GUSTAVO PETRO, LA FE Y LA ESPERANZA
Por: Lucero Martínez Kasab. Psicóloga, Magister en Filosofía.
Lo tuve a dos metros, lo vi emerger despacio por entre la oscuridad del camerino hacia la luz del auditorio. Su espíritu iba contenido, yo lo miraba con ganas de saludarlo y tomarme la foto para la posteridad, pero no fui capaz. No tengo la foto, pero tengo en mi memoria fijada con el fuego de la observación su rostro entre tímido y valiente antes de subir a la tarima del Coliseo de la Universidad del Norte en 2018, en uno de sus debates electorales más soberano, engreído y carismático.
Los demás candidatos hacían el uso de la palabra dentro de un silencio sospechoso del público, porque aguardaba el turno de Gustavo Petro para saltar en júbilo. Él, el crítico de la hipocresía gubernamental, el investigador y denunciante obsesivo de la corrupción y la parapolítica es el líder de la juventud. Fue un deleite verle la determinación y la seguridad con la que se paseaba de extremo a extremo de la tarima respondiendo el cuestionario de los periodistas; era un gamonal poniéndole el pie en el cuello a sus adversarios con aquel uso de su inteligencia, conocimiento y firmeza para no aflojar en ningún momento.
Si hay un rasgo de su personalidad que la juventud admira en él es eso: que no afloja que, que no se entrega, que va hasta las últimas consecuencias en sus intervenciones, al decir de los mexicanos, que no se raja. Es un púgil peso Gallo como su paisano el boxeador Happy Lora que, una vez montado en el ring, reparte trompada limpia, dura, maciza hasta tirar a su oponente a la lona despertando en el auditorio la felicidad más grande al ver cómo uno de los suyos vence al cruel que tanto daño le ha causado al pueblo.
A Gustavo Petro le ha tocado una de las plazas más peligrosas del mundo entero. Una plaza tomada por el narcotráfico amangualado con la política que a la vez ha corrompido el sistema judicial, que a su turno incrementa la delincuencia que nutre los homicidios y las masacres que llenan de desesperanza a un gigantesco pueblo indefenso. Nos conmueve verlo allá en lo alto de las tarimas entregando su respiración, cada gota de sudor, defendiendo su vida con un chaleco antibalas pero su cabeza indefensa rodeado de guardaespaldas que sosteniendo escudos tratan de protegerlo de un asesinato que lo acecha sin tregua y, él firme, con tal de motivar e ilustrar a la gente.
Con el poder que da estar rodeado por mujeres como su esposa, su hija y Francia Márquez. Verónica Alcocer, da gusto verla en sus múltiples facetas como entrevistadora, deportista, bailarina, pero la que terminó por cautivarme fue la de guardaespaldas de su esposo en plena tarima con sus brazos en jarra, sus piernas separadas, su pecho alto y su risa fácil atenta al discurso de Gustavo Petro sin protección alguna debajo de una sencilla camiseta blanca. Su hija mayor, Sofía, es de una dulzura y una inteligencia atrayente, gran asesora de su padre. Y, Gustavo nos dice quién es él al haber elegido a Francia Márquez como su vicepresidenta.
Qué combate están dando Petro y el pueblo colombiano. De admirar en él su fortaleza física y mental, ¡eso es poder! Se ha recorrido Colombia municipio por municipio y conoce de cada uno su riqueza y su pobreza y, a cada cual le tiene una propuesta de desarrollo factible que se desprende del turismo o de la tierra o del agua o de la montaña sembrando en todos esperanza y, ese pueblo apático que se abaniqueaba en la puerta de la casa, que se acurrucaba debajo de la ruana, que se quedaba mirando ausente la televisión, que no discutía de política con nadie porque, ¨todos los políticos son iguales¨, decían, se les ha encendido la ilusión de vivir mejor. Hoy han empezado a defender sus felicidades concediéndole toda la vital importancia al voto. Se han dado cuenta que no es que la vida es así -miserable-, con la resignación que han impuesto los saqueadores del país, sino que hemos tenido la peor élite gobernante; que las circunstancias se pueden mejorar si hay voluntad política.
