La Oficina de Envigado pasó de ser una oficina de cobro de deudas al servicio de Pablo Escobar para convertirse en una federación mafiosa que regula casi todas las actividades criminales en Medellín.
La Oficina de hoy en día es una coalición de organizaciones criminales de tamaño mediano que brindan servicios a narcotraficantes transnacionales y otras élites mafiosas, y crean alianzas con las pandillas para controlar el territorio y las actividades criminales en Medellín. Como tal, es quizá el ejemplo más complejo de la mafia colombiana actual: una intrincada red de proveedores de servicios y subcontratistas involucrados en todo tipo de actividades criminales, desde el lavado de dinero y el comercio internacional de cocaína, hasta la venta de drogas a nivel local y la microextorsión.
Historia
Pablo Escobar estableció la Oficina de Envigado en la década de los ochenta como la primera «oficina de cobro» de deudas criminales. La Oficina de Envigado era literalmente un despacho en la alcaldía de Envigado, un municipio adyacente a Medellín, donde creció Escobar. Él llegó a usar las oficinas municipales para cobrar los dineros que le adeudaban otros narcotraficantes del Cartel de Medellín. Cualquier traficante que se retrasara con sus pagos podía ser amenazado y golpeado por la Oficina de Envigado, o incluso asesinado por los «sicarios» del cartel.
Tras la muerte de Escobar, el crimen organizado en Medellín empezó a ser dirigido por Diego Murillo, alias “Don Berna”, un exoperador del cartel que luego se volvió en contra de Escobar. Don Berna se estableció como principal mediador, regulador y cobrador de deudas en el hampa, utilizando la Oficina de Envigado como su vehículo para lograr el poder. También estableció importantes vínculos con las fuerzas de seguridad de Medellín, el sector judicial y las élites políticas y empresariales, estableciendo lazos entre la Oficina de Envigado y las élites de la ciudad que perduran hasta el día de hoy.
A finales de la década de los noventa, Don Berna se convirtió en uno de los comandantes de la organización paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Aprovechó esta posición para camuflar la Oficina con la bandera de la contrainsurgencia, estableciendo facciones rurales y cambiando el nombre de las redes de sicarios urbanos de la Oficina por el de Bloque Cacique Nutibara de las AUC.
A principios del nuevo siglo, Don Berna, trabajando en conjunto con las élites de la ciudad, comenzó una pacificación de Medellín. Sus unidades de la Oficina, disfrazadas de paramilitares, aniquilaron a las milicias guerrilleras, sofocaron la rebelión de una de las redes de sicarios más temidas de Medellín —La Terraza— y destruyeron una facción rival de las AUC —el Bloque Metro— que desafió su hegemonía en la segunda ciudad de Colombia. Después de tomar el control total de Medellín, Don Berna ordenó a la Oficina reducir los asesinatos al mínimo, por lo que hubo una fuerte disminución en las tasas de homicidios y un período de la ciudad conocido como «donbernabilidad».
Don Berna se desmovilizó junto con otros líderes del AUC en el año 2003, al igual que varios cientos de miembros del Bloque Cacique Nutibara. Sin embargo, fue encarcelado en 2005 cuando las autoridades lo vincularon con el asesinato de un político de la región después de que las conversaciones entre el gobierno y las AUC habían comenzado. No obstante, en la cárcel Don Berna continuó dirigiendo sus operaciones a salvo de sus enemigos, mientras que, por fuera de ella, su portavoz, Carlos Mario Aguilar, alias «Rogelio», junto con un ex paramilitar, Daniel Alberto Mejía, alias «Danielito», manejaban las redes de narcotráfico y de asesinos de la Oficina.
Don Berna fue extraditado en mayo de 2008 a Estados Unidos, junto con otros 13 líderes paramilitares. Su partida provocó divisiones al interior de la Oficina, así como una lucha de poder entre los eventuales sucesores.
Un lado de esta guerra de sucesión estaba encabezado por Maximiliano Bonilla, alias “Valenciano”, uno de los narcotraficantes internacionales más poderosos de la Oficina, que controlaba importantes rutas de tráfico a través de la costa Caribe. Por otro lado estaba Erick Vargas, alias “Sebastián”, quien tenía poca influencia en el tráfico transnacional de cocaína, pero que contaba con la lealtad de la mayor parte de las pandillas de Medellín.
Sebastián finalmente ganó la guerra y selló su victoria cuando Valenciano fue arrestado en Venezuela en 2011. Sin embargo, con el arresto y la derrota de Valenciano, la Oficina perdió el control de sus principales rutas de tráfico. El poder se había desplazado del ala de narcotráfico de la Oficina a su ala de control territorial armado.
Sebastián tuvo poco tiempo para disfrutar de su éxito, pues la Oficina tuvo que enfrentar inmediatamente a un nuevo enemigo, Los Urabeños, quienes se habían afianzado en la ciudad tras apoyar a Valenciano. También heredaron muchas de las rutas de drogas de Valenciano después de su arresto. El objetivo último de Los Urabeños era fusionar su imperio de tráfico de drogas en zonas rurales con las lucrativas economías criminales de la ciudad y la posibilidad de lavar dinero. Ofrecieron dinero y armamento de grado militar a las pandillas locales para ponerlas en contra de la Oficina, lo que les permitió apoderarse de varias áreas estratégicas, mediante una sangrienta guerra que se libró en los barrios periféricos de la ciudad.
