¿Cuánto tiempo me demoraré en cagarla con ella?

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—¡Quiubo marica! ¡Yo acaso le estoy pagando pa’ que se ponga a ver el puto concierto!

A varios metros de mí, detrás de la barra de licores, es una esquina, un mancito como de 17 años, flaco, todo de negro, con el pelo café (tapándole un ojo), voltea a mirar asustado.

—¡Huy qué pena! Es que en unos minutos se sube MGMT y pues…
—¡Chino güevón! ¡Puede ser la Reina Isabel, El Papá Juan Pablo II resucitado!… ¡Puede estar Jesucristo redentor montado allá arriba convirtiendo el agua en whisky, en vodka, que usted no me deja desentendida la puta barra! ¡Mire al señor! ¡Lleva más de cinco minutos ahí parado!

Me encojo de hombros, miro a los dos manes, alzo las cejas, medio sonrío y sigo ahí quieto como como si nada…

“¿Señor?” “¿Ya te ves viejo?”. Me pregunta “Víctor” en mi cabeza.

Atrás, a mi lado, un montón de viejas y manes son atendidos por otros empleados. Hablan en voz alta, gritan, se ríen a carcajadas, cogen su trago, las Red Bulls, otros estiran las manos con dinero para que les tomen el pedido. El lugar está full…

¡Qué pena! Ya lo atienden… ¡Muévase malparido!

Por un momento estoy a punta de ponerme del lado del jefe de barra. Realmente mi garganta pedía una cerveza a gritos. La tenía reseca por diversos alucinógenos, alcaloides y un montón de cochinadas más que me había introducido por la jeta, las fosas nasales —que hoy en día ya mi cuerpo no tolera— para olvidar que jamás pedí estar aquí pero que debía estar buscando un puto sentido a mi existencia. Corría el año 2013. Tenía 27 años… Por fin había conseguido un trabajo decente, en el periódico más importante de este maldito país, sentía que la vida me estaba sonriendo pero en ese momento solo clamaba por una cochina Budweiser. Por esos “miaos” gringos que nos querían imponer a las malas… En Estéreo Picnic sólo vendían esa basura, o no sé, estaba por todas partes, eran patrocinadores, creo. Si sos colombiano y pasás los 16 años, pero aún no los 40, y no sabes qué es Estéreo Picnic y/o nunca has ido, mejor andá volate la cabeza.

—¡Qué se mueva!
El chino regañado le agacha la cara al maricón de su jefe y se dirige a mí.
Miro al malparido gritón, un man como de 40 años, blanco, de candado negro, pelo frondoso, una que otra cana, medio viga, de jeans Diesel y hoodie Moschino. Se cree de menos años, quizás por la industria en la que trabaja, se nota que ha vivido bien pero a las malas, aparentando, abusando, me late que se ha culeado a más de una desvergonzada a cambio de boletas, de trago, de eventos, de fiesta; y entonces mis ganas de una cerveza y mi media frustración por estar ahí ignorado pasan a un segundo plano. Es que la verdad casi no podía hablar ni moverme y por eso había aguantado tanto tiempo como un marica. El pelao’ con cara de cordero degollado se me acerca y con un ojo en mí y otro al otro lado, en la tarima, comienza a hablar…
—Discúlpeme caballero…

“¿Caballero? Vuelve a objetar “Víctor” en mi cabeza. Lo ignoro.

—¿Qué le sirvo?
Con mucho esfuerzo, y tratando de vocalizar y sacar de una manera coherente mis palabras, muevo mis manos para controlar mi cuerpo de nuevo, doy un zapatazo al piso con mis Nike Dunk High Premium  para aterrizar del todo y le respondo…
—Uuuu unaaaa ceerrrvezaaaa…
El cabroncito me mira medio asustado. Vuelvo a mover mis manos y mis pies y doy un paso al frente de una manera más normal y recuperando mi voz completamente…

—¿Ehhh, ehhh… Entonces qué man, bien o qué? Una cerveza.
Esta vez titubeo menos.

