Por: Andrés Cuadro (@butifarraloca)
Es tarea propia de los jóvenes volver al vallenato tradicional, reanimar el folclor que padece una enfermedad inducida, y que podría ser terminal. Por esa razón decidí hacer esta serie de escritos para, desde mi postura y mi región, reivindicar el verdadero sentido de nuestro vallenato, del viejo vallenato que podría quedar difunto en el tiempo si no hacemos lo posible por revivirlo.
Nosotros los jóvenes no sabemos del gran caudal cultural y lírico que deja sepultado el fenómeno de la globalización en nuestro folclor nacional y en nuestra región. Andamos felices por el mundo disfrutando de géneros derivados (extranjeros por lo general), de “mezclas” que nos parecen originales por su mediocridad e “irreverencia”; disfrutando de artistas con ningún tipo de consideración por lo social, gozándonos una fiesta que no es de nosotros.
En ese sentido, empezaré pues, por rescatar de la selva del olvido, a compositores, anécdotas y canciones que significan realmente lo que es nuestra fiesta, nuestro ditirambo caribeño popular.
La primera entrega de esta serie se centrará en, el que considero, es uno de los compositores que más se ha venido perdiendo en el tiempo; y lo digo porque como joven, lo he descubierto de forma muy tardía (y déjenme decirles: ¡qué hallazgo!); me refiero exactamente a Carlos Huertas, excelso poeta guajiro, autor de verdaderos himnos vallenatos.
¿Quién no ha escuchado Tierra de cantores, El cantor de Fonseca? Quizá muchos, pero al igual que otros tantos desconocen que pertenecen a Carlos Huertas; composiciones que junto a otras definieron la música de guitarra en el Caribe colombiano. Con su visión propia de buen guajiro enmarcó el departamento y su cotidianidad en canciones que marcaron historia, canciones como Orgullo guajiro, Abrazo guajiro, La casa, entre otras; lo cierto es que muchas de sus canciones sobreviven aún en versiones que nos alejan de la verdadera historia, del verdadero autor y del verdadero sentido del vallenato que, en el 2015, fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
A Carlos Enrique Huertas Gómez algún día alguien le preguntó ¿de dónde es usted, que canta tan bonito esta parranda?; él seguramente no se sorprendió. El interlocutor de Huertas se extrañaba del ritmo tan armónico y extraño que escuchaba; se le antojaba que sus cantares, son de una tierra desconocida. Carlos Huertas le respondería ¡Yo soy del centro de La Guajira!
Huertas Gómez nació en Dibulla, frente al mar Caribe, un 21 de octubre del año 1934; donde vería cantar más adelante a Santander Martínez, a Bolañito, a Francisco El Hombre, a Lole Brito y al Sr. Luis Pitre… y aprendería de los acordeones de más renombre. Desde adolescente le gustó el mundo mundano. Andar se convirtió en su pasión, por lo que dedicó gran parte de su vida a moverse por cualquier camino que viera posible; desde luego, influenciado por su padre, que por ese entonces trabajaba en el proyecto de “Vías nacionales” y mantenía moviéndose entre los pueblos guajiros.
Desde muy temprano —nos cuenta el mismo Carlos— se inició en la música, en el corregimiento de Distracción; ambientado por el sonido mágico del acordeón aprendió a hacer versos al lado de Álvaro Castilla y su guitarra; su abuelo, que era profesor de música, le ayudó en su formación.
A los 16 años emprende viaje a Venezuela donde haría algunos estudios de conservatorio musical; allá, en la hermana república, también aprendería a componer canciones en varios ritmos. Ya se notaba por entonces la vena artística heredada de su padre Carlos Modesto Huertas, quien tocaba varios instrumentos, entre esos la flauta, el tiple y la guitarra; éste último instrumento se convertiría en el compañero predilecto del compositor en sus viajes a los pueblos del centro guajiro.
Amilkar Huertas, hermano de Carlos, nos cuenta cómo era la situación por aquellas épocas: “Mi padre trabajaba en ese entonces en el proyecto de ‘Vías nacionales’, construía carreteras y viajaba mucho. Se llevaba a Carlos en sus correrías, que desde muy niño siempre anduvo con su guitarra. Por esos viajes es que él canta que nació ‘en Dibulla, frente al Mar Caribe, de donde muy pequeño me llevaron, allá en Barrancas me bautizaron y en toda La Guajira me hice libre’. Yo nací en Distracción, que antes era parte de Fonseca y era la tierra de mi madre, donde se crió también mi hermano. Laura, que es la mayor, nació en Riohacha y Hugo en Barrancas. Nacíamos donde nos agarraran los viajes, pero siempre en La Guajira.”
Las canciones de Carlos Huertas resguardan la esencia del vallenato clásico; las letras reflejan una poética propia de nuestro caribe: versos sencillos y profundos, reflexiones sociales y culturales declamadas en una prosa auténtica que, cualquiera de esta región, podría interpretar.
“Buenos días festival,
fiesta tradicional,
folclórico concurso.
Te vengo a visitar
viejo Valledupar,
te saludo con gusto”
Con esos versos empieza una tradicional canción que muchos cantaron —y siguen cantando— a viva voz en las épocas doradas del vallenato, Abrazo guajiro, magistral composición que muestra la relación del autor con Valledupar, su festival y sus personajes folclóricos más destacados como lo son Enrique Cavas, Tobías Daza, Darío Pavajeau, Poncho Cotes, entre otros.
Tristemente ocurre que los jóvenes, y el público vallenato en general, han olvidado ésta letra y los orígenes del género; muy distinto a lo que hoy se presenta como vallenato, este género musical tuvo sus orígenes hace más de doscientos años, entre el río Magdalena, el Cesar y el Ranchería, la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá, y el mar Caribe, cuando los campesinos de esa región empezaron a dar ritmo a sus cantos de vaquería en donde narraban sus historias cotidianas y las vivencias del día a día.
Es tarea obligatoria de todos los jóvenes, adultos y amantes del vallenato, rescatar las raíces que hicieron posible el surgimiento de este género que, tiende a desaparecer en una industria comercial que desprecia la idiosincrasia y estimula la producción musical sin contenido de ningún tipo. Debemos entre todos recuperar el torrente histórico y cultural que subyace debajo de la mal llamada “nueva ola” del vallenato.
Algunas otras canciones importantes de Carlos Huertas son: Hermosos tiempos, Las mujeres, Orgullo guajiro, Qué vaina las mujeres, Al compás de mi guitarra, A mi hermano y yo, y muchas más.