Idiocracia S.A.

La profecía publicitaria se ha cumplido y es una pesadilla
Por Lobsang S.B.
En 2006, Luke Wilson protagonizó una de las películas más incomprendidas de los últimos tiempos: Idiocracy, dirigida por Mike Judge (creador de Beavis and Butt-Head). A primera vista parece una comedia estúpida, gringa, con humor básico. Pero detrás de su guion simplón —un tipo mediocre criogenizado que despierta en un futuro dominado por idiotas— se esconde una profecía que hoy se ha cumplido con precisión aterradora.
En ese mundo ficticio, la estupidez es la norma social. Entre más tonto eres, más fácil encajas. Pensar es un acto de rebeldía castigado. ¿Los instrumentos de poder? La religión y la publicidad, ambas vendiendo una vida eterna cómoda, pagada con cuotas mensuales de sufrimiento terrenal.
Lo trágico es que Idiocracy dejó de ser sátira para volverse documental.
Hoy, un “emprendedor de criptomonedas”, un “coach de abundancia” o un influencer de moda son referentes sociales. No por su profundidad, sino por su capacidad de mostrar culos falsos, tetas de silicona y sonrisas vacías. El dinero “fácil” que corre por sus cuentas legitima su idiotez. Y lo peor: la masa los aplaude.
Esto no es un fenómeno adolescente. Es un cáncer social. Y la publicidad, que antes fue refugio de artistas, intelectuales y soñadores, ahora alimenta la idiocracia. Sí, la misma publicidad que en otro tiempo mezclaba poesía con consumo, que vendía cigarrillos con existencialismo y perfumes con metáforas. Aquella que nacía en reuniones llenas de humo y filosofía, ha sido sustituida por métricas, “engagement” y creatividad vacía.
Hoy, los festivales premian la ocurrencia que se viraliza, no la idea que conmueve. Ya no se piensa en el impacto humano, solo en cuántos clics genera una campaña. Mientras tanto, los cuerpos —los tuyos, los míos, los de nuestros hijos— acumulan microplásticos en los ovarios, los testículos o donde sea que nos quepa tanta basura disfrazada de estilo de vida.
Todo gracias a ese aparato brillante que llevamos en el bolsillo. Ese pequeño altar portátil donde publicamos, consumimos, admiramos la vida ajena y perdemos la propia. El teléfono se ha vuelto guía espiritual de una humanidad perdida: nos promete libertad mientras nos conduce como ganado al templo de la validación vacía.
La idiocracia no es el futuro. Es el presente. Está en los reels de TikTok, en los filtros de Instagram, en los “retos virales” que nos idiotizan en nombre del entretenimiento. Vivimos dopados por likes, anestesiados por reels, y sedientos de una dopamina instantánea que ya no distingue la belleza de la estupidez.
Idiocracy no fue una comedia. Fue un manual de instrucciones. Gracias, publicidad.
Gracias, sistema.
Gracias por idiotizarnos con una sonrisa.
El fin está cerca, ¿ya tienes tu outfit?
Lobsang Salguero Mentor – Publicitario
Caleño. Docente universitario, consultor de marketing y publicidad, y director académico con más de 20 años de experiencia en el campo. Ha dictado clases en prestigiosas instituciones como la Pontificia Universidad Javeriana Cali, la Universidad Autónoma de Occidente y la Universidad ICESI, entre otras. Además, ha ganado algunos reconocimientos por su labor docente y publicado diversos artículos relacionados con la creatividad, el marketing y la publicidad.
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Me gustó mucho
Muy serio y pertinente tu narración. Confío que a los que le hago viral esta nota llegue el impacto que a ambos nos dio. Abrazos LFB