“Hasta que por fin te empoderaste”, vuelve a decirme “Víctor”. Se escucha como si me lo dijera al oído. Como si estuviera atrás de mí. Estoy tan “crazy” que casi volteo a mirar si realmente está ahí parado en la fila. Me contengo. Nunca he podido saber cómo luce realmente. A veces creo que es un calvo de gafas Ray-Ban oscuras, gabardina café claro y botas Dr. Martens, con cero bello facial, como de treinta y pico de años… Pero no estoy seguro…

—¡Ya mismo!
Y el marica este se va para la nevera. Me la trae y me la destapa y me dice que son $12.000 sin servicio. A unos metros su jefe, mientras le sirve una botella de Red Lebel a un par de hispters drogadictos de plata, mira la escena, nuestra escena, se le nota mucho más tranquilo. Agarro la lata de “Bud”, la destapo y me la llevo a la boca. Sentir ese primer contacto del líquido helado me congela hasta los huesos. Me dan ganas de gritar de la felicidad. Por unos segundo, un minuto, la engulló toda.
Termino con un “¡ahhhhh, ¡vida hijueputa!…”.

—¡Huy pero qué! ¡Estaba era remal, pa! ¿Le traigo otra?

“¡Impertinente!” Escucho a Víctor gritarme. “¿Dijo ‘sin servicio’. ¿’Pa’?,” agrega.

—¡Callate!
Le respondo entre dientes.

—¿Ah? ¿Qué pasó? ¿No le traigo otra?
—Nahh, tranquilo… ¿Cómo te llamás?
—Leandro…
—Mucho gusto, Daniel Vivas B…. Leandro… ¿Odiás a ese sapohijueputa? Y le señalo disimuladamente a su jefe.  Me mira,  se acomoda el cochino mechón que ya le tapa media cara…
—¡Ish! Con toda. Me perdonará pero ese es una gonorrea. ¿Usted pilló la escena, no? En todos los eventos me la pela. Es a montármela siempre, que soy un vago, que no sé hacer ni mierda, qué no sé qué, y cómo es amigo de mis cuchos, me toca aguantármelo. El man al principio se pinta como rebuena onda, pero ¡nahhh!, ese lo que es un pirobo. No sé qué putas es que se cree…
—Tranquilo… ¿Cuánto te sacás hoy?
—¡Ni chimba!… ¡Ochenta cagadas lucas! Y si estamos de buenas, Rafael después de sacar su buena tajada, reparte las propinas y que me complete 200, 250… Me toca darme por bien servido…
—¿Te gusta MGMT?
—¡Sí!… ¡Severo grupo! ¡Y ya va a salir! ¿Y a usted?
—Vine por ellos

En el escenario se escuchan instrumentos, las luces se apagan —algunas, no todas— y la gente comienza a gritar de excitación…

—¡Ay mire eso! ¡Ya están a punto!…
Me río. Tenía a un verdadero fan frente a mí.

—¿Por qué no hacemos una cosa? ¿Por qué no me aceptás “300” que tengo en el bolsillo, cogés “20”, se los tirás a “Rafa” en la cara, como propina, y te vas a verte a esos maricas… La cerveza no me la cobrás…
—¡Noooo qué pena con usted ! ¡¿Cómo se le ocurre?! ¿Está loco? Faltaba más ponerse en esas…
—¿Qué podés perder?
—¡Me acaban mis cuchos!
Dice Leandro entre risas y excitación.

 

 

—Dale, te estoy dando un “free pass” para que disfrutés tu banda favorita.
—¡Nooooo!, ¡noooo!, ¿cómo se le ocurre?…

Me levanto la manga de mi chaqueta y le muestro mi tatuaje de la muñeca. Un sello con las dos palabras en inglés que acabé de pronunciar…

—Ja, ja, ja, ¡severo!
—Filosofía de vida
Le respondo. Luego saco mi billetera. Tengo un fajo de billetes de 50, haciendo memoria, me quedan quinientas, seiscientas lucas. Uno a esos eventos no se puede ir sin plata… Ruego porque tenga más en la tarjeta… Durante el resto del mes no podré ir a comer de forma decente al frente del periódico, ¡pero qué putas!, pa’ eso está ese cochino casino industrial con almuerzo a 500 pesos… Además sé que el universo en cualquier momento me retribuirá esta pequeño aporte a la felicidad de un desconocido. Saco el fajito, Leandro me mira expectante y comienza a retroceder. Cuento los billetes, cuando llego a 300.000, me detengo y se los pongo en la barra. Me guardo el resto

—¡Noooo, “Don Daniel”, coma mierda!
Me cago de la risa. Le señalo el escenario. Las luces se apagan del todo. El lugar está a tope. Algunas personas corren y se amontonan más y más.

