Demóstenes: El mejor orador de la historia que era tartamudo

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Había 6000 personas delante de él, aquel día. Y aquel día dijo que cuando una batalla está perdida, solo los que han huido pueden combatir en la siguiente. Dicen los filósofos que la democracia no es una estructura de piedras, es una estructura de palabras. En la antigua Grecia, en Atenas, el espacio del orador quedaba al este de la acrópolis. Allí estaba el epicentro de la vida deliberativa que eligieron los atenienses. El legado de Atenas es la palabra sometida al espacio público.

Y allí, la obligación era hablar con claridad, las ambigüedades eran consideradas un defecto moral. Y a diferencia de Roma, en Grecia consideraban crucial la vida en común, participar en las decisiones que marcaban el destino. La historia de Atenas también revela un hecho que en ocasiones se olvida: la democracia ya murió una vez, siendo aniquilada durante muchas centurias. Cuando la democracia sucumbió ante la tiranía, antes que vivir en servidumbre, Demóstenes, el orador supremo, ingirió veneno…en silencio.

Demóstenes, el tartamudo, hablaba con mucha más elocuencia que fluidez. Pero, hablaba tan bien, con tanta coherencia, con tanto sentido…que importaba mucho más lo que decía que cómo lo expresaba. Su habilidad en la retórica partió del aprendizaje que obtuvo de haber leído y leído y leído y observado lo que otros antes que él habían dicho desde el lugar de la oratoria. Demóstenes perfeccionó el tono del discurso idealista, lo hizo con pasión y preparación. Fue Cicerón quien dijo de él: Demóstenes ha sido el orador perfecto.

El orador perfecto, siendo tartamudo. Puede decirse que la naturaleza no colaboró en sus aspiraciones. Demóstenes vivió en el siglo IV antes de Cristo, de modo que desde entonces hemos dado muchas vueltas al sol tantas como para que la bruma de la leyenda tuviera tiempo de mezclarse con los testimonios de la verdad. Pero de lo que su vida se dice es que después de su primer discurso público Demóstenes fue abucheado por su tartamudez. Fue ridiculizado. Sin embargo, aquellas burlas supusieron un desafío para su carácter. Se cuenta que, durante años, al alba se iba a la playa y gritaba al sol durante horas para fortalecer sus pulmones, para llenarlos de aire. Mientras en su casa ensayaba la oratoria poniéndose un cuchillo entre los dientes y llenándose la boca de piedras.

Siguiendo el método clásico, quien llegaría a ser el rey Jorge VI del Reino Unido, el último emperador de la India…siguiendo el método clásico se metía en la boca bolas de cristal esterilizado para sobreponerse a la tartamudez. El Rey Jorge, antes de ser rey y nombrase Jorge, se llamaba Alberto y el 31 de octubre de 1925, siendo sólo duque, hubo de enfrentarse a un discurso en el estadio de Wembley, en Londres. Aquel momento fue una terrible experiencia, sobre todo para él. Pero, también para quienes tuvieron que escucharle tratando de apoyarle moviendo la cabeza y los labios como para pronunciar las sílabas atascadas. Cuando se estrenó la película ‘El discurso del rey’ supimos que la mayoría de las personas que tienen la dificultad de pronunciar está en paro. Le vimos la estadística sociológica a algo sobre lo que había más chiste que conocimiento. No es fácil ser tartamudo en un mundo tan impaciente.


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