Colombia, un asunto geopolítico
Por: Juan David Restrepo, politólogo (egresado UdeA), estudiante de Maestría en Seguridad y Defensa Nacionales Escuela Superior de Guerra.
«… la defensa y geopolítica colombiana no es una causa que está sólo bajo la responsabilidad política, militar y diplomática, sino en todos los elementos que encarna el poder nacional, donde se encuentra la capacidad propia de la ciudadanía y su voluntad…»
En una ocasión dentro de sus brillantes campañas militares, Napoleón Bonaparte aseguró que para identificar la política exterior de un Estado es necesario analizar su geografía. Cruzando los campos de batalla europeos, este genio táctico presentaba un elemento propio de la geopolítica sin emplear su concepto, al entender la geografía de las naciones como una máxima para conocer la naturaleza del ejercicio de su poder. En este caso ¿qué puede ofrecer la geopolítica para comprender la historia y situación de Colombia?
Espacios vacíos
Desde los inicios de vida republicana hasta la actualidad, Colombia ha perdido un aproximado del 54% de su geografía con sus países vecinos, lo que ha reducido drásticamente el poder geopolítico que el país pudo haber proyectado en el presente. Los territorios que en papeles diplomáticos pertenecían a Colombia, en la práctica se abandonaron convirtiéndose en “espacios vacíos”, por lo que fueron ocupados por países como Nicaragua, Venezuela, Brasil, Ecuador y Perú. Esto ha provocado el repliegue del territorio nacional en tres puntos cardinales, reduciendo la influencia del país en escenarios como el Caribe y la Amazonía.
El concepto de “espacio vacío”, aporte del geógrafo estadounidense Saúl Cohen y desarrollado en el caso colombiano por el profesor Carlos Enrique Álvarez, se entiende como espacios en la geografía de un país que se encuentran con influencia reducida de las acciones gubernamentales y desintegrados en las dinámicas políticas, económicas y sociales del Estado. Se puede considerar que, si el gobierno de un país no tiene voluntad o interés por algún territorio, este comenzará a ser un espacio vacío, como sucedió con la pérdida del Archipiélago de los Monjes en 1952 con Venezuela. Así, un abandono de poder será ocupado por otro poder que hará uso de soberanía en el espacio, perdiéndose para el ausente poseedor original.
El Estado como forma de vida
Ciertamente, las teorías geopolíticas nos ofrecen más elementos de análisis para este caso. Los aportes del politólogo sueco Rudolf Kjellén, el primero en usar la palabra geopolítica, radican en interpretar a los Estados como organismos vivos. Bajo esta lógica, los Estados tienen un corazón o núcleo vital (heartland), extremidades o espacios adyacentes al núcleo vital (hinterland), un sistema circulatorio representado en las comunicaciones y una epidermis que serían sus fronteras. De esta manera, territorios como Panamá y distintos espacios de la Amazonía que no fueron vinculados adecuadamente con el núcleo vital colombiano, por lo que las comunicaciones, la economía y la política no fluían en la configuración territorial, se presentan como la parte de un cuerpo que deja de recibir sangre, produciendo posteriormente necrosis, por lo que la amputación se convierte en el único final para la sección no articulada.
Esto permite comprender cómo hemos perdido más de la mitad de nuestro territorio por la falta de integración del poder central con su geografía. A su vez, las constantes guerras civiles que ha sufrido la Patria han fragmentado la población del país de tal manera que los esfuerzos nacionales se han concentrado en la seguridad interna, abandonando una política exterior activa y facilitando el desmembramiento de la Nación. En este sentido, las actuales crisis de seguridad nacional en la que están sumergidas el 90% de las fronteras del país, tanto marítimas como terrestres, se presentan como una debilidad del núcleo vital para consolidarse en su territorio subyacente. Unas fronteras marítimas poco protegidas y con poca infraestructura desarrollada, facilita el soporte de la guerra interna, al no presentar la máxima oposición al narcotráfico, donde la mayoría de su flujo es por vía marítima.
Este asunto se complejiza debido a que regiones como el Pacífico están marcadas por espacios vacíos, dejando grandes extensiones a merced de la guerra y la anarquía. Por otra parte, las crisis de seguridad en las fronteras del país, principalmente en Arauca y Norte de Santander, más que la tolerancia, complicidad e incluso apoyo del autoritario régimen vecino a los grupos armados en los límites territoriales, es la incapacidad del país en ocupar estos espacios y mantener una presencia óptima interinstitucional.
La porosa frontera colombo-venezolana compuesta por 2.219 kilómetros se ha convertido en una zona de enfrentamientos permanentes en la medida que la diplomacia de ambos países sigue detenida mientras que el uso de la guerra híbrida va escalando. A fines del año 2021, el Secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, en una visita a Colombia, recomendó al Presidente Iván Duque incrementar la presencia del Estado en las zonas rurales, señalando efectivamente cómo la falta de poder consolidado en la geografía del país y sus zonas alejadas del núcleo vital, principalmente la frontera oriental, sur y el Pacífico, somete más los territorios y la población a las amenazas contra la seguridad nacional.
Guerra y proyección geopolítica
Robert Kaplan en su libro ‘La venganza de la geografía’, señala sumariamente que la geografía marca el destino de las naciones. Sin embargo, el análisis de Kaplan asegura que al final las sociedades tienen una alta capacidad de dirigir sus destinos y dominar su entorno.
La geografía impone límites a la población, pero la tecnología ha ayudado a superarlos con relativo éxito. Una topografía montañosa y selvática ha evitado la integración adecuada del país, por lo que la ejecución de políticas públicas enfocadas al desarrollo de las poblaciones y la construcción de proyectos ambiciosos de infraestructura crítica como puentes, túneles, carreteras, puertos, vías férreas y aeropuertos, son un objetivo nacional de primer orden para el acercamiento geográfico de la Nación.
Todos los esfuerzos del país deben estar enfocados en este objetivo que busque estrechar los territorios desde la Guajira hasta Leticia y desde Tumaco hasta Arauca. Para este fin, se hace necesario el despeje de las zonas de violencia y de control de grupos armados en la geografía, por lo que la aniquilación sistemática y asegurada de las amenazas guerrilleras y criminales en su ámbito militar, político, ideológico y propagandístico por medio de operaciones militares y cognitivas, constantes, sostenibles y en todos los ámbitos de la guerra moderna, es el preámbulo para la estabilización interna.
La aniquilación total de las grandes amenazas internas también debe ser un imperativo estratégico para evitar en lo máximo posible en el futuro el posible escalamiento de la presión híbrida en las fronteras debido a actividades de los adversarios geopolíticos de Colombia, una situación compleja para nuestras capacidades militares y políticas, aumentando la posibilidad de cometer errores y pérdidas estratégicas.
Finalmente, es necesario señalar que la defensa y geopolítica colombiana no es una causa que está sólo bajo la responsabilidad política, militar y diplomática, sino en todos los elementos que encarna el poder nacional, donde se encuentra la capacidad propia de la ciudadanía y su voluntad. Con un frente interno estabilizado, el país ya podrá enfocarse en una correcta proyección geopolítica en términos regionales y globales ya que una geografía de espacios vacíos y una población fragmentada, sometería cualquier política exterior ambiciosa al fracaso.