VERÓNICA ALCOCER, INTELIGENCIA SALEROSA
Por: LUCERO MARTÍNEZ KASAB. Magíster en filosofía.
Cuentan que un político, quien después se casaría con ella, al verla por primera vez en medio de una muchedumbre le alabó un tanto tímido la belleza de sus ojos, yo me figuro que gustoso le hubiera cantado al oído aquella canción: ¨Qué bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas, debajo de esas dos cejas, qué bonitos ojos tienes; ellos me quieren mirar, pero si tú no los dejas, pero si tú no los dejas ni siquiera parpadear…, Verónica salerosa besar tus labios quisiera, besar tus labios quisiera y decirte, niña hermosa…¨
Verónica Alcocer, la esposa del nuevo presidente Gustavo Petro es realmente una mujer hermosa. Como suele suceder dentro de la estética las cosas bonitas son aquellas que guardan una armonía entre sus componentes, pero, a veces la belleza humana sola sin contenido causa desencanto que, una vez contemplada, sacia al instante el gusto estético como Melania Trump, la esposa del ex presidente Donald Trump de Estados Unidos; una mujer distante, fría, ausente. En cambio, a Verónica mujeres y hombres no nos cansamos de mirarla por el magnetismo que irradia, además de ser linda tiene ese, no sé qué, que tanto atrae…, lo salerosa.
Tiene gracia en todo lo que hace, ese es un don difícil…, pero se pasea silvestre en las mujeres de la Costa, principalmente en sus caderas. El salero de Verónica tiene como esencia la expresión de la alegría de una manera espontánea a través de todo el cuerpo. Ella, nos ha demostrado como es un rostro, un cuerpo feliz cuando camina, cuando habla, cuando baila; su arribo al escenario nacional como Primera dama ha sido rutilante. Y belleza, salero e inteligencia deben tener feliz a su esposo porque debatirá con ella sobre el sinfín de temas que un político de su envergadura maneja. Y belleza, salero, inteligencia, sensibilidad social y capacidad ejecutiva nos tienen felices a todos, porque Colombia necesita en la cúpula del poder político la mayor cantidad de fuerzas posibles que puedan jalonar la transformación social tan anhelada y, Verónica es una de ellas con un empuje vital envidiable.
Una parte de la Colombia racionalista ha recibido como una afrenta la sensualidad de esta mujer, es decir, su capacidad de disfrutar al hablar, al correr, al saltar, al ayudar a los demás como si gozar fuera un pecado. Y, si Petro vino a liberar a los pobres del hambre, Verónica ha llegado a liberarnos de la represión corporal, a enseñarnos nada más ni nada menos que a bailar…, a bailar fandango con el desparpajo de la mujer de Sucre, de Córdoba, de Bolívar…, de la Costa. Nacer en Sincelejo varias décadas atrás cuando aún no había sido infectada por la cultura del narcotráfico y su pariente el paramilitarismo llegados de Antioquia, era estar en el corazón de la sinceridad, de la alegría, de la sencillez de la gente siempre con música de tamboras y gaitas. Hoy, esa ciudad con las heridas de estos tiempos sigue luchando por su autenticidad, como Verónica Alcocer, que es la misma persona inteligente y sensible ante una entrevista para la élite que ante las tejedoras de San Jacinto.
Es hora que un sector de los colombianos le conceda toda la altura al danzar que nos viene de la cosmovisión africana donde prima el ¨Yo danzo, luego existo¨ por encima del ¨Yo pienso, luego existo¨ enfatizado por neurólogo portugués Antonio Damasio quien desde su ciencia se ha atrevido a decirle a René Descartes ¨tienes un error, se piensa con todo el cuerpo, no solo con la mente…¨. Este gran científico reivindica la corporalidad, la sensación de los actos, relegando la inmortalidad del alma; lo que debería servirnos para que no sigamos cayendo en la trampa del ¨no importa si en esta vida sufres, en la otra hallarás la felicidad…¨, una monstruosa invitación al sufrimiento y a la resignación. Verónica nos enseña a ser felices ahora, a que el Yo se apropie de todo cuerpo, como nos lo dejó Aristóteles escrito hace más de dos mil años, que SER es sentir y pensar. luceromartinezkasab@hotmail.com