LA PROTESTA DE ALEJANDRO

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Por: Lucero Martínez Kasab (@lucerokmartinez).  Psicóloga. Magíster en Filosofía. 

 

En día pasados un joven colombiano de veinte años, Alejandro, protestó airadamente en sus redes sociales por la inclusión de la ex esposa de un senador en la lista al Congreso del Pacto Histórico. Esta es una estrategia de unión de varios partidos para enfrentar al del gobierno en las elecciones del 2022, el que está dejando a su paso un país con sus instituciones desmembradas tal y como aparecen los cuerpos humanos de los manifestantes después del estallido social en abril de 2021. La protesta del joven llegó a oídos de una emisora capitalina con cubrimiento nacional que lo citó a una entrevista durante la mañana de ese día. 

 

Una de las quejas de Alejandro es que ese senador también hace parte de la lista del Pacto Histórico al Congreso, es decir, además de estar él, lleva a su ex esposa de la mano. El joven argumenta nepotismo y también inequidad con otros candidatos que están concursando limpiamente para entrar a esa lista. Al mismo tiempo le objeta al senador su pasado al lado de un partido que ha sido nefasto para el país por su gran corrupción. Por otro lado, este político impulsó y defiende a capa y espada el Proceso de Paz tan importante para Colombia y posee, además, un gran caudal de votos para apoyar que el Pacto Histórico obtenga la mayoría de las curules en el Congreso y la Presidencia en las elecciones del 2022, donde el pueblo colombiano se juega la vida entera, literalmente.

 

Critica el joven que el Pacto Histórico una vez decidido por la lista Cerrada frente a la Abierta que permitiría que entraran al Congreso aquellos líderes hombres y mujeres honestos, sacrificados, pulcros que no tienen un capital electoral o dinero para financiar sus campañas, haya acogido a políticos que despiertan el resquemor dentro de un amplio sector de la población cansado del daño a la democracia.  A su vez el Pacto Histórico consciente de que las elecciones se ganan con votos necesita que participen en él candidatos veteranos con alto capital político, aun cuando con cuestionamientos, para que sus altas votaciones en virtud de la ley del “arrastre” permitan que entren al Congreso ese buen número de líderes que por sí solos no pueden llegar. Aquí, está planteado un conflicto ético que necesita ser resuelto a la brevedad del tiempo.

 

Durante la entrevista contrastaron los ojos desorbitados e inquisitivos del experimentado periodista con la cara recién levantada del joven que apareció por la pantalla con su cabellera aún sin peinar. El periodista asumió la defensa del senador incluso con palabras propias de un juzgado ante las denuncias e interrogantes de Alejandro. El muchacho, no pudo aportar ninguna de las pruebas que el interrogador le exigía, porque, Alejandro, inexperto, acudió a la entrevista a expresar sus inconformidades políticas sin mayores pretensiones. Claro que Alejandro no sabía lo que le esperaba: un defensor a ultranza del sistema político colombiano que fungió como un juez en la entrevista y que no mostró el más mínimo interés por las preocupaciones éticas de él, que son las de miles de jóvenes en Colombia.

 

Alejandro no sólo es Alejandro, él representa a una juventud que ha sido mutilada, asesinada, decapitada, desaparecida en las calles por el mundo adulto civil y militar. Ahora en este espacio radial un periodista le hace una encerrona inquisitiva donde fue claro que el muchacho acudió a conversar de manera desprevenida.  El entrevistador no quiso ver que Alejandro es el símbolo de una juventud que cuestiona y quiere un país más justo.

 

Los jóvenes merecen más respeto por parte de los adultos. No pueden seguir siendo llamados los sujetos del futuro en las plazas, mientras dentro de las organizaciones no se les brindan los espacios necesarios para que expresen sus ideas ante las estrategias políticas de los partidos. La juventud requiere de espacios presenciales o virtuales de manera regular con los líderes, no con delegados sin importancia, que diluciden las inquietudes que el día a día trae.  Ellas y ellos se han inmolado en las calles dando sus vidas para defender la democracia y, ahora los adultos fastidiados, critican a los jóvenes porque estos no comprenden ni aceptan los aspectos turbios de la política. La juventud no puede seguir siendo llamada torpe porque pide ética. 

 

La sociedad política adulta debe acoger a los jóvenes discrepantes, a quienes incluso les ha tocado salir del país por sus denuncias, como le tocó hacer a Alejandro, sin embargo, eso no le interesó al periodista, sólo se limitó a contener la desesperación ética legítima del muchacho desde el arrinconamiento jurídico.

