandonados…, el ejército no defendía al pueblo, al contrario, lo tenía secuestrado y, lo que me pareció una horda de salteadores era en realidad un grupo de valientes que trataban de liberar a su pueblo de aquel gobierno perverso; tan difícil resulta a veces leer la realidad. Como difícil convencer a los esclavizados que ese gobierno con su ejército en realidad los tiene sojuzgados, que en su ingenuidad creen que los están defendiendo de los bandidos.
Ese bloque de aparentes asaltantes es la mal llamada Barra brava o bodega pagada del petrismo, un grupo de mujeres y varones muy jóvenes que libremente por convicción defienden el proyecto político del candidato progresista en las elecciones por la presidencia de Colombia, el día 19 de junio de 2022. Luchan denodadamente por terminar el bachillerato o unos años técnicos en una universidad aun cuando tengan el talento y la pasión para cursar carreras profesionales; debieron conformarse con ese nivel intermedio y, hasta lo agradecen porque, miles de adolescentes ni siquiera pueden llegar a esos grados de educación.
Y, sí, están bravos, muy bravos con justificada razón porque, los gobiernos de Colombia mantienen una muralla inexpugnable para la gente de escasos recursos dejándolos por fuera de una buena educación, de jubilación, de salud; una discriminación impúdica que, cada vez más, agranda el sector de los marginados.
Estos jóvenes con la conciencia de clase bien asumida entendieron que era imposible para ellos llegar a expresarse por los medios de comunicación tradicionales, porque sus dueños, socios o accionistas encarnan y difunden la moral de la clase dominante que es excluyente, acaparadora, esclavizante entonces, se volcaron sobre las redes sociales, una opción que les ha permitido expresarse con un sentido crítico sensible, inteligente, mordaz, serio sobre diversos aspectos de la vida, principalmente de la política con toda la fuerza que da sufrir la injusticia social. Así han ido quitándole a la clase adinerada el manejo sesgado de los hechos políticos que ha sido perverso porque mantiene al grueso de la sociedad cercada de mentiras donde solo ellos, los dominantes, tienen las llaves de la ciudad.
Esta juventud contestataria lucha contra un sistema que tiene siete cabezas que es el gobierno con todas sus instituciones corrompidas y, los medios de comunicación privados, desde donde parten los distractores para que los menos favorecidos nunca se enteren cómo su pobreza es la riqueza de los poderosos. De estos medios tradicionales se desprendió hace un par de años una disidencia periodística mayor de cuarenta años que también haciendo uso de la Internet, se distanció de las instituciones donde trabajaban creando sus propios espacios oxigenando el periodismo; pero no pudieron desprenderse de las animadversiones aprendidas de sus anteriores mentores hacia la nueva generación de críticos procedentes de estratos económicos más bajos que, por eso mismo, por el padecimiento tan prolongado de la exclusión, reprochan más profundamente a los tradicionales y a los disidentes periodísticos la obstaculización de una verdadera transformación política y social en Colombia.
La disidencia periodística protagonizada por los mayores de cuarenta años incurre en el mismo grave error con los youtubers y twiteros que algunos padres de adolescentes: no les ceden espacio para que crezcan y se desarrollen. Empiezan a sentir ansiedad de ser perseguidos cuando son criticados o sobre pasados en talento por este bloque de jóvenes contestatarios que lo que está solicitando es ayuda para frenar a la prensa tradicional afín con el autoritarismo, solidaridad para salir adelante en la vida, para detener las masacres a través del apoyo a una opción política que, a todas luces, está enfocada en los menos favorecidos de Colombia.
Los avances emocionales en la sociedad se logran cuando las subjetividades de los padres y madres viven con empatía la eclosión de los hijos; cuando dejan de vivenciar el crecimiento de la descendencia como un desplazamiento de sus lugares. Cuando al recordar sus propias expectativas al crecer permiten de manera solidaria que los hijos tengan autonomía, abriéndoles espacios de discusión y toma de decisiones. Concediéndoles un estatus de interlocutores válidos; que es lo que no quieren hacer los disidentes periodísticos mayores de cuarenta años con los youtubers y los twiteros despreciándolos por meras cuestiones de forma sin reparar que el contenido de las protestas son justas, cargadas de dolor y desesperación porque están en la orilla social, porque están aburridos de la injusticia que ellos, la disidencia de más de cuarenta años jamás ha sufrido.
La fuerza de la juventud es un caudal irreprimible contra una sociedad que no la sabe absorber, hay que abrirle canales para que circule y crezca y no se desborde. Cada generación debería reconocer cuándo es el momento de irles cediendo el lugar a las nuevas o, compartir los espacios para que así la sociedad se enriquezca. Muy injusto y peligroso para la vida de los jóvenes contestatarios que uno de esos periodistas alrededor de los cuarenta años los haya expuesto como una ¨bodega¨ paga al servicio de un candidato.
Lo que pude observar en esa batalla campal como de la Edad Media fue a un grupo de guerreros y guerreras con una mística tan profunda, que, junto con otros frentes, están a punto de cambiar a través de Internet, la historia de esa ciudad amurallada.
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