POPAYÁN CIUDAD LIBRO Y EL TELAR DE LAS ESTRELLAS

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Por: LUCERO MARTÍNEZ KASAB. Magíster en Filosofía.

 

En Popayán se pierde la noción del tiempo en medio de un clima de flor con sus calles nocturnas de lluvia y neblina donde resuenan los pasos coloniales de los primeros españoles llegados a esos parajes, o los de próceres de la independencia pasando raudos las esquinas, o el trajinar de los largos vestidos de las mujeres, o los suspiros de los enamorados alejados de los faroles que han alumbrado durante 485 años a esta ciudad que, cuando se la conoce, nunca se le olvida, como a un gran amor. Ella es guitarra a la luz de la luna con canciones del sur, el olor a eucalipto, los atardaceres nostálgicos, el verde sinuoso de la cordillera con su volcán jurásico que ha cobijado a los pueblos originarios por miles de años salvándolos del exterminio de los españoles.

Hoy la ciudad acusa esa tensión diaria por la invasión de las motos imponiéndole un ruido que le hizo estallar las notas apacibles de su diario transcurrir monástico, reservado, íntimo. Pero, las piedras de sus callejuelas, las paredes recias de las antiguas casas, los arcos y patios árabes de ladrillo, los balcones de madera, las cúpulas de las iglesias han defendido su sencilla majestuosidad ante el endiablado atropello de la tecnología. Y si esa arquitectura de orígenes remotos la salvaguardan con tanto cuidado hay también una confluencia de líderes del sector privado y público que protegen e impulsan un rasgo distintivo con el cual se destacó en todo el país: el cultivo por el conocimiento que ha forjado talentosos escritores, políticos, escultores, pintores, ingenieros, historiadores.

Participan de esa unión la Universidad del Cauca con su rector, Deibar René Hurtado; Unicomfacauca y su rectora Isabel Ramírez Mejía; Uniautónoma, Fundación Universitaria de Popayán, Unicolmayor, apoyadas por el Banco de la República, la Gobernación, la Alcaldía, el periódico El nuevo liberal entre tantas otras entidades para crear un evento con un nombre que expresa realmente el acontecimiento al que se refiere: Popayán, ciudad libro, una jornada tan envolvente alrededor de la lectura durante una semana como si fueran miles de días – porque, reitero, en Popayán desaparece la noción del tiempo-, donde se fomenta el amor por la lectura en múltiples espacios y horarios con tan variada programación que es una fiesta cultural inolvidable.

Siete días para deleitarse con homenajes a Las Cantaoras del Patía y al maestro Juan Cárdenas Arroyo; la presentación de música de cámara, pop y folclórica; conversatorios con temáticas sobre cine, literatura, psicoanálisis, feminismo; talleres de pintura, de narración oral y, por supuesto, la presentación de escritores con sus libros sobre poesía, novelas y cuentos todo bajo la dirección precisa y amable del profesor Diego Román Muñoz, quien ha logrado el propósito de que Popayán se convierta en ese libro abierto a todas las expresiones humanas. El profesor Diego Román coordina además el Club de lectura y el Concurso departamental de poesía Matilde Espinosa, mi abuela paterna, gran poeta payanesa cuyos versos trascienden las fronteras nacionales.

Tiene Popayán una de las universidades más antiguas, la Universidad del Cauca, fundada por Francisco de Paula Santander en 1827, que ha permitido la formación de miles de generaciones de estudiantes sin recursos para asistir a una institución privada o para hacerlo en otras ciudades. La Universidad en el marco de la próxima celebración de sus 200 años bajo la sentencia latina Posteris Lumen -quien ha de morir deje su luz a la posteridad- que hace parte de su ideario, ha dispuesto la publicación de cien libros emblemáticos de la región, dentro de ellos acaban de publicar uno en honor a Matilde Espinosa.

Es una antología de su poesía realizada por la también escritora Guiomar Cuesta Escobar quien, a través de años de amistad con Matilde, conoce la existencia de esta creadora de unos versos libres de inigualable estilo alrededor de la naturaleza, los indígenas, el llanto de los niños, la desigualdad social, la violencia política, el amor y la soledad de las madres como tejedoras de coronas cuando pierden a sus hijos así como Matilde perdió a Manolo y a Fernando,  los suyos; por eso Guiomar Cuesta con gran sensibilidad tituló a esta antología El telar de las estrellas.

En Matilde Espinosa se condensa nítidamente el trasegar de la mujer colombiana durante el siglo XX, por eso ella es una de sus más destacadas representantes. Casada desde temprana edad con Efraím Martínez Zambrano –pintor payanés cuya obra Apoteosis de Popayán engalana el Paraninfo de la Universidad del Cauca-  teniendo a sus hijos en París, Francia, sin ayuda familiar los cría, estudia el idioma, trabaja y le sirve de modelo al maestro Martínez dedicado a la pintura gracias a una beca del gobierno francés.

Y, si su poesía desde siempre fue de versos libres desprendiéndose del rigor de la métrica que en su mayoría los varones acataban, Matilde, en medio de una sociedad que esclavizaba a la mujer también se liberó de un matrimonio que no la hacía feliz, casándose por segunda vez con quien la representó en el alegato de su separación, el abogado Luis Carlos Pérez. Años después él sería un eminente jurista con amplio reconocimiento internacional por su doctrina en el Derecho Penal, rector de la Universidad Nacional y magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, cuando la Corte era suprema. Junto con Luis Carlos hace una pareja que cultivó la literatura y la política apoyando las ideas sobre la igualdad y la justicia social tanto, que fueron grandes amigos de Jorge Eliécer Gaitán y su espos por eso mismo, el asesinato del gran político del pueblo les produce un gran sufrimiento. Luis Carlos, se convertiría en la parte civil dentro del proceso judicial de su gran amigo.

Matilde, hija de maestra de escuela con una niñez entre las aguas del río Páez, los juegos con sus hermanos en los más idílicos parajes de la cordillera occidental y la convivencia con los indígenas Nasa de quienes aprende su lengua escribió estos versos:

Canto la patria azul del aire / la infancia de mis ojos / al descubrir el cielo. / Por encima del sueño, el aire; / más alto que los árboles, el aire, / sobre la tierra, el aire / que me crea países irreales. / En el vaho valiente de los trojes / fuimos hermanos, / y en la noche de lluvia, / por los resquicios de la puerta, / por la ventana mal cerrada, /era la resistencia de mi pequeña mano; / en la llanura abierta, /aliento de mi pelo; / bajo mis pies, / un beso imperceptible de alas o de vuelo…

Matilde Espinosa, amó a su tierra, por eso su poesía es serenamente profunda, una caricia al pensamiento del lector, un decir las cosas con las palabras más puras como el Valle de Pubenza. Un amor que Popayán ha retribuido con el diario recuerdo de su nombre y de su obra. luceromartinezkasab@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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