 

No es Alejandro quien tiene que mostrar pruebas de las malas actuaciones de los políticos; son los políticos los que tienen que ganarse la confianza de Alejandro y de miles como él, eso es lo que está pidiendo el joven a gritos, con sus manos, con su desesperación en un país doblegado por delincuentes que han manipulado la legalidad hasta los límites del desastre institucional. Entonces, en la entrevista quedó el joven Alejandro como anti ético porque reclamó ética y, el anti ético adulto, quedó como víctima. No es asesinándola ni a las patadas como debe ser tratada la juventud, la nueva conciencia de Colombia, que ha enfrentado valientemente la delincuencia política. Alejandro y todos los jóvenes tienen derecho a cuestionar y los adultos el deber de responderles. 

 

Los asesinatos de los jóvenes por un lado y, por el otro, las tapadas de bocas, como la que hizo este periodista y otros adultos en las redes sociales pretenden a las malas domesticar la rebeldía limpia de la muchachada y, así, no es. Señoras y señores, es a las buenas, explicándoles y sin dañarles sus conciencias. Reconociendo nuestros errores. Bajando la cabeza ante ellos y ellas, los espíritus puros, no burlándonos ni censurándolos ni insultándolos ni imponiéndoles la costumbre esquizoide de “corregir la realidad”, que es contra lo que Alejandro también se rebela con tanta desesperación: les estamos pidiendo a los jóvenes que dejen de llamar las cosas por sus nombres, que se hagan los oídos sordos y de vistas ciegos. 

 

Ahora bien, el Pacto Histórico en aras de hacer posible la consecución de la mayoría en el Congreso necesita de algunos candidatos sin que importen sus viejas prácticas clientelistas, siempre y cuando en estos momentos apoyen de manera limpia la salvación del país. 

 

Qué bueno que los organizadores del Pacto Histórico desde el principio no sólo hubieran buscado las analogías políticas con los distintos partidos para unirse hacia un fin común, sino que también le hubieran concedido una gran importancia a la socialización con las bases, que es la juventud inteligente sí, pero también inexperta en los giros políticos. Creando los espacios necesarios para las conversaciones debidas que llevan a feliz término la ética del discurso propuesta por Habermas.

 

A los jóvenes les duele concebir una sociedad llena de tanta maldad, egoísmo, depredación, ellos cada día expresan su profundo sufrimiento por Colombia; quieren cambiar el mundo y están en su derecho vital o, ¿ya se nos olvidó a algunos ese sentimiento? Por eso los adultos debemos ser amplios y democráticos con ellos. No podemos en esta debacle política, social, económica, ética culparlos por los escollos de este proceso.  Nos toca redoblar esfuerzos. 

 

En todos los grandes procesos de cambios humanos y por supuesto de las sociedades es necesaria la profilaxis, la prevención sobre posibles daños. Los adultos por la experiencia podemos hacer, tal vez, ese tránsito con mayor eficacia, pero no los niños y los jóvenes. Los niños, aun cuando sienten las angustias, no alcanzan a hablarlas, las muestran de otra manera, pero, los jóvenes, ya tienen la capacidad intelectual para expresarse verbalmente. Ya tienen la capacidad crítica que el adulto poco empático con las ansiedades de la juventud no tolera y esa intolerancia acrecienta el malestar general. Alejandro, es un ejemplo de esto ante el Pacto Histórico y las elecciones del 2022. El joven que critica a los padres, ahora critica a la sociedad entera. No es que los jóvenes no entiendan, es que no ha habido la suficiente pedagogía que ellos y el proceso merecen.

 

La sociedad es un cuerpo emocional que necesita dilucidar los miedos, las ansiedades, angustias, fantasías y mitos para lograr una mayor cohesión como grupo en el tránsito hacia un fin común, como lo es salvar al país de una élite devastadora. La falta de este proceso pedagógico ha sido determinante para que otro contrato social, el del Acuerdo de Paz en Colombia hoy no goce de una defensa firme de la gran sociedad. El Pacto Histórico no puede caer en lo mismo.

 

Existen profesionales especialistas en psicología del poder, en ponerología política, en filosofía política, en sociología que se pueden consultar para crear protocolos pedagógicos para la juventud y la sociedad en general buscando una vinculación armoniosa con el Pacto Histórico para las elecciones del 2022. A Alejandro hay que acogerlo, no segregarlo, porque él es el símbolo de lo que la política debería ser y, al Pacto Histórico hay que fortalecerlo porque, es lo único que nos permitirá salir de esta barbarie; partiendo siempre de la base, Alejandro, de que nada humano es perfecto, por lo tanto, la política tampoco. De lo que se trata, entonces, es de hacerla lo mejor posible y, muy seguramente, eso es lo que están tratando de hacer ahora en forma titánica los líderes del Pacto Histórico.   luceromartinezkasab@hotmail.com 

 


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