ADOLFO PACHECO, POR TI SUPIMOS DE LOS MONTES DE MARÍA

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POR: LUCERO MARTÍNEZ KASAB. Magíster en filosofía.

 

Cuando escuché por primera vez una canción donde alguien llamado Joche atrapaba en los Montes de María un mochuelo para que un amigo a su vez se lo regalara a una novia, era una letra respaldada por el estallido de un acordeón en la más absoluta felicidad despertando el deseo de bailar así se estuviera muerto de cansancio. Sentí que ese mundo oculto del campesino sencillo y sus vivencias saltaban a este otro complejo y desalmado para untarle un bálsamo de poesía a las relaciones humanas degradadas y, a las letras de sus compositores prosaicos, ramplones y ordinarias porque, también las hay mujeres.

Una letra que no era fácil de entender por fuera de esa región de la sabana entre los departamentos de Bolívar y Sucre porque, es en esos pueblitos donde se sabe que alguien llamado José se le apoda Joche y, que el mochuelo, es un pajarito también humilde de un melodioso trinar que la gente atrapa para alegrar el silencio. Los Montes de María, escenario de ese canto de amor, era una región ignorada con el nombre más bello para una franja montañosa riquísima en biodiversidad donde se ven titíes, armadillos, loros, decenas de pajaritos de distinta clase con numerosos arroyos y riachuelos; poseedora de un clima cálido que en las noches con sus madrugadas desciende de temperatura llenando de neblina la copa de los árboles de ese bosque seco tropical. Su autor, Adolfo Pacheco Anillo, quien a sus 82 años acaba de fallecer después de las secuelas de un accidente automovilístico, oriundo de San Jacinto, Bolívar, la tierra de las hamacas que en su tiempo también permanecían desconocidas pero felices de darle a sus gentes un sitio para tumbarse y dormir al ritmo de un vaivén maternal.

Con la ida de Adolfo Pacheco nos vamos quedando sin los poetas del campo que, nacido de las entrañas de la tierra nos cantan con la pureza de los amaneceres los sentimientos intensos del amor por una mujer, por un amigo, por las cosas de la casa con una fecundidad de palabras, imágenes y pensamientos que, realmente, lograron matizar la ordinariez de este otro mundo. Por eso el llanto, porque, son seres en vías de extinción que no se pueden preservar y multiplicar en resguardos como al oso polar o al mismo tití que recorre los árboles de su natal San Jacinto.  Adolfo Pacheco, como lo manda el código del buen poeta, hizo estéticos los sucesos de su vida y las pasiones de su alma con historias bucólicas de palabras puras, pasajes vívidos de amistad, de amor, de deseos de dar felicidad a los otros como las estrofas de su inmortal canción La hamaca grande.

Estos juglares no tienen ahora a quiénes pasar el testigo de sus carreras artísticas. No hay talentos de tamaña altura. Todo lo aprendido y perfeccionado por ellos: ese destilar los sentimientos y las palabras de los hechos vividos con sus tiradas de puertas, infidelidades y abandonos para sacar un producto exquisito cae sobre el piso con el más grande desconsuelo de quienes los vemos partir.  Porque las nuevas generaciones no están recibiendo el mensaje social y político de una hamaca grande pa´ que un pueblo meciéndose en ella cante sino vomitando el más horripilante mensaje del insulto donde redujeron a la mujer y al hombre a mercancías cantándole obscenamente al dinero. Un artista no es quien escoge un arte para ganarse la vida impunemente, sino quien tiene la conciencia de que al escoger un arte cumple la función de dignificar la vida humana.

Se fue otro al que le lucía el sombrero voltiao, tal vez porque el sombrero voltiao sabiamente reconoce a aquellas personas que lo usan de manera auténtica y que representan honestamente los principios del campo. Se fue quien alegraba nuestros bailes a cielo abierto cuando casi niños todavía aprendíamos a echar pa´lante y pa ´tras. Se fue el autor de El Mochuelo, con tantas palabras lindas como, enero, mes de brisas y de pajaritos pico e´maíz; como los Montes de María; como ese mensaje de amor que me fue enviado al vuelo ¨como mi amor por ti, entre más viejo más fino¨. luceromartinezkasab@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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