—¿Cuántas veces vas a tener esta oportunidad en la vida?
—Leandro voltea a mirar su jefe. Al parecer Rafael lleva varios segundos mirándonos.
Por los parlantes comienza a escucharse ese sonido extraño producido por un sintetizador, difícil de describir… Para mí son unas burbujas, a veces parecen unos pedos leves, pero también puede ser el sonido de un motor en el agua, con la mezcla del ruido de un pájaro. La gente grita más.
Mentiras… La verdad… A mí ese sonido siempre me ha evocado como a una válvula de un corazón de una vaca botando burbujas en un charco de sangre y agua.
Leandro me mira emocionado, grita de forma demencial y se lleve las manos a la cabeza. De reojo veo cómo Rafael se acerca hacia nosotros. Yo solo sonrío, tomo el fajo y se lo pongo a Leandro frente a su cara. El sonido extraño del sintetizador aumenta. Todos los que conocen MGMT saben que “Time to Pretend” ha comenzando. No se vienen con mamadas los malparidos. Iniciaron con su máximo hit mundial. Confían en el resto de su repertorio. En su público. En este cochino festival… Años después el Maestro Odio Mis Tweets me diría que…: “El intro de esa canción es como un motor de burbujas que empieza a acelerar, pero a la vez parece como si un estómago estuviera a punto de arrojar sus deposiciones… Lo curioso es que paralelamente la canción te da una vibra esperanzadora, de que se viene un cambio, de una forma abrupta; es ‘el track’ que suena en tu mente antes de cometer una cagada…”.

Empiezan a sonar las guitarras, luego ese pito “intransigente” que te lleva a una completa atmósfera psicoréflectiva y nostálgica, con sonidos como producidos por el Atari 2600… ¡Ajá! ¿Te sientes viejo? Aquella canción en su melodía, en su lírica, retrata ello… La letra se refiere al libertinaje juvenil y la melancolía al llegar a cierta edad… Siguen sonando “las burbujas”, las guitarras, el pito… Leandro vuelve a gritar, me agarra el fajo de billetes, Rafael llega hasta donde nosotros, Leandro me mira, mira a Rafael y toma un billete de 50 y se lo tira en la puta cara.
—¡Chao sapo hijueputa!
—¡Chino malpari!…
Yo le agarro las manos cuando intenta coger al pelao’. Leandro salta de la barra y se va corriendo cagado de la risa a perderse entre la multitud… En el escenario, las luces se posan sobre el cantante, el guitarrista y los demás miembros complementarios. No alcanzo a verlos muy bien. Creo que llevan ponchos y sus acostumbrados “trapos” de colores. Muchas manos alzadas con celulares con “la linterna” encendida grabando videos. Las luces de los flashes empiezan a aparecer en el lugar.

“I’m feelin’ rough, I’m feelin’ raw.
I’m in the prime of my life…”.

Dice el cantante de MGMT a través los parlantes de ese escenario de tan hermoso festival. La gente zapatea. Grita. Canta. Tararea. Se empuja. Baila. Se siente una hermosa y fuerte vibra en el ambiente.

“Let’s make some music, make some money, find some models for wives…”.

Veo a Leandro correr y gritar con las manos alzadas,. Lleva aún el dinero en un puño. Ojalá no lo bote. Yo sigo manoteando como un pendejo con su jefe… ¿Exjefe ahora?…

“I’ll move to Paris, shoot some heroin and fuck with the stars.
You man the island and the cocaine and the elegant cars”.

Antes de perderse de mi vista se voltea y alza las manos, y nos deja ver el dedo corazón. Me doy por bien servido.

“This is our decision to live fast and die young
We’ve got the vision, now let’s have some fun”.

Víctor se caga de la risa. “Por fin estás entendiendo de qué va esto…”. Agrega.

“Yeah, it’s overwhelming, but what else can we do?.
Get jobs in offices and wake up for the morning commute?”.

