GUSTAVO PETRO EN LA ONU, EL ROSTRO DEL OTRO

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Por: LUCERO MARTÍNEZ KASAB. Magíster en filosofía

 

  

 

Emmanuel Levinas, un escritor lituano naturalizado francés, fallecido en 1995 echó a rodar a comienzos del siglo XX el concepto del Otro. Término que ha llegado hasta nuestros días conminando a los humanos a que desde el propio mundo se comprenda al mundo del Otro. Levinas nos habla de que cuando un Otro, un ser, una alteridad se coloca ante nosotros expresando con su mera presencia ¨tengo hambre¨ y lo ven nuestros ojos estamos ante una revelación que nos ubica en el plano ético de manera insoslayable. Su obra cumbre Totalidad e Infinito. Somos una totalidad ante un Otro infinito, inabarcable, insondable con quien debemos buscar analogías para acercanos.

Levinas, de los judíos pensadores, no agiotistas, vivió como casi todos ellos la sensación permanente de ser perseguido, apartado, incomprendido y desde esa orilla de la sociedad, desde los bordes de la periferia cultural de la Francia y la Alemania después de la Segunda Guerra Mundial desarrolló su filosofía meditando sobre el encuentro con el rostro del Otro como una experiencia infinita, un cara a cara con el vulnerable que sin palabras suplica al sujeto que lo observa; ambos en el mismo espacio donde esa alteridad es responsabilidad del sujeto, lo que obliga a pensar a partir del Otro, no de la Totalidad propia. Un SER frente a un rostro, no ante un objeto; una relación viva, una conexión entre los humanos.

Los grandes pensadores beben de las aguas de la literatura mundial con el fin de organizar sus ideas, para Levinas los autores rusos Tolstoi, Dostoievski, Gogol; el inglés Shakespeare, el italiano Dante, el español Cervantes, el alemán Goethe fueron determinantes para formarse un concepto del ser humano. Sin embargo, como judío que era la lectura de los libros religiosos antiquísimos lo llevaron a pensar desde el descubrimiento del Otro como el lugar donde anida el espíritu de lo divino, alejándose de la razón vacía de cierta rama de la filosofía.

La Ilustración creyó que lo más importante del humano era su capacidad de razonar, pero lo creyó de manera absoluta; como si el razonar se mandara a sí mismo sin rendirle cuentas a nada ni a nadie y menos al sentimiento y menos a la lógica de la vida. Así, después de las guerras mundiales se mesaron los cabellos preguntándose aterrados, ¿qué hemos hecho? Y, tomando el libro de la historia descubrieron allá escondido a Thomas Hobbes, un pensador inglés que en 1651 lanzó al mundo su visión del ser humano como un individuo apartado de la comunidad ¨el hombre es un lobo para el hombre¨, propiciando así en los países legislaciones cada vez más particulares, frías y disociadoras que hizo de las ciudades la selva donde todos se despedazan. Por fortuna en el campo las gentes lograron seguir el curso natural de saberse comunitarios y arraigados a la tierra. Ellos, los campesinos y los pueblos originales en ese cara a cara con el rostro del forastero con hambre y cansancio acuden al llamado ético del Otro. Generosidad que en Colombia los paramilitares y los guerrilleros les cobraron a los campesinos asesinándoles los hijos, descuartizándolos, desapareciéndolos porque sin distingos cumplían con el principio humano de ayudar con el sostenimiento de la vida del Otro que se aparecía en sus veredas.

En los pocos espacios razonables que la sociedad occidental guarda como es el tiempo concedido a los presidentes de países miembros de la Organización Mundial de las Naciones, se hizo presente en estos días el rostro de un hombre con un cabello al descuido, serio, convencido, un Otro, que en un cara a cara con las potencias mundiales los conminó al uso sensible de la razón para salvarlos a ellos mismos de la desaparición en el Planeta; para que comprendieran que, así como estaban llevando a cabo el control del tráfico de drogas arrasando la selva amazónica, tendríamos como especie un fin inexorable.

Gustavo Petro, presidente de Colombia, se presentó desde la exterioridad del poder mundial solo con la palabra, con el argumento, como dice la ética del discurso que debe reinar entre los ¨razonables¨, para ver si al fin los Estados Unidos y las otras potencias tienen oídos para escuchar y ojos para ver la revelación de los pueblos con hambre con sus ríos y sus plantaciones secas. Desde el NO SER de la periferia política de América Latina el discurso de Gustavo Petro les criticó ferozmente el SER totalitario, la divinización del capital y del pensamiento y, desde esa sala del diálogo mundial que es la ONU les hizo un diagnóstico de su patología: que padecen de soledad por estar creyendo en el individualismo proclamado desde Inglaterra.

Si dentro de las altas esferas del poder estadounidense se halla algún pensador ilustrado y sensible con algo de conocimiento sobre el ser humano y, con un poco de capacidad interpretativa de los símbolos y signos de los tiempos podrá decirles que, detrás de las certeras y duras palabras del presidente de Colombia, lo que presenciaron fue a un hombre suplicando ayuda para la conservación de la región amazónica, la detención de la fallida guerra contra las drogas y el imperativo de la paz para sostener la vida.

Mientras en las grandes ciudades donde supuestamente está la civilización más adelantada las neveras de las casas albergan la división de los alimentos de cada quién y, las personas comen solas frente a los televisores viendo películas de asesinatos o realidades de secuestros y torturas, quien les habló en la ONU, Gustavo Petro, viene de un pueblo, Ciénaga de Oro, Córdoba, donde el visitante tiene que ver cómo hace para extender su estómago porque en cada casa le ofrecen desayuno, almuerzo y cena y, acompañan al invitado a comer alrededor de conversaciones como empezó este ritual hace miles años.

Los profetas no están en el centro, están en la periferia de los oprimidos, son el Otro del que nos habla tan bíblicamente Emmanuel Levinas en su bello libro Totalidad e Infinito. Ahora falta que, tal y como lo propone la ética del discurso donde todos los participantes están en el mismo nivel de argumentación, junto con el sentimiento antiguo de la compasión los poderosos del mundo acepten la pretensión de verdad del presidente de Colombia, Gustavo Petro, orador en la 77 Asamblea General de la ONU; para el bien de América Latina y del resto del mundo.

luceromartinezkasab@hotmail.com

 

 

 

 

 


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