El pueblo colombiano se ha unido. Sin conocernos, sin saber nuestros nombres nos hemos ido queriendo los unos con los otros cuando sentimos la solidaridad anónima por cada pena narrada en las redes, en los periódicos, en los buses, en las calles. Qué bloque el de los periodistas investigando, denunciando, fustigando al poder; qué celeridad analítica la de los influencers en las redes para pulverizar las mentiras y entuertos de la oposición; qué juventud callejera heroica; qué madres unidas en sus reuniones en nombre de sus hijos asesinados; qué políticos íntegros liderando de sol a sol los encuentros con la gente; todos los bloques sin excepción arriesgando sus vidas…, aquí hay un quiebre en la historia de Colombia hecho por la fe, no solo en Gustavo Petro tan necesaria sino por la fe del pueblo en sí mismo tan determinante, que es lo que dice Pablo de Tarso en su Carta a los Romanos incitándolos a cuestionar la ley cuando es injusta.
A Gustavo Petro hay que agradecerle la defensa a brazo partido de la vida en el Planeta, el mostrarnos cómo se puede obtener riqueza sin dañar el medio ambiente, cómo es posible la educación pública escolar y universitaria, cómo se puede planificar una buena pensión, cómo ayudar al campesinado, a las mujeres, a los soldados…, pero, de todos los aspectos hay uno fundamental que ha logrado despertar al pueblo y unirlo: el señalamiento diario, permanente, de la injusticia tan colosal en la que hemos vivido durante doscientos años a manos de una oligarquía insaciable en el poder político. Colombia no quería ver el grado de injusticia, de esclavitud, de desigualdad prefiriendo llenarse de una mansedumbre estéril, cómoda y suicida, pero Gustavo Petro ha martillado con tanta paciencia y fervor sobre esa defensa emocional colectiva miedosa, hasta que al fin están cediendo sus cimientos cayéndose toda esa estructura con el estrépito inmenso de dos siglos de opresión. Y, ahí está la verdad que no se ha querido ver regada por los suelos de toda Colombia: ríos de sangre y millones de huesos de colombianos deshaciéndose en la tierra. Ya las lágrimas no son el bálsamo que permitían pasar una noche más, no, es el voto por Gustavo Petro el que amaina el sufrimiento. Pasamos de lo existencial a lo político porque, lo político es existencial…, lo hemos aprendido en carne viva.
Gustavo Petro sabe y no pretende que todo lo propuesto se inicie y se termine en su gobierno, es imposible. Cometerá desaciertos, no hay nada perfecto, desde ya le disculpo porque cuando gane la presidencia el 29 de mayo de 2022 nos habrá arribado a un buen puerto después de una borrasca donde estuvimos a punto de naufragar. Dejará como herencia para las nuevas generaciones el talante de un guerrero que nunca insultó, que admitió haberse tomado una cerveza bajo la canícula del trópico en medio de una correría política, que exhibió una seguridad masculina sin temerle a la mujer, por el contrario, la ha protegido e impulsado y, miles de ideas de progreso ambiental, comunitario y económico como semillas a las que abonará lo más que pueda, las que se irán propagando a lo largo de muchos años junto a la leyenda que, muy seguramente, será su nombre acompañado de sus palabras esparcidas por la brisa nocturna de Barranquilla en su cierre de campaña: ¨yo me comprometo con todo lo que me queda de mi fuerza vital, con todo lo que queda de mi existencia, con la plenitud de mi vida en lograr con ustedes la construcción de la justicia social en Colombia¨.
luceromartinezkasab@hotmail.com
Excelente semblanza de un luchador, de un guerrero que ha soporte los embates de esta corrupta clase política y que cada vez se reempodera por el amor a su gente, a su Patria y a la defensa de la libertad, los derechos, y de llegar a poder vivir bueno en una Colombia Humana.