—¡Imbécil! ¿Por qué le ayuda a ese marica? El billete se desliza por el cuello de Rafael y cae en el suelo. Empujo a Rafael y le digo que se relaje que le dejaron más de lo que habíamos quedado.

“Forget about our mothers and our friends.
We’re fated to pretend.
To pretend.
We’re fated to pretend.
To pretend”.

El man trata de empujarme pero me corro y sus manos casi tocan a un idiota que está detrás de mí, dándonos la espalda, moviendo la cabeza como un demente. Ya no hace la fila para el trago. De hecho ya nadie está pendiente de nada que no sea los putos MGMT, menos yo que sigo mirando a Rafael, esperando que salte de la barra y me dé en la jeta…

“I’ll miss the playgrounds.
And the animals and digging up worms”.

Al final se queda simplemente parado ahí mirándome con ganas de matarme, le sonrió y le indico con las manos que se relaje…

“I’ll miss the comfort of my mother.
And the weight of the world”.

Relaja la frente y mueve la cabeza para ambos lados un poco decepcionado…

“I’ll miss my sister, miss my father,
Miss my dog and my home”.

 

 

Veo que se ha dado por vencido… Le sonrío. Me llevó la mano a la frente, luego la estiró hacia el horizonte, despidiéndome solemnemente del cabrón y me volteó sin mirar atrás… Comienzo a caminar entre la multitud que está enloquecida por la banda… Por la canción… ¿Dónde estará Harold, “El Mostacho”… ¿Laura?, los demás… ¿Por qué no estoy con mis amigos? ¿En qué andarás mis papás y mi hermano? Hace meses que no los veo, por un momento me siento mal conmigo mismo…

“¿Ni una llamada?”, agrega Víctor en mi cabeza.

“Yeah, I’ll miss the boredom.
And the freedom and the time spent alone”.

En el momento en que miro para todos lados y me empiezo a desesperar por estar solo en tan magnifico momento, alguien me agarra de la mano fuertemente y me muerde la oreja…

—¡Idiota! ¡Ya empezó lo mejor!

Volteo a mirar a Laura y le doy un beso por unos buenos segundos. Le muerdo los labios y la cara… La veo más linda, con sus botas negras, su overol blanco y negro, su pelito largo color café anaranjado y ese sombrero oscuro y esa boca del mismo color…

“But there is really nothing, nothing we can do.
Love must be forgotten, life can always start up a new”.

—¡Ay pacito!
Me dice cagada de la risa.

“The models will have children, we’ll get a divorce.
We’ll find some more models, everything must run its course”.

—Perdón.
—¡Vamos que ellos están por allá!

“We’ll choke on our vomit and that will be the end.
We were fated to pretend.
To pretend”.

Comienzo a moverme rápido entre un montón de gente, queremos llegar hasta la tarima, donde están mis amigos… No vuelvo a pensar en Leandro, ni en Rafael, ni en mi familia, ni en nada…

“We’re fated to pretend.
To pretend”.

Sigo caminando rápidamente cogido de la mano de Laura. Se siente tan áspero estar perdido ahí solo con ella en medio del sudor y la respiración de un montón de desconocidos… Yo sé… ¡Qué asco!

“I said yeah, yeah, yeah.
Yeah, yeah, yeah.
Yeah, yeah, yeah.
Yeah, yeah, yeah”.

Cuando estamos a punto de llegar a donde nuestros amigos, le digo que paremos, quedamos entre cientos de personas que ni puta idea, la abrazo fuertemente, ella se ríe y se sonroja y agacha la cabeza, la beso en la frente, su piel blanca está fría pero me sabe delicioso, estoy muy loco, solo veo siluetas a nuestro alrededor, y entonces me pregunto… “¿Cuánto tiempo me demoraré en cagarla con ella?”.

Víctor estalla en carcajadas…

Las guitarras, las burbujas, el pito “intransigente”, continúan su marcha final… MGMT sigue tocando…

 

 

Daniel Vivas Barandica
Caleño. Pasó hace rato los 30 años.
Comunicador, Periodista, Estratega Digital.
CEO de la agencia que conecta influencers con organizaciones #BrandMen.
www.brandmen.org
www.danielvivasbarandica.com

 

Por si no la conocen…

https://www.youtube.com/watch?v=B9dSYgd5Elk&ab_channel=MGMTVEVO


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