En un buen tramo de las incontables infamias del siglo XX, el más terrible de la historia de Occidente, como lo advirtió el filósofo británico Isaiah Berlin, figura un genocida que acaba de cumplir cien años de una vida desalmada en la que, como paradoja, se ganó el Nobel de la Paz en 1973, y tiene a sus espaldas millones de muertos en conflictos de alta y baja intensidad. Hablamos del exsecretario de Estado y exconsejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, el judeoalemán y gringo Henry Kissinger.
Cien años de una existencia manchada de sangre. El centenario de un genocida que fue cómplice, coautor y actor de mortandades inauditas en Asia, África y América Latina. Por supuesto, no debe celebrarse el cumpleaños de un criminal. Se deplora y se cuestiona, y es la oportunidad para retrotraer capítulos de su vasto actuar en conspiraciones, intervenciones en los asuntos internos de numerosos países, en bombardeos y golpes de Estado. Henry Kissinger, nacido como Heinz Alfred Kissinger, fue en un segmento de la agitada historia del siglo pasado un puntal del imperialismo yanqui.
“Henry Kissinger fue uno de los secretarios de Estado más destructivos en la historia de este país”, dijo alguna vez el senador estadounidense Bernie Sanders. En su libro Juicio a Kissinger, publicado en 2001, Christopher Hitchens relaciona algunos de los delitos del hoy centenario cumpleañero (los cumplió el pasado 27 de mayo): La “deliberada matanza” de miles y miles de civiles en Indochina, la “deliberada connivencia en matanzas”, y más tarde en asesinato, en Bangladesh; la participación personal en un plan para asesinar al jefe de Estado de Chipre; el hecho de “instigar y facilitar” el genocidio en Timor Oriental, y la participación personal del alto funcionario en un plan de secuestro y asesinato de un periodista residente en Washington D.C.
Digamos que las enunciadas son algunas de las “hazañas” del sujeto que salió indemne del caso Watergate por el cual su jefe Richard Nixon tuvo que renunciar a la presidencia de EE.UU. El nefasto ejercicio imperialista de Kissinger en América Latina tiene una historia de crímenes, desapariciones, secuestros y golpes de Estado, como el de Chile y Salvador Allende, en 1973, y una visible participación en el llamado “Proceso de reorganización nacional”, que se puede leer como el del golpe de Estado en la Argentina, donde hubo, entre 1976 y 1983, cerca de 30.000 desaparecidos.
Este año, el 2023, en que Kissinger ha cumplido un centenario de vida, también se cumplen los cincuenta años del sangriento golpe de Estado contra Allende, ocurrido el 11 de septiembre de 1973, que puso o impuso en el poder a un asesino como Augusto Pinochet, en un país que por entonces estaba calificado como una democracia pluralista. Hay que recordar que desde que Allende fue elegido en un proceso electoral democrático en 1970, Kissinger y otros halcones gringos estaban tramando cómo sacarlo del camino. El golpe de Estado en Chile lo promovieron, entre otros, la ITT, Pepsi Cola y el Chase Manhattan Bank, que realizaban negocios en Chile y para la CIA.
Pocos meses antes del triunfo de Allende, en 1970, Kissinger declaró en una de las sesiones del denominado Comité 40: “No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”. Ya era una sentencia de la intervención e injerencia gringa en esa nación. Y, de inmediato, Nixon y su secretario de Estado se pusieron en contra de Allende, al que depondrían de modo sangriento tres años después, tras una entramada conspiración.
Ya sabemos todo lo que acaeció en Chile tras ser derrocado Allende, los centenares de muertos, presos, desaparecidos y los exiliados. También el asesinato del cantor y teatrero Víctor Jara. Y en todas esas formas del intervencionismo estadounidense en los asuntos internos de otras naciones, estuvo implicado Kissinger, alguien que por lo demás despreciaba la democracia y más si esta daba cabida a expresiones ideológicas que ponían en cuestión al imperialismo.
En la participación de Kissinger en el golpe militar de Argentina, en 1976, que dio paso a una cruenta dictadura, el funcionario gringo alentó a los golpistas a acabar cuanto antes con lo que consideraban como “terrorismo”, e ignoró, o, mejor dicho, se pasó por la faja, todas las denuncias sobre violaciones de derechos humanos. Sobre la represión en Argentina, se cuenta que el exsecretario de Estado en mención les dijo a los de la junta castrense: “Si van a matar, maten, pero háganlo rápido”.
Kissinger, longevo asesino, que goza de inmunidades, sigue tan campante, sin pagar ninguno de sus crímenes de guerra; tiene a sus espaldas millares y millares de muertos civiles en Vietnam, Laos y Camboya; y un largo prontuario como genocida y auspiciador de crímenes, como los del Plan Cóndor, el asesinato de Allende y otras atrocidades. En 1999, el escritor Gore Vidal dijo: “Kissinger es el más grande criminal del planeta”. No pasó nada y el viejito continúa tan feliz.