En agosto de 2012, la Oficina sufrió un nuevo golpe tras el arresto de Sebastián y otros líderes importantes, a lo que siguió una masacre en el mes de diciembre, en la que uno de los principales candidatos para remplazarlo fue asesinado. Este vacío de poder lo llenó Juan Carlos Mesa Vallejo, alias «Tom», un líder pandillero que había surgido en las calles como dirigente de la organización criminal de Los Chatas, y que fue uno de los principales sospechosos en la masacre de diciembre.
Sin embargo, la Oficina ya no era una estructura jerárquica y Tom no era su máximo líder. Las diversas oficinas de cobro que componían la Oficina de Envigado ya eran en gran medida independientes, y Tom era solamente la voz de más influencia en lugar de un alto comandante. Detrás de él se encontraban figuras aún más poderosas, como narcotraficantes transnacionales encubiertos, conocidos como los «invisibles», y criminales de cuello blanco de las élites de la ciudad.
A mediados de 2013 se negoció una tregua entre Los Urabeños y la Oficina por órdenes de ciertos invisibles, a quienes les preocupaba que el conflicto afectara sus intereses criminales y jurídicos. El acuerdo permitió que la Oficina obtuviera acceso a las rutas internacionales de narcotráfico de sus rivales, a cambio de permitirles a Los Urabeños apoderarse de territorios del hampa en Medellín. Como resultado hubo un descenso inmediato en la tasa de asesinatos de la ciudad.
A pesar de los brotes locales de violencia entre pandillas, la paz entre los criminales se ha mantenido en gran medida desde entonces. Sin embargo, el reinado de Tom al frente de la Oficina de Envigado llegó a su fin en diciembre de 2017, cuando fue arrestado en su fiesta de cumpleaños número 50.
Luego de la captura de Tom, las autoridades colombianas han capturado a varias de las figuras centrales de La Oficina. En agosto de 2018 fue capturado Juan Carlos Castro, alias “Pichi”, quien era considerado el sucesor de Tom. Adicionalmente, en el 2019 cayeron John Eduard Barbosa conocido como “Barbosa” y Jhon Fredy Yepes Hoyos, alias “Clemente”, otras dos fichas claves para la organización.
Intereses Criminales
Las principales figuras de la Oficina aún conservan una importante participación en el tráfico de drogas, manteniendo contactos con carteles mexicanos y controlando las rutas del narcotráfico. Sin embargo, la Oficina de Envigado, como organización, no es tanto un cartel de drogas, sino más bien un proveedor de servicios para los narcotraficantes. Las diferentes partes que conforman la Oficina se especializan en asesinatos, secuestros y cobranza de deudas del narcotráfico, así como en la dirección de extensas redes de lavado de dinero.
Cada una de las facciones de la Oficina de Envigado es además autosuficiente financieramente, y en la actualidad manejan grandes redes de microtráfico y extorsión, y controlan buena parte de una amplia gama de actividades criminales como robos, contrabando, comercio sexual y venta de licor adulterado.
Liderazgo y estructura
La Oficina de Envigado de hoy es una federación compuesta principalmente por ocho oficinas de tamaño medio o, como la policía las llama, Organizaciones Delincuenciales Integradas al Narcotráfico (ODIN): Los Chatas, Picacho, Caicedo, la Terraza, la Unión, Robledo, Trianon y San Pablo. Estas oficinas controlan el territorio y las actividades criminales en Medellín mediante alianzas con pandillas conocidas como «combos». Las oficinas que conforman la Oficina de Envigado controlan cerca del 65 por ciento de los combos de la ciudad, y el resto trabaja para oficinas independientes o aliadas con Los Urabeños.
Estas oficinas independientes trabajan en conjunto como una coalición poco compacta. Sin embargo, su principal preocupación son sus propios intereses, y las divisiones internas son comunes. Tras el arresto de Tom en diciembre de 2017, ningún líder ha sido identificado públicamente como el jefe de la organización en su conjunto. Sin embargo, detrás de estas estructuras armadas visibles, se encuentran los verdaderos poderes de la Oficina de Envigado: narcotraficantes de élite y criminales de cuello blanco que se mueven entre el hampa y el mundo legal.
Geografía
La base territorial de la Oficina de Envigado es la ciudad de Medellín y municipios del área metropolitana de Medellín como Envigado, Bello, Itagüí y Sabaneta. Las facciones de la Oficina también controlan rutas internacionales del narcotráfico, especialmente desde el norte del país, y su presencia ha sido reportada en zonas de producción de drogas del departamento de Antioquia.
Aliados y enemigos
Desde la tregua de 2013, los principales enemigos de la Oficina, Los Urabeños, se han convertido en importantes aliados para el tráfico de drogas. También trabajan estrechamente con carteles mexicanos, en particular con el Cartel de Sinaloa. Actualmente su principal amenaza proviene de divisiones internas y disputas entre facciones.
Perspectivas
El ciclo de vida útil de los líderes visibles de la Oficina de Envigado es corto y cada vez se acorta más. Después de que líderes como Rogelio se rindieran ante las autoridades estadounidenses, y de que otros, como Sebastián, llegaran a acuerdos luego de ser arrestados, los organismos de seguridad de Estados Unidos y Colombia cuentan con una gran cantidad de información útil que les ha ayudado a neutralizar a cada uno de sus líderes. La mayoría de las figuras más conocidas de la organización se encuentran ya en prisión, y quienes las reemplacen pueden tener un fin similar una vez sean identificados. Sin embargo, estas detenciones tienen poco que ver con el funcionamiento de la Oficina como una red mafiosa, y es probable que, tanto las actividades criminales que se realizan en Medellín, como el tráfico de drogas que las figuras vinculadas a la Oficina ejecutan o subcontratan, continúen realizándose sin ningún impedimento.